Poema a Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian murió en Ámsterdam el 13 de enero de 1717 y fue enterrada unos días más tarde, el 17 de enero, en lo que entonces era el cementerio Leidse Kerkhof, en el centro de la ciudad. Persiste el mito de la tumba de indigente, pero la inscripción en el registro funerario es clara: Maria Sibylla Merian invirtió cuatro florines antes de morir para que 14 portadores del féretro la condujeran a su última morada. El cementerio donde fue inhumada se cerró en 1866.
En su memoria, he escrito un poema para una lápida imaginaria, donde pueda reposar con todas las criaturas que tanto amó. Si viviera hoy en día, Merian visitaría los cementerios para observar a las mariposas y dibujar su fragilidad. Recientes estudios han constatado que estos espacios son los últimos refugios para muchas especies de flora y fauna, reconociendo su papel como protectores de la biodiversidad. El limbo de no sepultura de Sibylla Merian ha sido la inspiración para este poema.

Mariposas en el limbo

A Sibylla Merian

Cuando la luz extiende sus alas entre las mariposas,
las medioluto del norte
vuelan hasta el cementerio de Leidse
guiadas por la Parca.
Las lanzas del lirio guerrero
custodian una lápida sin nombre,
donde las flores de centaura parpadean
atrayendo a las errantes.
Las escamas flotan,
como povisas de nieve sobre el mármol,
descienden lentamente y se posan,
dibujando un damero para Sibylla Merian.

Anochece, en el santuario de difuntos sin nombre,
las polillas lunares funden sus alas
con el liquen de las alas de los ángeles
y las pavones gigantes vigilan en la oscuridad
la tumba donde centellean las luciérnagas,
adornada con una diadema de destellos luminosos.

Los que llamaban engendros del Averno
acuden a su reunión secreta con las plantas.
Selenias y saturnias alzan vuelo,
agitan la memoria de la noche
despertando el sueño de las flores;
son fantasmas que arrebatan con el polen
imágenes oníricas
para que Sibylla Merian las pinte en sus estampas,
-de la natividad a la resurrección-
«La oruga, maravillosa transformación y extraña alimentación floral»

Línea a línea, con un trazo suave,
tan frágil como el polvo de sus alas,
las bestias mutan en criaturas celestiales
sobre el pergamino.
Merian las amaba,
sabía que no eran entelequias,
«Todas las orugas emergen de sus huevos».
A veces las nutría,
anotaba sus costumbres,
observaba los sudarios de seda suspendidos de los árboles,
los cofres colgando como extraños frutos de los tallos,
descubría mandorlas enterradas en el suelo o entre hojas.
Crisálidas esperando a que la luz revele
los colores impresos en sus genes.

Sibylla Merian, la iluminadora de las mariposas

«En mi juventud me dediqué a buscar insectos. Empecé con los gusanos de seda de mi ciudad natal de Fráncfort. Después establecí que a partir de otras orugas se desarrollaban muchas de las bellas mariposas diurnas, como lo hacen los gusanos de seda. Esto me llevó a recoger todas las orugas que podía encontrar para observar su transformación».
Uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza es la metamorfosis que, en algunas criaturas como la mariposa, es espectacular. La transformación que experimentan no es exclusiva de estos animales, ocurre en muchos otros, pero en el caso de las mariposas es de tipo completo produciéndose grandes cambios fisiológicos y estructurales, que van desde el nacimiento hasta que alcanzan su madurez. Las cuatro etapas de este proceso (huevo, larva, crisálida e imago) han sido objeto de todo tipo de especulaciones dando pie a las más variadas creencias y concepciones místicas.
El Renacimiento trajo consigo avances notables de la mano de los naturalistas que comenzaron a alejarse de la dimensión simbólica de los insectos y a describirlos, sentando las bases de la entomología moderna. Gracias a sus observaciones y a las de siglos posteriores se comenzó a conocer cómo era la metamorfosis de muchas espacies.
Una de las figuras más notables en este campo es la de la naturalista y pintora alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717) que dedicó toda su vida al estudio de los insectos, especialmente de las mariposas. «Cuando me di cuenta de que las mariposas y las polillas se desarrollaban más deprisa que otras orugas, recogí todas las orugas que pude encontrar para observar su metamorfosis», escribió sobre de su trabajo. «Me retiré de la sociedad humana y me dediqué exclusivamente a estas investigaciones. Además, aprendí el arte de dibujar para poder trazarlas y describirlas tal como son en la naturaleza».
Pero, además de la metamorfosis, Merian también añadió numerosos detalles de la evolución y vida de los insectos, mostrando, por ejemplo, como cada oruga depende de ciertas plantas para su alimentación y que este es el motivo por el que ponen los huevos cerca de ellas.
Tras perder a su padre a los tres años de edad, se educó con su padrastro, el artista Jakon Marell, que le enseñó pintura, dibujo y grabado y con 13 años ya realizaba imágenes de las plantas e insectos que observaba. A los 18 años contrajo matrimonio con el arquitecto y pintor Johann Andreas Graff y se trasladó a Nuremberg, donde siguió con sus observaciones e ilustraciones, centrando su investigación en las mariposas y dibujando detalladamente su metamorfosis. Estos apuntes serían la base de su libro La oruga, su maravillosa transformación y su extraña alimentación con flores, en el que reúne una serie de grabados que ilustra una gran variedad de ejemplares botánicos.
Pero la parte más apasionante de su investigación comenzó en 1685, cuando tras separarse de su marido emprendió un viaje en solitario de investigación y observación de la naturaleza que la llevaría a Surinam, en la Guayana holandesa, para estudiar las plantas, frutos e insectos de la región y enriquecer su investigación y su obra gráfica. Viajó acompañada de una de sus hijas y se dedicó en cuerpo y alma a dibujar insectos y plantas autóctonos hasta que la malaria la obligó a volver a Europa.
Los viajes científicos eran bastantes desconocidos en esta época y sus contemporáneos, por supuesto hombres, cuando se desplazaban a las colonias era para hacer colecciones o para instalarse y prosperar. Ninguna mujer iba a la otra punta del mundo a estudiar animales y su proyecto fue considerado una excentricidad. Merian recolectaba orugas, las alimentaba con las hojas de las plantas donde las encontraba y observaba su transformación, comprobando que dos que parecían idénticas, tras la metamorfosis, eran muy distintas (dimorfismo sexual). Realizaba sus exploraciones acompañada por nativos que le contaban todo lo que sabían de los animales y las plantas (nombres, usos medicinales…), en una de las láminas de este libro dedicada a la planta Flos Pavonis (Caesalpinia pulcherrima) comenta que «Los los esclavos la emplean para no tener hijos».
«He creado la primera clasificación de todos los insectos con crisálida, las capillas que vuelan de día y las lechuzas, que vuelan de noche. La segunda clasificación es para los gusanos, orugas, moscas y abejas. Conservé los nombres de plantas, ya que eran utilizados en América por los habitantes y los indios».
A su vuelta de Surinam, publicó su obra magna Metamorphosis Insectorum Surinamensium, en holandés y latín, un tratado con el que estableció los fundamentos de la entomología moderna, además de presentar especies desconocidas para naturalistas europeos. Pero sus estudios no fueron aceptados por la comunidad científica de la época. Maria Sibylla Merian continuó observando la naturaleza y dando clases de dibujo hasta poco antes de su muerte pues sus publicaciones no le daban para vivir.
Sus años de investigadora la convirtieron en la primera naturalista enfocada por completo en la transformación de los insectos. Su clasificación de las mariposas de Surinan es utilizada aún hoy en día. Desafortunadamente, su trabajo fue ignorado durante muchos años. En Alemania, la trayectoria de la entomóloga fue reconocida públicamente en el siglo XX. Además del interés científico, sus dibujos son considerados como obras de arte y coleccionados por aficionados de todo el mundo.
El poema dedicado a la naturalista Maria Sibylla Meria participa en el tema Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia de Hypatiacafe @hypatiacafe.

