Un puñado de foraminíferos de Sarah Maguire

Sarah Maguire_foraminiferos_microfósiles

Un puñado de foraminíferos

La arena, a primera vista –
granular,
una rica molienda
de finos granos y pepitas,
abriéndose
en un enjambre de casas diminutas
pintadas de rosa u ocre, azafrán, tiza,
algunas fundidas sólidamente como el cristal
– hialino, diamantino,
la traslúcida cuna íntima de una lágrima.

****

La equilibrada simplicidad de una célula unicelular
ocupada en sus asuntos
en absoluto silencio.
Los pseudópodos
flotan claros a través de sus aberturas,
estandartes surcando las aguas
flecos volantes, bufandas, faldas harapientas;
breves redes de tacto,
tímidos gestos de contacto.
Sus mansiones de filigrana
están llenas de secretos
pasadizos auriculares
dan a galerías,
suaves arcadas,
surcadas de pérgolas, se abren
a balcones que se inclinan
sobre puertas entreabiertas.

****

Bentónicos,
sus galaxias alfombran las profundidades de los océanos,
un lento rezume calcáreo
que se acuesta suavemente en la oscuridad.
Crean sus casas
de restos flotantes y desechos,
ajustando los granos cuidadosamente
entre los alvéolos,
segregando un mortero calcáreo resistente;
las paredes de las conchas se pulen hasta que brillan
o con guijarros de un blanco azucarado –
la arquitectura de la casualidad y la gracia.

****

Centavos del cielo,
el amarillento lecho de roca
tallado en losas repleto de tesoros
Deslizándose desde sus casas
llegan cientos de monedas
grandes soberanos que tropiezan,
bolsillos llenos de calderilla,
ideales para Lanzarlos, ideales para atesorarlos
en cofres.
Nummulites gizahensis,
la riqueza de los faraones
se eleva hacia el cielo,
una escalera de piedra caliza a las estrellas.

****

Plantas rodantes, naves espaciales, semillas perla, calamares,
Luces de colores, alfileteros, biodomos, vainas,
coladores, estrellas de mar, vilanos, lentejas,
borlas, ammonites, pepinillos, dientes,
hongos de lobo, huesos largos, condones, bombillas,
termómetros, granadas, catapultas, granizo.

Abre los puños y
los restos mortales de un millón de criaturas
se escurrirán
de entre tus dedos.
Eoceno
polvo en el viento.
Sarah Maguire (Londres, 1957 – 2017) / The Pomegranates of Kandahar. / Traducción de Elena Soto

Firmeza

el corazón del everest
está adornado con incrustaciones
de corales,
pequeñas conchas y hepáticas,
criaturas marinas
petrificadas
Caliza quebradiza,
sus cristales
se erosionan
bajo la nieve, vienen a la deriva
en el aire azul y leudante.
El océano, mi amor,
es realmente muy poco profundo –
embarca montañas
hasta
desde sus flancos,
bosques, lagunas
Lo que es firme
se mueve –
el tiempo curtido en piedra
sales
depositadas en los sedimentos,
la caída de las hojas,
el duro empuje de los brotes
bajo la lluvia
golpeando el cristal.
Sarah Maguire, Almost the Equinox: Selected Poems.

Foraminíferos chivatos del pasado de nuestro planeta

Cuando paseamos por la arena de la playa, buceamos en el mar o contemplamos algunos monumentos construidos con roca caliza, quizás ignoremos que en todos estos lugares existe un mundo de caprichosos diseños, formado por pequeñas criaturas marinas. Los foraminíferos son joyas en miniatura que aparecieron en nuestro planeta hace unos 500 millones de años y sus descendientes han llegado hasta nosotros, poblando mares y océanos, desde los polos hasta el ecuador, y desde las zonas litorales hasta los fondos oceánicos.
En ocasiones estos organismos aparecen en los lugares más insospechados -sus fósiles forman parte de construcciones tan famosas como las pirámides de de Egipto-, y es que las conchas de estos habitantes del antiguo mar de Tethys, que se acumularon durante millones de años hasta formar rocas calizas, han sido empleadas desde tiempos inmemoriales como material de construcción; en la pirámide de Guiza, por ejemplo, puede verse uno de los ejemplares de mayor tamaño del denominado Nummulites gizehensis (del latín nummulus ‘pequeña moneda’), un género de foraminíferos extintos, que vivió durante el Mioceno medio, cuando toda aquella región era un gran arrecife coralino.
Los foraminíferos son protozoos, seres unicelulares eucariotas, que a pesar de tener una única célula pueden ser extremadamente complejos en funciones y estructura interna. Serían una especie de amebas con conchas. Su caparazón, normalmente de carbonato cálcico, está constituido por cámaras interconectadas por poros llamados forámenes (foramina), característica que les da su nombre. Pueden encontrarse en todos los ambientes marinos (litorales, neríticos y pelágicos) y son organismos fundamentales en la red trófica de todos los mares del planeta, pero, además, poseen un enorme interés científico, pues ayudan a los investigadores no solo a desentrañar cómo eran los océanos y sus ecosistemas en el pasado, sino también a inferir las condiciones ambientales actuales.

