Por su longevidad, el tejo es un árbol que desde la antigüedad se ha relacionado con la eternidad. Sus hojas, madera, corteza y semillas son tóxicos, solo el arilo (envoltura roja que rodea la semilla) es comestible. A estas falsas bayas, en algunos lugares se las conoce como ‘babas de ángel’.
Babas de ángel
Al final del camino, junto a la ermita,
se alza el Tejo del Paraíso,
el Edén sombrío creado por la materia amorosa de los hongos.
Quien prueba su fruto adquiere la ciencia de la tierra sabia
y por un instante intercambia su saliva con los ángeles
comulgando con la fracción de vida de la muerte
porque sus semillas esconden el misterio del retorno.
Quien come de sus bayas quiebra la fugacidad de toda huella
porque su pisada arraiga
y se convierte en vestigio
alcanzando la vida de tres cuervos, tres lobos, tres serpientes,
y desciende
tres ciervos, tres caballos, tres toros,
y desciende tres generaciones atrás
hasta llegar a las trece eras desde la creación.
Elena Soto, poema de Invierno sin corazón (Kernlose winter)
Molécula de taxol
El conocimiento sobre la toxicidad del tejo se pierde en la noche de los tiempos. El escritor latino Silio Itálico en su descripción sobre las costumbres de los cántabros relata cómo el suicido era una práctica habitual entre los guerreros capturados por el enemigo, que se envenenaban con pócimas elaboradas con las semillas de este árbol.
A comienzos de la década de los 60 el botánico Arthur Barclay participaba en un proyecto del Instituto Nacional del Cáncer (Estados Unidos) que buscaba descubrir propiedades antitumorales de las plantas. Entre las más de 30.000 muestras que se recolectaron, Barclay recogió 15 libras de ramas, agujas y corteza del tejo del Pacífico; posteriormente, Monrroe E. Wall y Mansukh C. Wani aislarían, a partir de la corteza, el ingrediente activo paclitaxel (Taxol), considerada una de las sustancias anticancerígenas más importantes de los últimos años.
Pero este principio tenía que ser extraído de su fuente natural, la corteza y agujas de un tejo. Para obtener un sólo gramo de paclitaxel se requerían entonces 10 kilos de corteza de tres árboles centenarios, que morían después del descortezamiento.
La primera síntesis completa de Taxol en el laboratorio fue realizada en 1994. Por su complejidad esta molécula fue todo un reto para la química orgánica. Ahora se sabe que el paclitaxel está presente en prácticamente toda la planta y en todas las especies de tejos. El desarrollo de nuevos métodos de producción, como la síntesis parcial, a partir de precursores que se encuentran en el follaje, o el cultivo de células de tejo ‘in vitro’ o con microorganismos, parece que está dando un respiro a la especie.
The Yew Fortingall (Taxus baccata) es un tejo milenario en el cementerio de la pequeña localidad de Fortingall en Perthshire (Escocia).
En el alfabeto Ogham, un sistema de signos en cada muesca o grupo de incisiones representa una letra, era común que éstas se relacionasen con los árboles. Idad, Tejo “el más viejo de los árboles”.