ENLACES DE INTERÉS
María Sybilla Merian: conquistadora de lo imposible de Alejandra Olguín.
Maria Sibylla Merian, una valiente entomóloga, de Carolina Martínez Pulido, publicado en Mujeres con ciencia.
Maria Sibylla Merian, intrepid traveler, de Theresa Thompson

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Poem to Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian died in Amsterdam on January 13, 1717 and was buried a few days later, on January 17, in what was then the Leidse Kerkhof in the center of the city. The myth of the pauper’s grave persists, but the inscription in the burial register is clear: Maria Sibylla Merian invested four guilders before her death for 14 pallbearers to carry her to her final resting place. The cemetery where she was buried was closed in 1866.
In her memory, I have written a poem for an imaginary tombstone, where she can rest with all the creatures she loved so dearly. If she were alive today, Merian would visit cemeteries to observe butterflies and sketch their fragility. Recent studies have found that these spaces are the last refuges for many species of flora and fauna, recognizing their role as protectors of biodiversity. Sibylla Merian’s no-burial limbo has been the inspiration for this poem.

Butterfly limbo

When the light spreads its wings among the butterflies,
the northern half- mourner fly to
the Leidse cemetery
guided by the Reaper.
The lances of the warrior lily
guard a tombstone without a name,
where the centaury flowers flicker
attracting the wandering ones.
The scales float,
like snow povises on marble,
slowly descend and land,
drawing a checkerboard for Sibylla Merian.

Night falls, in the shrine of the nameless dead,
moon moths fuse their wings
with the lichen of the angels’ wings
and the giant peacocks keep watch in the darkness
the tomb where the fireflies sparkle
adorned with a tiara of luminous flickers.

Those they called the begets of the Avernus
come to their secret meeting with the plants.
Selenies and saturnias take flight,
shake the memory of the night
awakening the dream of the flowers;
They are ghosts that snatch with the pollen
dreamlike images
for Sibylla Merian to paint in her prints,
–from the Nativity to the Resurrection-
The Caterpillar’s marvelous transformation and strange floral food.

Line by line, with a soft stroke,
as fragile as the dust on its wings,
the beasts mutate into celestial creatures
on the parchment.
Merian loved them,
she knew they were not entelechies,
«All caterpillars emerge from their eggs
Sometimes she nurtured them,
noted down their habits,
She watched the silk shrouds suspended from the trees,
the chests hanging like strange fruits from the stems,
She discovered mandorlas buried in the ground or among leaves.
Crysalides waiting for the light to reveal
the colors imprinted in their genes.

Casiopea A en punto de cruz

Cecilia Payne_Stellar Atmospheres_Casiopea

Casiopea A en punto de cruz

A Cecilia Payne

Estallando en el océano cósmico,
crestas de gas resplandeciente rompen
en los acantilados estelares.
A la deriva, entre la espuma,
un cadáver etéreo flota en la constelación de Casiopea,
amortajado de filamentos brillantes.
Aquí abajo, en la Tierra,
los espectros se ovillan en madejas de colores
y Cecilia, puntada a puntada,
va bordando la muerte de una supernova,
que dispersa sus restos en la orilla del abismo.
A unos 11.000 años luz,
Casiopea A despliega sus alas como una mariposa,
y las escamas acaban zurcidas en la tela;
hebras rojas, amarillas, verdes, púrpura o azules;
a punto de cruz,
Cecilia pinta el cataclismo del astro lepidóptero.
¿De qué están hechas las Estrellas?
Tiempo atrás, comenzó a devanar los hilos
y a formar los ovillos
cuando descubrió la composición química del cosmos,
tejiendo las líneas de absorción de los espectros estelares con una ecuación.
Ni nuestro sol, ni ningún sol eran cuerpos rocosos,
hidrógeno y helio fueron los gases que mecieron la cuna
y, azarosamente, el universo comenzó a balancearse.

Elena Soto

Cassiopeia A cross stitch

To Cecilia Payne

Starbursting into the cosmic ocean,
crests of glowing gas break off
on the stellar cliffs.
Drifting among the foam,
an ethereal corpse floats in the constellation of Cassiopeia,
shrouded in glowing filaments.
Down here, on Earth,
the spectres are tangled up in skeins of colors
and Cecilia, stitch by stitch,
embroiders the death of a supernova,
which scatters its remains on the edge of the abyss.
Some 11,000 light years away,
Cassiopeia A spreads its wings like a butterfly,
and the scales end up darned into the fabric;
red, yellow, green, purple or blue strands;
in cross stitch,
Cecilia paints the cataclysm of the lepidopterous star.
What are the stars made of?
Some time ago, she began to rewind the threads
and forming the balls
when she discovered the chemical composition of the cosmos,
weaving the absorption lines of stellar spectra with an equation.
Neither our sun nor any sun was a rocky body,
hydrogen and helium were the gases that rocked the cradle.
and, randomly, the universe began to sway.

Elena Soto

Casiopea A (Cas A, SNR G111.7-02.1, 3C 461 y AJG 109) es un remanente de supernova, ubicado en la constelación de Cassiopeia a unos 11 000 años luz de la Tierra y se le considera la fuente de radio más brillante fuera del sistema solar. Un remanente de supernova son los restos de gases y polvo cósmico que quedan después que una estrella haya explotado.
En 1975, la revista Scientific American publicó en su portada una fotografía de la supernova Casiopea A, realizada con rayos X por investigadores del MIT de Massachussets y Cecilia Payne, que ya estaba jubilada, bordó en punto de cruz este evento astronómico que tuvo lugar a miles de años luz de distancia. Tres años más tarde, en 1979, falleció. En la actualidad, el legado de Payne se guarda en el Archivo de la Universidad de Cambridge.