Poema a Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian murió en Ámsterdam el 13 de enero de 1717 y fue enterrada unos días más tarde, el 17 de enero, en lo que entonces era el cementerio Leidse Kerkhof, en el centro de la ciudad. Persiste el mito de la tumba de indigente, pero la inscripción en el registro funerario es clara: Maria Sibylla Merian invirtió cuatro florines antes de morir para que 14 portadores del féretro la condujeran a su última morada. El cementerio donde fue inhumada se cerró en 1866.
En su memoria, he escrito un poema para una lápida imaginaria, donde pueda reposar con todas las criaturas que tanto amó. Si viviera hoy en día, Merian visitaría los cementerios para observar a las mariposas y dibujar su fragilidad. Recientes estudios han constatado que estos espacios son los últimos refugios para muchas especies de flora y fauna, reconociendo su papel como protectores de la biodiversidad. El limbo de no sepultura de Sibylla Merian ha sido la inspiración para este poema.

Mariposas en el limbo

A Sibylla Merian

Cuando la luz extiende sus alas entre las mariposas,
las medioluto del norte
vuelan hasta el cementerio de Leidse
guiadas por la Parca.
Las lanzas del lirio guerrero
custodian una lápida sin nombre,
donde las flores de centaura parpadean
atrayendo a las errantes.
Las escamas flotan,
como povisas de nieve sobre el mármol,
descienden lentamente y se posan,
dibujando un damero para Sibylla Merian.

Anochece, en el santuario de difuntos sin nombre,
las polillas lunares funden sus alas
con el liquen de las alas de los ángeles
y las pavones gigantes vigilan en la oscuridad
la tumba donde centellean las luciérnagas,
adornada con una diadema de destellos luminosos.

Los que llamaban engendros del Averno
acuden a su reunión secreta con las plantas.
Selenias y saturnias alzan vuelo,
agitan la memoria de la noche
despertando el sueño de las flores;
son fantasmas que arrebatan con el polen
imágenes oníricas
para que Sibylla Merian las pinte en sus estampas,
-de la natividad a la resurrección-
«La oruga, maravillosa transformación y extraña alimentación floral»

Línea a línea, con un trazo suave,
tan frágil como el polvo de sus alas,
las bestias mutan en criaturas celestiales
sobre el pergamino.
Merian las amaba,
sabía que no eran entelequias,
«Todas las orugas emergen de sus huevos».
A veces las nutría,
anotaba sus costumbres,
observaba los sudarios de seda suspendidos de los árboles,
los cofres colgando como extraños frutos de los tallos,
descubría mandorlas enterradas en el suelo o entre hojas.
Crisálidas esperando a que la luz revele
los colores impresos en sus genes.

Sibylla Merian, la iluminadora de las mariposas

«En mi juventud me dediqué a buscar insectos. Empecé con los gusanos de seda de mi ciudad natal de Fráncfort. Después establecí que a partir de otras orugas se desarrollaban muchas de las bellas mariposas diurnas, como lo hacen los gusanos de seda. Esto me llevó a recoger todas las orugas que podía encontrar para observar su transformación».
Uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza es la metamorfosis que, en algunas criaturas como la mariposa, es espectacular. La transformación que experimentan no es exclusiva de estos animales, ocurre en muchos otros, pero en el caso de las mariposas es de tipo completo produciéndose grandes cambios fisiológicos y estructurales, que van desde el nacimiento hasta que alcanzan su madurez. Las cuatro etapas de este proceso (huevo, larva, crisálida e imago) han sido objeto de todo tipo de especulaciones dando pie a las más variadas creencias y concepciones místicas.
El Renacimiento trajo consigo avances notables de la mano de los naturalistas que comenzaron a alejarse de la dimensión simbólica de los insectos y a describirlos, sentando las bases de la entomología moderna. Gracias a sus observaciones y a las de siglos posteriores se comenzó a conocer cómo era la metamorfosis de muchas espacies.
Una de las figuras más notables en este campo es la de la naturalista y pintora alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717) que dedicó toda su vida al estudio de los insectos, especialmente de las mariposas. «Cuando me di cuenta de que las mariposas y las polillas se desarrollaban más deprisa que otras orugas, recogí todas las orugas que pude encontrar para observar su metamorfosis», escribió sobre de su trabajo. «Me retiré de la sociedad humana y me dediqué exclusivamente a estas investigaciones. Además, aprendí el arte de dibujar para poder trazarlas y describirlas tal como son en la naturaleza».
Pero, además de la metamorfosis, Merian también añadió numerosos detalles de la evolución y vida de los insectos, mostrando, por ejemplo, como cada oruga depende de ciertas plantas para su alimentación y que este es el motivo por el que ponen los huevos cerca de ellas.
Tras perder a su padre a los tres años de edad, se educó con su padrastro, el artista Jakon Marell, que le enseñó pintura, dibujo y grabado y con 13 años ya realizaba imágenes de las plantas e insectos que observaba. A los 18 años contrajo matrimonio con el arquitecto y pintor Johann Andreas Graff y se trasladó a Nuremberg, donde siguió con sus observaciones e ilustraciones, centrando su investigación en las mariposas y dibujando detalladamente su metamorfosis. Estos apuntes serían la base de su libro La oruga, su maravillosa transformación y su extraña alimentación con flores, en el que reúne una serie de grabados que ilustra una gran variedad de ejemplares botánicos.
Pero la parte más apasionante de su investigación comenzó en 1685, cuando tras separarse de su marido emprendió un viaje en solitario de investigación y observación de la naturaleza que la llevaría a Surinam, en la Guayana holandesa, para estudiar las plantas, frutos e insectos de la región y enriquecer su investigación y su obra gráfica. Viajó acompañada de una de sus hijas y se dedicó en cuerpo y alma a dibujar insectos y plantas autóctonos hasta que la malaria la obligó a volver a Europa.
Los viajes científicos eran bastantes desconocidos en esta época y sus contemporáneos, por supuesto hombres, cuando se desplazaban a las colonias era para hacer colecciones o para instalarse y prosperar. Ninguna mujer iba a la otra punta del mundo a estudiar animales y su proyecto fue considerado una excentricidad. Merian recolectaba orugas, las alimentaba con las hojas de las plantas donde las encontraba y observaba su transformación, comprobando que dos que parecían idénticas, tras la metamorfosis, eran muy distintas (dimorfismo sexual). Realizaba sus exploraciones acompañada por nativos que le contaban todo lo que sabían de los animales y las plantas (nombres, usos medicinales…), en una de las láminas de este libro dedicada a la planta Flos Pavonis (Caesalpinia pulcherrima) comenta que «Los los esclavos la emplean para no tener hijos».
«He creado la primera clasificación de todos los insectos con crisálida, las capillas que vuelan de día y las lechuzas, que vuelan de noche. La segunda clasificación es para los gusanos, orugas, moscas y abejas. Conservé los nombres de plantas, ya que eran utilizados en América por los habitantes y los indios».
A su vuelta de Surinam, publicó su obra magna Metamorphosis Insectorum Surinamensium, en holandés y latín, un tratado con el que estableció los fundamentos de la entomología moderna, además de presentar especies desconocidas para naturalistas europeos. Pero sus estudios no fueron aceptados por la comunidad científica de la época. Maria Sibylla Merian continuó observando la naturaleza y dando clases de dibujo hasta poco antes de su muerte pues sus publicaciones no le daban para vivir.
Sus años de investigadora la convirtieron en la primera naturalista enfocada por completo en la transformación de los insectos. Su clasificación de las mariposas de Surinan es utilizada aún hoy en día. Desafortunadamente, su trabajo fue ignorado durante muchos años. En Alemania, la trayectoria de la entomóloga fue reconocida públicamente en el siglo XX. Además del interés científico, sus dibujos son considerados como obras de arte y coleccionados por aficionados de todo el mundo.
El poema dedicado a la naturalista Maria Sibylla Meria participa en el tema Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia de Hypatiacafe @hypatiacafe.

ENLACES DE INTERÉS
María Sybilla Merian: conquistadora de lo imposible de Alejandra Olguín.
Maria Sibylla Merian, una valiente entomóloga, de Carolina Martínez Pulido, publicado en Mujeres con ciencia.
Maria Sibylla Merian, intrepid traveler, de Theresa Thompson

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Poem to Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian died in Amsterdam on January 13, 1717 and was buried a few days later, on January 17, in what was then the Leidse Kerkhof in the center of the city. The myth of the pauper’s grave persists, but the inscription in the burial register is clear: Maria Sibylla Merian invested four guilders before her death for 14 pallbearers to carry her to her final resting place. The cemetery where she was buried was closed in 1866.
In her memory, I have written a poem for an imaginary tombstone, where she can rest with all the creatures she loved so dearly. If she were alive today, Merian would visit cemeteries to observe butterflies and sketch their fragility. Recent studies have found that these spaces are the last refuges for many species of flora and fauna, recognizing their role as protectors of biodiversity. Sibylla Merian’s no-burial limbo has been the inspiration for this poem.

Butterfly limbo

When the light spreads its wings among the butterflies,
the northern half- mourner fly to
the Leidse cemetery
guided by the Reaper.
The lances of the warrior lily
guard a tombstone without a name,
where the centaury flowers flicker
attracting the wandering ones.
The scales float,
like snow povises on marble,
slowly descend and land,
drawing a checkerboard for Sibylla Merian.

Night falls, in the shrine of the nameless dead,
moon moths fuse their wings
with the lichen of the angels’ wings
and the giant peacocks keep watch in the darkness
the tomb where the fireflies sparkle
adorned with a tiara of luminous flickers.

Those they called the begets of the Avernus
come to their secret meeting with the plants.
Selenies and saturnias take flight,
shake the memory of the night
awakening the dream of the flowers;
They are ghosts that snatch with the pollen
dreamlike images
for Sibylla Merian to paint in her prints,
–from the Nativity to the Resurrection-
The Caterpillar’s marvelous transformation and strange floral food.

Line by line, with a soft stroke,
as fragile as the dust on its wings,
the beasts mutate into celestial creatures
on the parchment.
Merian loved them,
she knew they were not entelechies,
«All caterpillars emerge from their eggs
Sometimes she nurtured them,
noted down their habits,
She watched the silk shrouds suspended from the trees,
the chests hanging like strange fruits from the stems,
She discovered mandorlas buried in the ground or among leaves.
Crysalides waiting for the light to reveal
the colors imprinted in their genes.