cecilia

La composición de las estrellas

Cecilia Payne-Gaposchkin descubrió que el hidrógeno y el helio son los elementos más abundantes de las estrellas y el universo, un resultado que no fue bien aceptado.
Hubo un tiempo en el que se creía que las estrellas estaban fijas en una esfera celestial que giraba a diario alrededor de la Tierra, esta visión de nuestro planeta como centro del universo nos indujo también a pensar que las estrellas estaban hechas a su imagen y semejanza. Hasta bien entrado el siglo XX se pensaba que el sol era un astro rocoso cuyo componente primordial era el hierro, un error estelar que se puso por primera vez en cuestión en 1925, cuando Cecilia Payne-Gaposchkin (1900-1979) publicó la tesis titulada “Atmósferas estelares, una contribución al estudio de observación de altas temperaturas en las capas de inversión de las estrellas“ Stellar Atmospheres: a contribution to the observational study of high temperature in the reversing layes of the stars, calificada por astrónomos como Otto Struve y Velta Zeberg como “la mejor tesis de astronomía de la historia”.
Payne concluyó que el hidrógeno, seguido del helio, eran los componentes más abundantes en la constitución de las estrellas, determinó las temperaturas estelares, las concentraciones químicas y explicó que el aparentemente inagotable suministro de energía del Sol se debía a la fusión nuclear. Pero estos resultados eran demasiado revolucionarios para la época y no fueron bien aceptados por la comunidad científica.
El decano de los astrónomos norteamericanos, Henry Norris Russell, que había sido premiado por sus trabajos sobre la radiación estelar, se opuso radicalmente a esta idea, -él defendía la idea de que la composición de las estrellas era parecida a la de la Tierra- y sugirió a Payne que no pusiera aquellas conclusiones en su tesis porque lo que decía era imposible.
Solo la convenció solo a medias, ya que añadió al final que era muy probable que su teoría fuera errónea, pero en el trabajo expuso sus argumentos con todo lujo de detalles. El tiempo le acabaría dando la razón unos años más tarde, cuando a la luz de nuevos experimentos, se vio que era correcta. Russell no solo cambió de idea, sino que incluso publicó artículos en los que defendía el descubrimiento de Payne.
Para su tesis doctoral, utilizó la ecuación de la ionización del astrofísico hindú Meghnad Saha, que permitía describir las condiciones químicas y físicas en las estrellas, Payne relacionó el espectro de las estrellas con su temperatura absoluta, concluyendo que su componente principal era el hidrógeno.
Nacida en Wendower, Inglaterra, había estudiado botánica, física y química en la Universidad de Cambridge, pero no le dieron el título, porque en aquella época no lo concedían a las mujeres, aunque superasen todos sus estudios. Una conferencia en el Trinity College del profesor Eddington, en la que explicaba los resultados de una expedición que había realizado a Brasil para observar un eclipse solar, le abrió los ojos a la astronomía. Como en Inglaterra no podía graduarse, decidió trasladarse a los EE UU y, a través de un programa que buscaba acercar a las mujeres a la ciencia, consiguió una beca para estudiar en el Harvard College Observatory.
En 1934 contrajo matrimonio con el astrónomo ruso Sergei Gaposchkin, pero no adoptó el apellido de su marido como era habitual en los Estados Unidos, sino que lo añadió al suyo con un guión, firmando sus trabajos como Payne-Gaposchkin. Juntos publicaron varios trabajos y libros pero se consideraba ayudante de su mujer, y decía «Cecilia es una científica más grande que yo».
No lo tuvo fácil y pese a sus logros, no se hizo nada para promocionar su carrera, siguió trabajando en la Harvard University con una carga docente tan grande que estuvo a punto de acabar con su investigación. Hasta 1938, cuando por fin consiguió el título de “astrónoma”, no tuvo puesto oficial y cobraba un bajo salario. En 1943 fue elegida miembro del American Academy of Arts and Sciences y en 1956 pasó a ser la primera mujer profesora asociada en Harvard. Posteriormente también se convertiría en la primera directora de departamento de dicha universidad. Se retiró en la enseñanza en 1966 y posteriormente se fue a trabajar al Smithsonian Astrophysical Observatory.
Entre sus principales contribuciones a la astronomía destacan el descubrimiento de la composición química de estrellas, en concreto que el hidrógeno y el helio son los elementos más abundantes de estrellas y del universo. Sobre los espectros, determinó temperaturas estelares y abundancias químicas usando la ecuación térmica de ionización de Saha. Su trabajo fue de importancia fundamental en el desarrollo del campo de las atmósferas estelares. Descubrió que todas las estrellas tienen abundancias químicas relativas muy similares, estando compuestas en un 99% por hidrógeno y helio. Realizó estudios y análisis detallados de los espectros estelares. Junto con su esposo S. I. Gaposchkin, observó y analizó las estrellas variables poniendo la base de su uso como indicadores de la estructura. También hizo importantes estudios de los espectros de novas galácticas.

Más información sobre Cecilia Payne.
Mujeres con ciencia. Cecilia Payne-Gaposchkin: “La astrónoma que descubrió la composición de las estrellas”
Retrato alfabético. La astrónoma Cecilia Payne-Gaposchkin (1900-1979) en Cuaderno de cultura científica.
Cecilia Payne-Gaposchkin : an autobiography and other recollections
Themarginalian / Stitching a Supernova: A Needlepoint Celebration of Science by Pioneering Astronomer Cecilia Payne
«Cecilia Payne-Gaposchkin: https://legacy.adsabs.harvard.edu/full/1925PhDT………1P/0000001,006.htmlStellar Atmospheres». Harvard

Desorientación, poema de Katie Mack

Katie Mack_desorientacion

Desorientación

Quiero marearte.

Quiero que mires al cielo y comprendas, quizá por primera vez, la oscuridad que hay más allá de la voluta evanescente de la atmósfera, las profundidades infinitas del cosmos, una desolación por grados.

Quiero que la Tierra gire debajo de ti y te haga perder el equilibrio, que te lleve hacia el este a mil millas por hora, hacia la luz, la oscuridad, y otra vez la luz. Quiero que veas cómo la Tierra te eleva al encuentro de los rayos del sol de la mañana.

Quiero que el cielo te detenga en seco en tu camino a casa esta noche, porque casualmente levantaste la vista y entre todos los puntitos brillantes reconociste uno como la luz de un mundo extraño.

Quiero que pruebes el hierro en tu sangre y veas su semejanza en las arenas rojizas de las largas y secas dunas de Marte, nacidas del mismo polvo nebular que se fusionó al azar con escombros estelares en rocas, océanos, tu propio corazón palpitante.

Quiero llegar a tu conciencia y lanzarla hacia afuera, más allá de la luz de otros soles, para expandirla como el universo, sin invadir la envoltura de vacío, haciéndola más grande, desplegándose dentro de sí misma.

Quiero que veas tu mundo a cuatro mil millones de millas de distancia, un diminuto destello azul en la nítida luz blanca de una estrella ordinaria en la oscuridad. Quiero que intentes distinguir los límites de tu nación desde ese punto de vista, y que fracases.

Quiero que lo sientas, en tus huesos, en tu aliento, cuando dos agujeros negros que chocan a mil millones de años luz de distancia envían un temblor a través del espacio-tiempo que hace que cada célula de tu cuerpo se estire, y se esfuerce.

Quiero que sientas nostalgia por las estrellas muertas hace mucho tiempo, de las que fusionaron tus núcleos de carbono y de aquellas cuya última agonía termonuclear eclipsó a toda la galaxia para enviar un solo fotón a tu ojo.

Quiero que vivas hacia delante pero mires hacia atrás, más lejos y más profundo en el pasado, porque en un universo relativista no tienes otra opción. Quiero que la antigua luz estelar de miles de millones de años de una galaxia lejana sea tu recompensa.

Quiero desorientarte por completo y dejarte navegar de regreso por las estrellas. Quiero que te pierdas y vuelvas a encontrarte, no sólo aquí, sino en todas partes, en todo.