Marianne Moore, poemas

Marianne Moore_ pangolin_ animales

Una medusa

Visible, invisible,
un talismán fluctuante,
una amatista teñida de ámbar
la habita; tu brazo
se acerca, y
se abre y
se cierra;
Quieres
atraparla,
y se estremece;
Abandonas
el intento
se abre, y se
se cierra y tú
la alcanzas.
El azul
que la rodea
se apaga, y
se aleja flotando
de ti.

A jelly-fish

Visible, invisible,
A fluctuating charm,
An amber-colored amethyst
Inhabits it; your arm
Approaches, and
It opens and
It closes;
You have meant
To catch it,
And it shrivels;
You abandon
Your intent—
It opens, and it
Closes and you
Reach for it—
The blue
Surrounding it
Grows cloudy, and
It floats away
From you.
Marianne Moore (1887-1972) en Modern American Poetry

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Un pulpo

de hielo. Engañosamente reservado y plano,
yace «en grandeza y  masa»
bajo un mar de cambiantes dunas de nieve;
puntos de color rojo ciclamen y granate en sus definidos
seudópodos
de cristal flexible -un invento muy necesario-.
con veintiocho campos de hielo de quince a cien metros de
de espesor,
de una delicadeza inimaginable.
«Atrapando bígaros entre las grietas»
o matando presas con el aplastante rigor concéntrico de la pitón,
se balancea hacia adelante «en forma de araña
sobre sus brazos» engañosos como encajes;
su «palidez fantasmal muta
al verde metálico de un estanque estrellado de anémonas».
Los abetos, en «la magnitud de sus sistemas de raíces,
se levantan al margen de estas maniobras ‘espeluznantes de contemplar,’
austeros especímenes de nuestras familias reales americanas,
cada uno como la sombra del que está a su lado.
La roca parece frágil comparada con la oscura energía de la vida,’
Su costoso interior bermellón, ónice y azul manganeso
dejado a merced del tiempo;
«teñido transversalmente por el hierro donde el agua gotea»,
y reconocido por sus plantas y  animales.
Completando un círculo,
te han engañado haciéndote creer que has progresado,
bajo las amables agujas de los alerces
«colgadas para filtrar, no para interceptar la luz del sol»-
…encontrándose con ramitas espesas de abeto…
ajustadas al borde como un ciprés recortado
como si ninguna rama pudiera penetrar el frío sin compañía compañía»;
y los depósitos minerales de oro y plata que se esconden el Espejo de la Cabra…
esa depresión que parece los dedos de una mujer con la forma del pie humano
izquierdo,
que nos inclina a su favor
antes de que hayamos tenido tiempo de ver las otras;
su color añil, verde-guisante, azul-verdoso, y turquesa,
de cien a doscientos pies de profundidad,
se funden en manchas irregulares en medio del lago…
donde, como ráfagas de tormenta
borrando las sombras de los abetos, el viento forma líneas
de ondulaciones».
¿Qué lugar podría tener el mismo mérito
para osos, alces, ciervos, lobos, cabras y patos?
Conquistada por sus antepasados,
esta es la propiedad del exigente puercoespín,
y de la rata «deslizándose hacia su madriguera en el pantano
o deteniéndose en lo alto para oler el brezo»;
de los «castores prudentes
que construyen desagües que parecen obra de cuidadosos hombres con palas».
y de los osos inspeccionando inesperadamente
los hormigueros y los arbustos de bayas.
Compuesto de gemas de calcio y pilares de alabastro,
topacio, cristales de turmalina y cuarzo amatista,
su guarida se encuentra en algún lugar, oculta en la confusión
de «bosques azules mezclados con mármol, jaspe y ágata
como si todas las canteras hubieran sido dinamitadas».
Y más arriba, en una posición de ciervo acorralado
como un fragmento centelleante de estas terribles estalagmitas,
se encuentra la cabra,
su ojo fijo en la cascada de agua que nunca parece caer-
una madeja sin fin mecida por el viento,
inmune a la fuerza de gravedad en la perspectiva de los picos.
Un antílope especial
aclimatado a «grutas de las que salen corrientes de aire penetrantes
que te hacen preguntarte de dónde has venido».
se mantiene firme
en acantilados del color de las nubes, de vapor blanco petrificado.
Patas, ojos, hocico y cuernos negros, grabados en deslumbrantes campos de hielo,
y el cuerpo de armiño sobre el pico de cristal;
el sol encendiendo su lomo como acetileno,
tiñéndolo de blanco.
Sobre este antiguo pedestal,
«una montaña con  líneas elegantes que muestran que es un volcán».
Su cima un cono completo como el del Fujiyama
hasta que una explosión lo voló.
Se distingue por una belleza
de la que «el visitante nunca se atreve a hablar en casa
por miedo a ser apedreado por mentiroso».
Big Snow Mountain es el hogar de gran diversidad de criaturas:
los que «se han hospedado en hoteles
pero que ahora se alojan en campamentos, porque lo prefieren»;
el guía de montaña que antaño fue trampero,
con dos pares de pantalones, el exterior más viejo,
desgastándose lentamente desde los pies hasta las rodillas»;
«la ardilla listada de nueve rayas
corriendo con una agilidad impropia de un mamífero a lo largo de un tronco»;
el mirlo acuático
con «su pasión por los rápidos y las cascadas de agua a gran presión».
Edificando su nido bajo el arco de algún pequeño Niágara;
la perdiz coliblanca «en invierno, de un blanco sólido,