Quiero que creas que el universo es un lugar vasto, aleatorio, indiferente, en el que nuestra especie, nuestro mundo, no tiene absolutamente ninguna importancia. Y quiero que creas que la única respuesta es crear nuestra propia belleza y significado y compartirlos mientras podamos.

Quiero que te preguntes qué hay ahí fuera. Qué sueños pueden llegar en oleadas de radiación a lo ancho de una extensión sin fin. Lo que podemos conocer, con el tiempo, y los esplendores que nunca jamás nos alcanzarán.
Quiero que signifique algo para ti. Que estás en el cosmos. Que eres del cosmos. Que has nacido del polvo de estrellas y al polvo de estrellas volverás. Que eres una forma de que el universo se asombre de sí mismo.

Katie Mack, profesora adjunta de Física, es una cosmóloga teórica que estudia las conexiones entre la astrofísica y la física de partículas. En este vídeo lee su poema «Desorientación», cuyo texto completo, en versión original, puede leerse en la web de NC State University.

La Dra. Katherine Mack es astrofísica. Actualmente ocupa la Cátedra Hawking de Cosmología y Comunicación Científica en el Instituto Perimeter de Física Teórica, donde investiga sobre la materia oscura y el universo primitivo y trabaja para hacer la física más accesible al gran público. Es autora del libro «The End of Everything (Astrophysically Speaking)» y ha escrito para diversas publicaciones, como Scientific American, Slate, BBC’s Science Focus, Sky & Telescope y Cosmos Magazine.

«Pájaro, Luna, Motor», poema de Jo Pitkin

Ada_Lovelace

Pájaro, Luna, Motor

Como una valla o un muro para protegerme del daño,
los tutores me rodeaban con lógica, hechos, teoremas.
Pero yo ocultaba las malas hierbas que crecían salvajes en mi mente.

A los cinco años, podía trazar el arco del arco iris.
Podía explicar las perpendiculares y las paralelas.
En mi mente, oía el viento en las malas hierbas silvestres.

Dividido en dos, mi enjuto sistema volaba, volaba.
Dejé que esas hierbas silvestres en mi mente se desplegaran
mientras el arte de mi padre insatisfecho se filtraba como la lluvia.

Madre, padre, mi mente finalmente soltó
su oscura maraña de malas hierbas. De los dibujos,
hice notas con letras de la A a la G para una máquina

máquina que computaría la pérdida y la ganancia —
y reconciliara mi corazón territorial, mi cerebro.

La poeta neoyorquina Jo Pitkin recuerda a Ada Lovelace (1815-1852). El poema aparece en la antología Raising Lilly Ledbetter: Women Poets Occupying the Workplace (editada por Caroline Wright, M.L. Lyons & Eugenia Toledo, Lost Horse Press, 2015).
El poema original en inglés, «Bird, Moon, Engine,» lo conocí en el blog Intersections — Poetry with Mathematics, de la matemática y poeta  JoAnne Growney.

Raising Lilly Ledbetter

Mas información sobre la científica en: Ada Byron: Condesa de Lovelace (1815-1851)

ADA_BYRON_LOVELACE

Poema a Lise Meitner

Lise Meitner1

Una corazonada en el bosque blanco

A Lise Meitner

Lise tiene un cráter en la cara oculta de la Luna,
Otro, en la Planitia Labinia venusiana,
además de un asteroide entre las órbitas de Marte y Júpiter,
el 6999 Meitner.
Su nombre figura también en el columbario de la tabla periódica,
en el séptimo cielo de los elementos sintéticos,
con un epitafio en su memoria:
«meitnerio.
Símbolo atómico: Mt
Número atómico: 109
Peso atómico: 278».
La casilla, a modo de urna cineraria,
da cuatro pinceladas sobre su inestable habitante,
con una vida media tan breve
que apenas supera unos segundos.

Pero, más allá de cráteres, asteroides y elementos,
en la mirada melancólica de Lise, se intuye
el largo camino que va desde el sótano clandestino de Berlín,
donde realizaba sus experimentos,
hasta el paisaje nevado de Estocolmo,
donde alcanzó la iluminación atómica.
El resplandor encajaba con las ecuaciones.
Lise vio la escisión del núcleo de uranio como una gota líquida,
como una lágrima vacilante,
que, finalmente, resbala antes de que llegue el llanto,
en un mecanismo liberador de reacción en cadena.
Fue una corazonada en el bosque blanco.
Tras algunos cálculos, Lise vislumbra la fisión,
la vasta y terrible energía que desprende;
el suelo se tambalea, se estremecen los abedules plateados,
tiemblan los álamos en las montañas de Nuevo Méjico,
y su aliento suspendido en el frío forma un hongo de vaho
que se desvanece.
Oppenheimer dijo que, tras la prueba nuclear de Trinity,
recordó el verso del Bhagavad Gita
«Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».
Aquella Navidad de 1938, al interpretar los resultados,
Lise vio el deslumbrante resplandor,
la danza atómica de los neutrones,
girando como derviches enajenados hacia la devastación.

Elena Soto

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A hunch in the white forest

To Lise Meitner

Lise has a crater The hidden face of the Moon,
Another, on the Venusian Planitia Labinia,
plus an asteroid between the orbits of Mars and Jupiter,
6999 Meitner.
Its name also appears in the columbarium of the periodic table,
in the seventh heaven of the synthetic elements,
with an epitaph in his memory:
«meitnerium.
Atomic symbol: Mt
Atomic number: 109
Atomic weight: 278».
The box, like a cinerary urn,
gives four glimpses of its unstable inhabitant,
with a half-life so short
that it barely exceeds a few seconds.

But, beyond craters, asteroids and elements,
in Lise’s melancholy gaze, you sense
the long way from the clandestine basement of Berlin,
where she performed her experiments,
to the snowy landscape of Stockholm,
where she attained atomic enlightenment.
The glow fit the equations.
Lise saw the uranium nucleus split as a liquid drop,
like a hesitant tear,
that finally slips before the crying comes,
in a liberating chain reaction mechanism.
It was a hunch in the white forest.
After some calculations, Lise glimpses fission,
the vast and terrible energy it gives off;
the ground shakes, the silver birches tremble,
the aspens tremble in the mountains of New Mexico,
and its breath suspended in the cold forms a mushroom of mist
that fades away.
Oppenheimer said that after the Trinity nuclear test,
he remembered the verse from the Bhagavad Gita.
«Now I have become death, the destroyer of worlds.»
That Christmas 1938, interpreting the results,
Lise saw the dazzling radiance,
the atomic dance of the neutrons,
whirling like alienated dervishes toward devastation.