alimentándose de campanillas de brezo y alforfón alpino»;
y las once águilas del oeste,
«aficionadas a la fragancia primaveral y a los colores invernales».
acostumbradas a la acción desinteresada de los glaciares
y a «varias horas de helada cada noche de verano».
‘Da gusto contemplarlas, ¿verdad?
¿dichosas sin ver nada?
Encaramados sobre lava traicionera y piedra pómez-
esas chimeneas y cuchillas desajustadas
que especifican «nombres y direcciones de las personas a avisar
en caso de desastre
oyen el rugido del hielo y supervisan el agua
serpenteando lentamente por los acantilados,
la carretera «trepando como el hilo
que forma el surco alrededor de una concha de caracol,
doblándose una y otra vez hasta que termina, donde empieza la nieve».
Aquí no hay «nostalgia deliberada de ojos abiertos
entre los cantos hundidos en las ondas y el agua blanca
donde «cuando oyes la mejor música salvaje del bosque
seguro que se trata de una marmota».
la víctima en algún pequeño observatorio
«una lucha entre la curiosidad y la cautela».
preguntando qué la ha asustado:
una piedra de la morrena que desciende a saltos,
otra marmota, o los ponis moteados con ojos de cristal,
criados con hierba y flores escarchadas
y rápidos tragos de agua helada.
Domesticados, nadie sabe cómo, les han enseñado a escalar la montaña,
con hombres de negocios que necesitan divertirse
trescientos sesenta y cinco días festivos al año,
estos caballitos de llamativas manchas son peculiares;
difíciles de distinguir entre abedules, helechos y nenúfares,
lirios blancos, pinceles indios,
orejas de oso y colas de gato,
y cabalgatas en miniatura de hongos sin clorofila…
engrandecidas de perfil en los lechos de musgo como piedras lunares en el agua;
la cabalgata de percal compitiendo
con la original colección americana de estilos
entre las flores blancas del rododendro que coronan
hojas rígidas
sobre las que la humedad trabaja su alquimia,
y rápidos tragos de agua helada.
transmutando el verdor en ónice.
Como almas felices en el infierno, disfrutando de dificultades mentales,
los griegos
se divertían con un comportamiento delicado
porque era «tan noble y justo»;
sin práctica en adaptar su inteligencia
a trampas para águilas y raquetas de nieve,
a bastones de montaña y otros juguetes ideados por aquellos
«atentos para aprovechar los placeres estimulantes».
Arcos, flechas, remos y palas, para los que los árboles proporcionan la
madera,
en los nuevos países más elocuentes que ningún otro…
reforzando la afirmación, esencialmente humana,
‘el bosque proporciona madera para las viviendas y con su belleza
estimula la fuerza moral de sus ciudadanos».
A los griegos les gustaba la tranquilidad, desconfiaban de lo que estaba oculto
de lo que no se veía claramente,
concluyendo con benévola contundencia,
«las complejidades seguirán siendo complejidades
mientras el mundo sea mundo»;
atribuyendo lo que torpemente llamamos felicidad,
a «un accidente o una cualidad,
una sustancia espiritual o a la misma alma,
un acto, una disposición o un hábito,
o un hábito infundido, al que el alma ha sido persuadida,
o algo distinto de un hábito, un poder’-
un poder como el que tenía Adán y del que aún carecemos.
‘Emocionalmente sensibles, sus corazones eran duros’;
su sabiduría era remota
de la de estos extraños oráculos de frío sarcasmo oficial,
en este coto de caza
donde ‘armas, redes, jábegas, trampas y explosivos,
los vehículos de alquiler, el juego y los estupefacientes están prohibidos;
los desobedientes son expulsados de forma sumaria
y no se les permite regresar sin un permiso por escrito».
Es evidente
que es espantoso tener miedo de todo;
que uno debe hacer lo que se le dice
y comer arroz, ciruelas, dátiles, pasas, galletas y tomates.
Esta flor fósil concisa sin un escalofrío,
intacta cuando se corta,
condenada por su sacrosanta lejanía…
como Henry James «condenado por el público por su decoro»;
no decoro, sino moderación;
es el amor por las cosas difíciles
el que las rechaza y las desgasta, un público que no simpatiza
con la pulcritud.
Pulcritud en el acabado, pulcritud de lo acabado.
Implacable precisión es la naturaleza de este pulpo
con su capacidad para los hechos.
«Arrastrándose lentamente con sigilo meditado,
sus tentáculos parecen acercarse desde todas las direcciones,’
nos recibe bajo vientos que «despedazan la nieve
y la lanzan como un chorro de arena
arrancando ramas y cortezas sueltas de los árboles».
¿Es ‘árbol’ la palabra adecuada para estas cosas
¿»pegadas en el suelo como lianas»?
algunos «doblados en un semicírculo con las ramas hacia un lado
parecen plumeros de polvo, mas que árboles;
otros encuentran fuerza en la unión, formando pequeños surcos achaparrados
sus aplanados tapetes de ramas se encogían tratando de escapar’
de la dura montaña ‘pensada para el hielo y pulida por el viento’-
el volcán blanco sin cara donde sople el viento
el relámpago destellando en su base,
la lluvia que cae en los valles y la nieve que cae en la cima-
el pulpo de cristal simétricamente puntiagudo
su tentáculo cortado por la avalancha
con un sonido como el del chasquido de un rifle,
bajo una cortina de nieve en polvo lanzada como una cascada».