Elena Soto

Sobre Lise Meitner

Lise Meitner (1878-1968) nació en Viena, donde recibió la educación tradicional que se daba a las niñas en esta época y que consistía en una instrucción básica que finalizaba a los 14 años. Pero esta mujer inteligente y con gran inclinación hacia la ciencia no se conformó, siguió estudiando y completó su formación con un tutor.
A pesar de las trabas, tuvo la suerte de que su maestro, Arthur Szarvassy, fuera un físico que la preparó en las ciencias puras y gracias a estos conocimientos aprobó los exámenes de ingreso en la Universidad de Viena, un logro inaudito para la época. En esta institución acudió a las clases del físico teórico Ludwig Boltzmann, al que admiraba profundamente y que sería el científico más influyente en el desarrollo de su vocación.
Meitner se muda a Berlín en 1907, pensando en una posible colaboración con Max Planck quien, por primera vez, admite a una mujer en sus clases, poniéndola en contacto con Otto Hahn, un joven químico de su misma edad que investigaba sobre isotopos radioactivos; juntos crearon un equipo de trabajo en el que la aportación de Meitner era fundamental porque su colega carecía de la formación en física para explicar teóricamente los experimentos.
En 1907, Hahn fue admitido en el Instituto de Química de la Universidad de Berlín, pero las mujeres tenían prohibida la entrada al centro y Meitner solo pudo conseguir una estancia en el sótano para continuar con sus investigaciones. Pasó cinco años en la sombra y sin salario hasta que, finalmente, sus méritos fueron reconocidos y obtuvo el permiso para acceder a los laboratorios, cobrando un pequeño sueldo.
En 1917 Meitner y Hahn lograron aislar el isotopo del protactinio, lo que les valió la medalla Leibniz de la Academia de Ciencias de Berlín, pero el tema que durante años centró sus investigaciones y por el que alcanzaron mayor reconocimiento fue el de los elementos radiactivos.
Cuando Hitler llegó al poder, en 1933, la situación comenzó a complicarse, Meitner, a pesar de ser judía, no fue despedida por su nacionalidad austríaca, pero todos los científicos de origen judío fueron obligados a dimitir de sus puestos en los centros de investigación. En 1938, cuando Alemania anexionó a Austria, fue expulsada de la Universidad de Berlín y viendo peligrar su vida, huyó del país trasladándose a Estocolmo, donde logró un puesto en el laboratorio del científico Manne Siegbahn.
Desde Suecia, Meitner continuó su correspondencia epistolar con Hahn, que por aquel entonces seguía trabajando en Berlín con el químico Fritz Strassman.
El 19 de diciembre de 1938 Lise recibe una carta de Hahn con un sorprendente resultado, tras bombardear uranio con neutrones obtenían bario, el núcleo de uranio se había dividido en dos, algo que, en principio, no encajaba con todos experimentos que se habían realizado hasta entonces y no eran capaces de interpretar los resultados.
Lise pasea por la nieve con su sobrino Otto Frisch, buscando una explicación que pudiera cuadrar con estas observaciones y
pensó que  el modelo de la gota líquida  podía describir el proceso de separación del núcleo de uranio, sentando las bases teóricas para la comprensión de este nuevo fenómeno. Además, para calcular la cantidad de energía desprendida recurre a la ecuación de Einstein (E=mc2). Meitner se dio cuenta de que en los experimentos llevados a cabo por sus colegas se había producido una fisión nuclear y realizó la explicación teórica del fenómeno. Con sus análisis descubrió el enorme potencial explosivo que podría generar una reacción en cadena y la bautizó como fisión nuclear, que es el nombre con el que se la conoce desde entonces. En este momento Eureka estaba acompañada por su sobrino, el físico Otto Frisch, que colaboró en el descubrimiento. De hecho, Frisch regresó a Copenhague, donde fue capaz de aislar los restos producidos por la reacciones de fisión.
La científica interesó al gobierno de los EEUU que, en 1943, intentó reclutarla sin éxito para trabajar en el desarrollo de la bomba atómica, basada precisamente en el principio de la fisión nuclear, pero rechazó la oferta.
La concesión en 1944 del premio Nobel al alemán Otto Hahn «por su descubrimiento de la fisión de los núcleos pesados», fue una gran injusticia muy criticada por la comunidad científica, que consideraba a Meitner como coautora del hallazgo. Se sabía que la física había liderado el grupo de investigación y que después de su partida había seguido en contacto por carta con Hahn y Strassmann y que, sin su interpretación, el puzle estaba incompleto. En la biografía Lise Meitner: A Life in Physics, de Ruth Lewin Sime, se dice que el comportamiento de Hahn fue «una simple supresión del pasado», y que ella formaba parte de ese pasado suprimido.
El de Meitner es uno de los casos más claros en los que el comité de los premios Nobel ha pasado por alto la contribución de una mujer en un descubrimiento científico que cambió la historia de la humanidad.

Meitnerio
El meitnerio de símbolo Mt y número atómico 109 debe su nombre a Lise Meitner. Fue descubierto accidentalmente en 1982 por los científicos alemanes Peter Ambruster y Gottfried Münzenberg en el Laboratorio de Iones Pesados del Gesellschaft für Schwerionenforschung (GSI), de Darmstadt, Alemania. Es altamente radiactivo, no existe en la naturaleza y ha sido sintetizado en cantidades muy pequeñas combinando núcleos de átomos más ligeros. Su vida media es muy corta, de hecho, para estudiar este elemento, y otros que presentan esta característica, se ha desarrollado la técnica “atom at a time”. En estos experimentos se trabaja literalmente con átomos individuales.

Más información sobre Lise Meitner

El blog de Laura Morrón Los Mundos de Brana

Lise Meitner, la científica que descubrió la fisión nuclear

Lise Meitner y la energía del uranio de Javier Castelo Torras

Poema a Lise Meitner en Mujeres con ciencia

Lise Meitner life in Physics

Lise Meitner: A Life in Physics de Ruth Lewin Sime

Rebecca Elson, poemas

RebeccaElson1987

Rebecca Elson (1987) Wikipedia / Imagen obtenida con el telescopio VISTA – ESO/D. Minniti/VVV Team

Nosotros, los astrónomos

Los astrónomos somos nómadas,
Comerciantes, gente de circo,
Toda la tierra es nuestra tienda de campaña.
Somos laboriosos.
Creamos entusiasmo,
hacemos honor a nuestra responsabilidad del asombro.

Pero el universo se ha alejado mucho.
A veces, lo reconozco,
La luz de las estrellas parece demasiado intensa,

Y como la luna
Inclino mi rostro hacia el suelo
Al pequeño espacio donde cae cada pie,

Antes de caer,
me olvido de hacer preguntas,
Y sólo enumero cosas.

Rebecca Elson, astrónoma y poeta (Montreal, 1960 – Cambridge, 1999)

We Astronomers

We astronomers are nomads,
Merchants, circus people,
All the earth our tent.
We are industrious.
We breed enthusiasms,
Honour our responsibility to awe.

But the universe has moved a long way off.
Sometimes, I confess,
Starlight seems too sharp,

And like the moon
I bend my face to the ground,
To the small patch where each foot falls,

Before it falls,
And I forget to ask questions,
And only count things.

Poema de Rebecca Elson

Conocimiento carnal

Después de haber escogido el último dato
Del universo
Y de haberlo fijado en su columna
Nombró las causas del infinito,
Realizado el cálculo
Del yo imaginario, parece

Que el cuerpo se afana
Por venir también
A la luz,
Transmitir la gracia de la gravedad,
Expresar en su propia álgebra
Las simetrías del asombro y el miedo,
El escalofrío que sube por la columna vertebral,
El saber que pasa como un viento frío
Que deja el pelo de la nuca erizado.