«En 1922, Marianne Moore hizo el primero de dos viajes a Bremerton, Washington, para pasar largas temporadas de verano con su hermano. En el primer viaje, la familia viajó hasta Paradise Park, en el monte Rainier, para pasar la noche. Moore fotografió el espectacular glaciar Nisqually y tomó primeros planos de flores alpinas. Ella y su hermano se unieron a un grupo de excursionistas y subieron hasta las cuevas de hielo, la mayor distancia que los visitantes pueden alcanzar sin equipo completo de escalada.
De vuelta en Nueva York, Moore empezó un largo poema sobre Adán y Eva en el paraíso, pero pronto lo dividiría en «Matrimonio» y «Un pulpo». Sus notas de trabajo la muestran en el proceso de hacer esa división». The Road to Paradise: First Notes on Marianne Moore’s «An Octopus» by Patricia C. Willis

A octopus
of ice. Deceptively reserved and flat,
it lies ‘in grandeur and in mass’
beneath a sea of shifting snow-dunes;
dots of cyclamen-red and maroon on its clearly defined
pseudo-podia
made of glass that will bend–a much needed invention–
comprising twenty-eight ice-fields from fifty to five hundred
feet thick,
of unimagined delicacy.
‘Picking periwinkles from the cracks’
or killing prey with the concentric crushing rigor of the python,
it hovers forward ‘spider fashion
on its arms’ misleading like lace;
its ‘ghostly pallor changing
to the green metallic tinge of an anemone-starred pool.’
The fir-trees, in ‘the magnitude of their root systems,’
rise aloof from these maneuvers ‘creepy to behold,’
austere specimens of our American royal families,
‘each like the shadow of the one beside it.
The rock seems frail compared with the dark energy of life,’
its vermilion and onyx and manganese-blue interior expensiveness
left at the mercy of the weather;
‘stained transversely by iron where the water drips down,’
recognized by its plants and its animals.
Completing a circle,
you have been deceived into thinking that you have progressed,
under the polite needles of the larches
‘hung to filter, not to intercept the sunlight’–
met by tightly wattled spruce-twigs
‘conformed to an edge like clipped cypress
as if no branch could penetrate the cold beyond its company’;
and dumps of gold and silver ore enclosing The Goat’s Mirror–
that lady-fingerlike depression in the shape of the left human
foot,
which prejudices you in favor of itself
before you have had time to see the others;
its indigo, pea-green, blue-green, and turquoise,
from a hundred to two hundred feet deep,
‘merging in irregular patches in the middle of the lake
where, like gusts of a storm
obliterating the shadows of the fir-trees, the wind makes lanes
of ripples.’
What spot could have merits of equal importance
for bears, elks, deer, wolves, goats, and ducks?
Pre-empted by their ancestors,
this is the property of the exacting porcupine,
and of the rat ‘slipping along to its burrow in the swamp
or pausing on high ground to smell the heather’;
of ‘thoughtful beavers
making drains which seem the work of careful men with shovels,’
and of the bears inspecting unexpectedly
ant-hills and berry-bushes.
Composed of calcium gems and alabaster pillars,
topaz, tourmaline crystals and amethyst quartz,
their den in somewhere else, concealed in the confusion
of ‘blue forests thrown together with marble and jasper and agate
as if the whole quarries had been dynamited.’
And farther up, in a stag-at-bay position
as a scintillating fragment of these terrible stalagmites,
stands the goat,
its eye fixed on the waterfall which never seems to fall–
an endless skein swayed by the wind,
immune to force of gravity in the perspective of the peaks.
A special antelope
acclimated to ‘grottoes from which issue penetrating draughts
which make you wonder why you came,’
it stands it ground
on cliffs the color of the clouds, of petrified white vapor–
black feet, eyes, nose, and horns, engraved on dazzling ice-fields,
the ermine body on the crystal peak;
the sun kindling its shoulders to maximum heat like acetylene,
dyeing them white–
upon this antique pedestal,
‘a mountain with those graceful lines which prove it a volcano,’
its top a complete cone like Fujiyama’s
till an explosion blew it off.
Distinguished by a beauty
of which ‘the visitor dare never fully speak at home
for fear of being stoned as an impostor,’
Big Snow Mountain is the home of a diversity of creatures:
those who ‘have lived in hotels
but who now live in camps–who prefer to’;
the mountain guide evolving from the trapper,
‘in two pairs of trousers, the outer one older,
wearing slowly away from the feet to the knees’;
‘the nine-striped chipmunk
running with unmammal-like agility along a log’;
the water ouzel
with ‘its passion for rapids and high-pressured falls,’
building under the arch of some tiny Niagara;
the white-tailed ptarmigan ‘in winter solid white,
feeding on heather-bells and alpine buckwheat’;
and the eleven eagles of the west,
‘fond of the spring fragrance and the winter colors,’
used to the unegoistic action of the glaciers
and ‘several hours of frost every midsummer night.’
‘They make a nice appearance, don’t they,’
happy see nothing?
Perched on treacherous lava and pumice–
those unadjusted chimney-pots and cleavers
which stipulate ‘names and addresses of persons to notify
in case of disaster’–
they hear the roar of ice and supervise the water
winding slowly through the cliffs,
the road ‘climbing like the thread
which forms the groove around a snail-shell,
doubling back and forth until where snow begins, it ends.’
No ‘deliberate wide-eyed wistfulness’ is here
among the boulders sunk in ripples and white water
where ‘when you hear the best wild music of the forest
it is sure to be a marmot,’
the victim on some slight observatory,
of ‘a struggle between curiosity and caution,’
inquiring what has scared it:
a stone from the moraine descending in leaps,
another marmot, or the spotted ponies with glass eyes,
brought up on frosty grass and flowers
and rapid draughts of ice-water.
Instructed none knows how, to climb the mountain,
by business men who require for recreation
three hundred and sixty-five holidays in the year,
these conspicuously spotted little horses are peculiar;
hard to discern among the birch-trees, ferns, and lily-pads,
avalanche lilies, Indian paint-brushes,
bear’s ears and kittentails,
and miniature cavalcades of chlorophylless fungi
magnified in profile on the moss-beds like moonstones in the water;
the cavalcade of calico competing
with the original American menagerie of styles
among the white flowers of the rhododendron surmounting
rigid leaves
upon which moisture works its alchemy,
transmuting verdure into onyx.