Poema de Rebecca Elson

Carnal Knowledge

Having picked the final datum
From the universe
And fixed it in its column,
Named the causes of infinity,
Performed the calculus
Of the imaginary i, it seems

The body aches
To come too,
To the light,
Transmit the grace of gravity,
Express in its own algebra
The symmetries of awe and fear,
The shudder up the spine,
The knowing passing like a cool wind
That leaves the nape hairs leaping.

Poema de Rebecca Elson

Rebecca Anne Wood Elson (1960-1999) fue una astrónoma y escritora canadiense-estadounidense. Se licenció en el Smith College, obtuvo un máster en la Universidad de Columbia Británica y asistió a la Universidad de Cambridge, donde se doctoró en astronomía. Elson realizó su trabajo postdoctoral en el Instituto de Estudios Avanzados bajo la supervisión de John N. Bahcall, tras el que obtuvo una beca Bunting en el Radcliffe College, donde enseñó escritura creativa.
A principios de la década de 1990 regresó a Cambridge para aceptar el puesto de investigación que ocuparía durante el resto de su vida. Su trabajo se centró en los cúmulos globulares, la evolución química y la formación de galaxias. A los 29 años se le diagnosticó un linfoma no Hodgkins. Con el tratamiento, entró en remisión y en 1996 se casó con el artista italiano Angelo di Cintio. Sin embargo, el cáncer volvió a aparecer poco tiempo después y Elson murió de la enfermedad en Cambridge en mayo de 1999, a la edad de 39 años.
Póstumamente, en 2001, se publicó A Responsibility to Awe un volumen de poesía y ensayos que había escrito desde su adolescencia hasta poco antes de su muerte.  Los textos fueron seleccionadas por di Cintio y una amiga y colega poeta, Anne Berkeley. Algunas de las obras tratan conceptos de la física y la astronomía, a menudo de forma inesperadamente abstracta o lúdica, para reflejar aspectos de la experiencia humana. Otras reflejan una profunda alegría con la vida o conmovedoras observaciones sobre su inminente muerte. La colección fue seleccionada como uno de los mejores libros del año por The Economist. Elson también colaboró en 52 trabajos de investigación científica en su corta carrera.

Biografía de Rebecca Elson

Código de Eavan Boland

La poeta Eavan Boland y la científica de la computación Grace Murray Hopper

Código de Eavan Boland

Una oda a Grace Murray Hopper 1906-88
creadora de un compilador informático y verificadora de COBOL

 

De poeta a poeta. Te imagino
En el límite del lenguaje, al comienzo del verano
en Wolfeboro, New Hampshire, escribiendo código.
No tienes sentido del tiempo. Ni siquiera sentido de los minutos.
No pueden llegar al interior de tu mundo,
tu puesto de trabajo gris
con el cuando y el ahora nunca y el una vez.
Te has perdido los otros siete.
Este es el octavo día de la Creación.

El pavo real ha sido creado, los ríos se han repoblado.
El arco iris se ha inclinado para vestir a la trucha.
La tierra ha encontrado su polo, la luna sus mareas.
Los átomos, las energías han hecho su trabajo,
han hecho el mundo, lo han terminado, han descansado.
Y a esto lo llamamos Creación. Y tú te lo has perdido.

La línea de mi horizonte, azul sólido
aparece por fin a cincuenta años de distancia
de tu fastidiosa y exacta paciencia:
La primera señal de que la noche será día
es un revuelo de hojas en este suburbio de Dublín
y el aire y los invertebrados y las aves
mientras la tierra vuelve de nuevo
a sus explicaciones:
Sus sombras. Sus reflejos. Sus palabras.

Estás al oeste de mí y en el pasado.
La oscuridad cae. La luz está en otra parte.
Las luciérnagas asoman por encima del lago.
Tú estás compilando binarios y ceros.
El mundo dado es lo que puedes traducir.
Y separas lo menor de lo mayor.

Que haya lenguaje…
aunque lo usemos de forma diferente:
Nunca lo hice atemporal como tú.
Nunca lo hice numérico como tú.
Y sin embargo lo uso aquí para imaginar
cómo en tu escritorio en el crepúsculo
la leyenda, la historia y el mito, por supuesto,
se reúnen en Wolfeboro, New Hampshire,
como si de un recuerdo se tratara. Como si de una fuente se tratara.

Hacedor del futuro, si el pasado
se está desvaneciendo de nuestra vista con la luz
fuera de la ventana y el archivo único
de elementos y animales, y todos los datos
de origen y resultado, que nunca encontrarán
su camino hacia ti o se refugian en tu sintaxis…

no hay ninguna diferencia entre nosotras.
Seguimos siendo humanas. Todavía hay luz
en mi barrio y tú estás en mi mente–
con la cabeza gacha, lo suficientemente mayor como para ser mi madre…
escribiendo código antes de que se vaya la luz del día.
Estoy escribiendo en una pantalla tan azul
como cualquier colina, como cualquier lago, componiendo esto
para mostrarte cómo el mundo comienza de nuevo:
Una palabra a la vez.
De una mujer a otra.

Código, New Collected Poems de Eavan Boland (Dublin, Irlanda, 24 setembre 1944 – Dublin, 27 abril 2020)

Traducción, Elena Soto.

Code by Eavan Boland

 

An Ode to Grace Murray Hopper 1906-88
maker of a computer compiler and verifier of COBOL

Poet to poet. I imagine you
at the edge of language, at the start of summer
in Wolfeboro, New Hampshire, writing code.
You have no sense of time. No sense of minutes even.
They cannot reach inside your world,
your gray work station
with when yet now never and once.
You have missed the other seven.
This is the eight day of Creation.

The peacock has been made, the rivers stocked.
The rainbow has leaned down to clothe the trout.
The earth has found its pole, the moon its tides.
Atoms, energies have done their work,
have made the world, have finished it, have rested.
And we call this Creation. And you missed it.

The line of my horizon, solid blue
appears at last fifty years away
from your fastidious, exact patience:
The first sign that night will be day
is a stir of leaves in this Dublin suburb
and air and invertebrates and birds,
as the earth resorts again
to its explanations:
Its shadows. Its reflections. Its words.

You are west of me and in the past.
Dark falls. Light is somewhere else.
The fireflies come out above the lake.
You are compiling binaries and zeroes.
The given world is what you can translate.
And you divide the lesser from the greater.

Let there be language–
even if we use it differently:
I never made it timeless as you have.
I never made it numerate as you did.
And yet I use it here to imagine
how at your desk in the twilight
legend, history and myth of course,
are gathering in Wolfeboro, New Hampshire,
as if to a memory. As if to a source.

Maker of the future, if the past
is fading from our view with the light
outside your window and the single file
of elements and animals, and all the facts
of origin and outcome, which will never find
their way to you or shelter in your syntax–

it makes no difference to us.
We are still human. There is still light
in my suburb and you are in my mind–
head bowed, old enough to be my mother–
writing code before the daylight goes.
I am writing at a screen as blue,
as any hill, as any lake, composing this
to show you how the world begins again:
One word at a time.
One woman to another.

 

Código, poema de Eavan Boland, dedicado a Grace Murray Hopper (1906 – 1992), pionera de la programación informática y miembro del equipo que desarrolló el primer compilador -una especie de traductor de lenguaje hombre-máquina- para el desarrollo de los lenguajes de programación.