‘Like happy souls in Hell,’ enjoying mental difficulties,
the Greeks
amused themselves with delicate behavior
because it was ‘so noble and fair’;
not practised in adapting their intelligence
to eagle-traps and snow-shoes,
to alpenstocks and other toys contrived by those
‘alive to the advantage of invigorating pleasures.’
Bows, arrows, oars, and paddles, for which trees provide the
wood,
in new countries more eloquent than elsewhere–
augmenting the assertion that, essentially humane,
‘the forest affords wood for dwellings and by its beauty
stimulates the moral vigor of its citizens.’
The Greeks liked smoothness, distrusting what was back
of what could not be clearly seen,
resolving with benevolent conclusiveness,
‘complexities which still will be complexities
as long as the world lasts’;
ascribing what we clumsily call happiness,
to ‘an accident or a quality,
a spiritual substance or the soul itself,
an act, a disposition, or a habit,
or a habit infused, to which the soul has been persuaded,
or something distinct from a habit, a power’–
such power as Adam had and we are still devoid of.
‘Emotionally sensitive, their hearts were hard’;
their wisdom was remote
from that of these odd oracles of cool official sarcasm,
upon this game preserve
where ‘guns, nets, seines, traps, and explosives,
hired vehicles, gambling and intoxicants are prohibited;
disobedient persons being summarily removed
and not allowed to return without permission in writing.’
It is self-evident
that it is frightful to have everything afraid of one;
that one must do as one is told
and eat rice, prunes, dates, raisins, hardtack, and tomatoes
this fossil flower concise without a shiver,
intact when it is cut,
damned for its sacrosanct remoteness–
like Henry James ‘damned by the public for decorum’;
not decorum, but restraint;
it is the love of doing hard things
that rebuffed and wore them out–a public out of sympathy
with neatness.

Neatness of finish! Neatness of finish!
Relentless accuracy is the nature of this octopus
with its capacity for fact.
‘Creeping slowly as with meditated stealth,
its arms seeming to approach from all directions,’
it receives one under winds that ‘tear the snow to bits
and hurl it like a sandblast
shearing off twigs and loose bark from the trees.’
Is ‘tree’ the word for these things
‘flat on the ground like vines’?
some ‘bent in a half circle with branches on one side
suggesting dust-brushes, not trees;
some finding strength in union, forming little stunted grooves
their flattened mats of branches shrunk in trying to escape’
from the hard mountain ‘planned by ice and polished by the wind’–
the white volcano with no weather side;
the lightning flashing at its base,
rain falling in the valleys, and snow falling on the peak–
the glassy octopus symmetrically pointed,
its claw cut by the avalanche
‘with a sound like the crack of a rifle,
in a curtain of powdered snow launched like a waterfall.’

Marianne Moore nació el 15 de noviembre de 1887 en St Louis (Missouri) y murió en Nueva York el 5 de febrero de 1972. Estudió Biología en Bryn Mawr, y posteriormente se trasladó a Nueva York, donde residiría hasta su muerte. Allí entabló amistad con William C. Williams y Ezra Pound, integrantes del grupo de poetas modernistas. Además de sus libros de poemas, publicó obras en prosa y algunas traducciones.

Marianne Moore Collection
Las colecciones literarias del Rosenbach incluyen prácticamente todos los manuscritos y papeles de la poeta modernista Marianne Moore (1887-1972), así como su biblioteca personal, miles de fotografías y el contenido de su salón de Greenwich Village, lo que convierte al Rosenbach en el centro para el estudio de esta importante escritora estadounidense. La Colección Moore es un depósito literario único, que conserva intacto un registro exhaustivo del desarrollo intelectual de un escritor. El Rosenbach se ha convertido en un lugar de peregrinación para estudiantes y amantes del arte y la literatura estadounidenses del siglo XX, y los papeles de Moore son el corazón de esta colección. Su gran significancia para la historia del crecimiento artístico e intelectual de Moore, así como el de sus coetáneos, entre ellos Ezra Pound, T.S. Eliot, H.D., Elizabeth Bishop, William Carlos Williams, Wallace Stevens y muchos más, ha hecho de los papeles de Moore un recurso tan importante y tan utilizado.