En este poema, Boland trata la conexión entre escribir poesía y escribir código informático: «De poeta a poeta», dice en su primer verso, quedando ambas unidas por el lenguaje, aunque lo utilicen de forma diferente.

Más poemas de Eavan Boland

Tres poemas para tres científicas

Poemas dedicados a la paleontóloga Mary Anning, a la astrofísica Jocelyn Bell y la astrónoma Henrietta Leavitt.

Placeres desconocidos en la constelación de la Zorra

Urania asoma la cabeza en la Pequeña Nube de Magallanes

After Math de Alexandra Agner

diagrama_Nightingale
Gráfico estadístico, conocido como ‘la Rosa de Nightingale’, que muestra en diferentes colores las causas de la mortalidad del ejército británico.

«Hay que lograr a través de los ojos lo que no somos capaces de transmitir a las mentes de los ciudadanos a través de las palabras» decía. Para conseguirlo, Florence Nightingale empleo un tipo de gráfico estadístico, el Diagrama de la Rosa, hoy denominado gráfico de área polar.
La Rosa de Nightingale mostraba el número de defunciones de la milicia británica y sus principales causas, añadiéndole la novedad del color -el azul era el número de muertes por enfermedades infecciosas, el rojo por las heridas y el negro debido a otras causas-, lo que permitía hacer comparaciones a primera vista y transmitir claramente el mensaje.

After Math by Mary Alexandra Agner

Florence Nightingale, 1820-1910

Vale más que mil palabras, por lo general,
miles muertos
fueron entintados en un nautilo coloreado
en cámaras que contaban cadáveres
separados por enfermedad, espada o bala.
Manten esta caracola en la oreja;
escucha solo el eco de los latidos.
Los números nunca tuvieron esa voz
hasta que Florence dibujó
estas cuñas con cresta para los muertos.

En el mundo moderno
las imágenes no son epifanías.
Agrupe todos esos cadáveres …
todo resumido y representado en gráficos a mano
y el siglo XIX
sufriría de podredumbre y tuberculosis
donde hoy vemos un diagrama circular.

Nightingale, cántanos la dulce canción
de las estadísticas, matemáticas hechas
para mejorar la suerte del hombre,
y de la salida que Dickens escribió,
sus miles palabras
para derribar tu representación.
Da voz a los fantasmas de la guerra
a nosotros que estamos acostumbrados a lo que queda
después de los explosivos y el fuego de ametralladoras.

Dibuja filas y columnas de nosotros, ahora,
para que podamos vernos a nosotros mismos
y que cambie el argumento.

El poema After Math de Mary Alexandra Agner ha sido publicado en el blog Intersections Poetry with Mathematics y traducido al español por mí.

After Math by Mary Alexandra Agner

Florence Nightingale, 1820-1910

Worth one thousand words, usually,
but thousands dead
were inked as a colored nautilus
with chambers counting corpses
by disease or sword or bullet.
Hold this shell to your ear;
hear only your heartbeat’s echo.
Numbers never had such voice
until Florence drew
coxcomb wedges for the dead.

To the modern world,
pictures are not epiphanies.
Lump together all those bodies–
summed and graphed by hand–
and the nineteenth century
would ache with rot and TB
where today we see a piechart.

Nightingale, sing us the sweet song
of statistics, math made
to improve man’s lot,
and of the sortie Dickens wrote,
his thousand thousand words
to overthrow your picture.
Sing up the ghosts of war
to we who are inured to what remains
after explosives and machine-gun fire.

Sketch the rows and columns of us, now,
that we might see ourselves
and plot to change.

Florence Nightingale fue una enfermera pionera en la visualización de datos, que aplicó sus conocimientos de estadística a la epidemiología y a la sanidad.
Cuando estalló la Guerra de Crimea, Nightingale junto a un equipo de enfermeras voluntarias partió para Scutari, la principal base de operaciones británica ubicada en la actual ciudad de Estambul. A su llegada comenzó a imponer estrictas normas de salubridad, a recopilar datos y a poner en práctica sus conocimientos matemáticos, analizando las causas que producían unas tasas tan elevadas de mortalidad en el ejército. Observó que la mayoría de los soldados fallecían por enfermedades infecciosas. Las condiciones de insalubridad provocaban más muertes que las causas propias de la guerra. Florence denunció la situación, y para persuadir a las autoridades utilizó los gráficos estadísticos.
Este tipo de representación, que ya se había inventado en el siglo XVII, se limitaba a barras o círculos para presentar la información, sin embargo, Nightingale vio en ellos la herramienta perfecta para leer la realidad sanitaria y poder hacer propuestas que provocaran cambios reales. Para defender su teoría había tomado datos sobre las muertes de soldados, fue analizando su evolución, y observó como disminuían a medida que se iban mejorando las condiciones higiénicas del hospital.
Consciente de que nadie iba a dedicarse a mirar los datos en bruto, decidió ordenarlos para que visualmente fueran claros y fáciles de entender. Para conseguirlo, empleo un tipo de gráfico estadístico, el Diagrama de la Rosa, hoy denominado gráfico de área polar.
La Rosa de Nightingale era demoledora; mostraba el número de defunciones de la milicia británica y sus principales causas, añadiéndole la novedad del color -el azul era el número de muertes por enfermedades infecciosas, el rojo por las heridas y el negro debido a otras causas-, lo que permitía hacer comparaciones a primera vista y transmitir claramente el mensaje de que las muertes por infección eran mayoritarias. El diagrama fue tan contundente que Florence consiguió convencer al Gobierno británico de la necesidad de reformas sanitarias.
Sus aportaciones al campo de la Estadística fueron reconocidas con su nombramiento en 1858 como miembro de la Royal Statistical Society, siendo la primera mujer en acceder a ese cargo. En 1874 se convirtió en miembro honorífico de la American Statistical Association e impulsó, junto a Francis Galton, la creación de una nueva cátedra de Estadística en Oxford, donde se estudiara la aplicación de esta materia en educación, sanidad o criminología, pero el proyecto no prosperó.

Sobre la autora
Mary Alexandra Agner escribe sobre mujeres muertas, telescopios y secretos.
Sus estudios superiores incluyen ciencias de la Tierra y planetarias y escritura creativa.
Lleva toda la vida observando el universo y escribiendo sobre él.
Es autora de The -OLOGISTS (Dancing Girl Press 2019), The Scientific Method (Parallel Press 2011) y The Doors of the Body (Mayapple Press 2009). Sus poemas han aparecido en North American Review, Boxcar Poetry Review, Isotope y otras revistas.

Urania en las Nubes de Magallanes

Leavitt_Nbes de Magallanes

Henrietta Leavitt / Placa negativa de las Nubes de Magallanes, galaxias satélite de la Vía Láctea. FOTOS: Observatorio de Harvard College

¿Qué son las estrellas sino asteriscos
para puntuar una Vida humana?
Emily Dickinson

Urania asoma la cabeza en la Pequeña Nube de Magallanes

A Henrietta Leavitt

Allá arriba, en Carmen Alto,
el firmamento es un velo desamparado de puntos luminosos,
temblando sobre el volcán Misti.
Aquí abajo, en el sótano del Observatorio de Harvard,
un firmamento blanco se extiende en placas de vidrio,
millones de estrellas del hemisferio austral inmóviles
clavadas en imágenes como mariposas diminutas.
En el otoño de Massachusetts,
las hojas flotan en el papel pintado como cuerpos celestes
y las nebulosas se archivan en cajones,
miles de años luz en sobres de papel con unas iniciales.
Entre cristales de mapas estelares,
Urania se ciñe la diadema
sujetando el cabello con estrellas variables,
Henrietta advierte motas negras que pulsan,
analiza su brillo, reúne coordenadas
y apunta los datos.
Urania ya asoma la cabeza en la Pequeña Nube de Magallanes
la luz que llega va cambiando,
«Las más brillantes tienen periodos más largos».
Finalmente, un destello en la hilera de cifras,
Henrietta ya comienza a intuir las distancia de las manchas borrosas.

calculadoras de Harvard

Computadoras de Harvard en el trabajo, alrededor de 1890, Leavitt (sentada, tercera desde la izquierda), Annie Cannon, Williamina Fleming (de pie en el centro) y Antonia Maury. / FOTO Harvard College Observatory

Urania raised her head in the Small Magellanic Cloud

To Henrietta Leavitt

Up there, in Carmen Alto,
the sky is a helpless veil of luminous points,
trembling on the Misti volcano.
Down here, in the basement of the Harvard Observatory,
a white firmament extends into glass plates,
millions of stars in the southern hemisphere motionless
nailed to images like tiny butterflies.
In the fall of Massachusetts,
the leaves float on the wallpaper
as celestial bodies
and the nebulae are filed in drawers,
thousands of light years in paper envelopes
classified with initials.
Between stellar map crystals,
Urania wraps her headband
holding hair with variable stars,
Henrietta warns black specks that pulse
analyzes its brightness, gather coordinates
and writes down the data.
Urania already raised her head in the Small Magellanic Cloud
the light that comes, changes,
«The brightest have longer periods.»
Finally, a flash in the row of figures,
Henrietta already begins to sense the distance of blurry spots.

Pequeña Nube de Magallanes

Placa fotográfica de la Pequeña Nube de Magallanes. FOTOS: Observatorio de Harvard College

Henrietta Leavitt, la calculadora de distancias estelares

Henry Draper, médico aficionado a la astronomía, había fotografiado la nebulosa de Orión, capturado el espectro de la estrella Vega y realizado numerosos trabajos sobre todo fotográficos. Tras su muerte, en 1882, su viuda donó al observatorio de Harvard todas las placas realizadas por su marido y 400.000 dólares para que este centro siguiera con el proyecto, la primera catalogación completa del cielo a través del espectro de las estrellas.
Edward Charles Pickering, director del observatorio, fue el encargado de continuar el trabajo y gestionar su legado. Se construyeron dos nuevos telescopios, uno en Harvard y otro, en el hemisferio Sur (Arequipa, Perú), para observar las constelaciones australes. El objetivo era realizar la primera catalogación completa del cielo a través del espectro de las estrellas, una tarea descomunal de compilación de medidas y datos.
Para hacer este trabajo, Pickering decidió contratar a mujeres, porque según él «eran perfectas para las labores tediosas y rutinarias que no requerían pensar»; otro motivo poderoso, quizás el principal, fueron los salarios, mucho más bajos que los de los hombres. Durante años, el observatorio reclutó a un gran número de mujeres lo que permitió la publicación, en 1890, de un primer catálogo con más de 10.000 estrellas clasificadas según su espectro y, siete años más tarde, otro mejorado.
Pero resultó que el harén de Pickering, como se llamaba peyorativamente a las computadoras humanas, pensaba y, además de la tarea encomendada, realizó descubrimientos cruciales sobre los que se asentaría la futura astronomía. Aunque sus nombres fueran silenciados –no solían aparecer en las publicaciones- posteriormente se comenzaron a reconocer algunos de sus hallazgos.
La lista es numerosa, pero una de las más notables es Henrietta Swan Leavitt (1868-1921), una joven astrónoma que, tras graduarse en el Radcliffe College, comenzó a trabajar en el observatorio de Harvard, primero como voluntaria y más tarde contrata por un mísero sueldo para observar el amplio catálogo de placas fotográficas de estrellas y compararlo con otras tomadas en épocas diferentes.
Mientras estudiaba las llamadas estrellas variables, aquellas cuya luminosidad cambia con el tiempo de forma periódica, se fijó en un tipo particular de variables llamadas Cefeidas, que se acumulaban en la región conocida como la Pequeña Nube de Magallanes, y observó cierto patrón en su comportamiento. En contra de los consejos de su jefe, Leavitt asumió que las Cefeidas se encontraban a la misma distancia de la Tierra y que el periodo que tardaban en volverse opacas o luminosas estaba relacionado con su magnitud y que conociendo ésta se podía conocer la distancia. «Las estrellas variables más brillantes tienen los periodos de luminosidad más largos», escribió en el Informe Anual del observatorio de 1908, una breve y concisa apreciación que escondía una herramienta capaz de medir distancias en el Universo.
En 1912 apareció publicado un trabajo original de Leavitt «Periodos de 25 estrellas variables en la pequeña Nube de Magallanes», firmado por Pickering, aunque empezaba con la nota «este trabajo ha sido preparado por la Sta. Leavitt», en el que explicaba que según sus datos esas estrellas palpitaban con un ritmo regular y tenían una mayor luminosidad intrínseca cuanto más largo era su periodo.
La conocida como «Ley de Leavitt» se utilizó para medir la distancia entre distintos objetos en el espacio. Gracias a su investigación, se pudo calcular el tamaño de la Vía Láctea. En 1920, el investigador Edwin Hubble usaría sus hallazgos, junto con los datos del corrimiento al rojo, para demostrar que había muchas más galaxias que la nuestra y que el Universo era más grande de lo que se pensaba hasta ese momento.
Además de descubrir numerosas estrellas, cuatro de ellas novas, estudió algunos tipos como las binarias o los asteroides; estableció un patrón de medida de las fotografías que fue aceptado por el International Comittee of Photographic Magnitudes y sus contribuciones están detrás del gran progreso de la astronomía de los años veinte del siglo pasado.
Debido a los prejuicios de la época, Leavitt no consiguió ningún reconocimiento académico, su categoría laboral no pasó de ayudante y no pudo desarrollar sus propios métodos de trabajo. En 1921, un cáncer acabó con su vida en poco tiempo, la noticia apenas trascendió, en 1924, el matemático sueco Mittag-Leffler la propuso como candidata al Premio Nobel, sin saber que había muerto tres años antes.

En el Observatorio de Harvard College, las mujeres estudiaron durante más de 130 años del cielo nocturno, todo está preservado en fotografías de placas de vidrio. La colección de placas fotográficas astronómicas de HCO es el archivo más grande del mundo de negativos de placas de vidrio estelares, reúne más de 500,000 momentos celestiales capturados en el tiempo, algunos datan de mediados del siglo XIX.

uno de los cuadernos de Henrietta Swan Leavitt

Uno de los cuadernos de Henrietta Swan Leavitt

El diario secreto de Henrietta S. Leavitt videoblog creado por la unidad de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía sobre la astrónoma Henrietta Leavitt.

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