Poema a Alan Turing

Turing_morfogenesis

Las rayas del tigre, de la cebra o del pez ángel, las manchas del guepardo o la jirafa… El capricho de los estampados nos fascina, pero ¿cómo se forman los patrones espaciales en la piel de algunos animales? ¿Qué fórmulas subyacen bajo la azarosa belleza de los pigmentos?
La generación de todos estos patrones cromáticos caprichosos ¿son fenómenos emergentes sensibles a las condiciones iniciales? ¿interactúan las células pigmentarias sin un control centralizado coordinado, autoorganizándose para crear estas maravillas estéticas?

A veces el álgebra fascina al ADN.

A Alan Mathison Turing

La tristeza,
singular como las rayas de la cebra,
arruga las fronteras en los mapas.
Embelesa la pupila,
la amolda a la curva suave de las dunas.
Arrastra hasta el pelaje
el trazado sinuoso de los deltas,
la línea de la costa.
El oro de los tigres,
la plata de los gatos,
el azabache del pez ángel
fluye en ecuaciones,
sedimenta en los genes,
se dispersa en desiertos felinos.
Todos los pigmentos de trazos singulares
en pieles del paisaje,
en paisajes de piel.
Tigres imitando los surcos de la arena,
archipiélagos copiando las escamas,
jirafas cartógrafas con mapas de las Cícladas,
Polinesia emergiendo en el lomo del guepardo.
A veces el álgebra fascina al ADN.

El matemático Alan Turing, conocido sobre todo por sus contribuciones a la ciencia de la computación y la inteligencia artificial, dedicó los últimos años de su vida a investigar la interacción entre la naturaleza y las matemáticas, buscando una teoría que explicara cómo los organismos adquieren sus formas complejas. Los resultados aparecen en el artículo «The Chemical Basis of Morphogenesis» (Las bases químicas de la morfogénesis) en el que proponía un modelo matemático para explicar cómo se forman los patrones en los organismos biológicos.
Este trabajo pionero fue el inicio de toda una línea de investigación que busca entender cómo funcionan los mecanismos de la naturaleza encontrando ecuaciones que los describan. No sólo revolucionó la comprensión en biología, sino que el modelo ha sido el germen para ayudar a descifrar la formación de patrones en sistemas vivos o en sistemas inertes, tan variados como las dunas de arena, los círculos de hadas.
El enfoque de Turing fue osado y durante décadas su estudio fue olvidado y pasó bastante desapercibido. Actualmente, desde un abordaje transversal e interdisciplinar, que involucra biología, química, física y matemáticas, la ciencia ha ampliado el marco abstracto de su teoría y el legado se ramifica con aplicaciones en infinidad de sistemas.

Morfogénesis

Al final de su vida Turing inició una nueva línea de estudio, todavía más rompedora que la de la computación , sintetizando las matemáticas con la biología. El científico buscó explicar cómo aparecen estructuras y formas de manera espontánea en distintos sistemas físicos, químicos y biológicos, centrándose en cuestiones como la formación de patrones en la piel de los vertebrados, por ejemplo las rayas de las cebras o las manchas de los tigres, introduciendo ecuaciones diferenciales de reacción-difusión.
Con este modelo matemático describía su formación a partir de una sustancia imaginada a la que denominaba morfógeno, aunque este tipo de sustancias no serían descubiertas en laboratorio hasta la década de los 60.
En la introducción al trabajo, Turing describía su propósito en pocas líneas: «En esta sección se describe un modelo matemático del embrión en crecimiento. Este modelo será una simplificación y una idealización, y por consiguiente una falsificación. Cabe esperar que las propiedades en las que se centra la discusión sean las más importantes en el estado actual del conocimiento».
La morfogénesis es, en cierta forma, el principio que activa los mecanismos celulares y biológicos que dan forma a un organismo y, en este trabajo, Turing mostraba que la vida también puede ser expresada en términos de un código, algo que se vería un año más tarde con el descubrimiento de la molécula de ADN, pero cuando él lo planteó todavía no se sabía que las células contenían información hereditaria en sus núcleos.
En 2013 un equipo de investigadores encontró la primera prueba experimental que validaba la teoría de Turing en estructuras similares a células «Testing Turing’s theory of morphogenesis in chemical cells». Los resultados de este estudio refuerzan el carácter de genio visionario de Turing, y llevan sus investigaciones a campos interdisciplinares, que van más allá de la computación.
Aunque todavía no se conocen con detalle todos los mecanismos genéticos implicados en estos procesos, hoy se sabe que la morfogénesis no es solo responsable de la formación de patrones en la pigmentación de los seres vivos, también es responsable de la asimetría izquierda-derecha en los vertebrados, el desarrollo de las extremidades, la ramificación de los pulmones o del sistema circulatorio, entre otros.
Esta entrada es mi aportación al tema Complejidades de #polivulgadores de @hypatiacafe.

Más información:
1. La influencia de Turing en la biología. David Jou
2. Nueva teoría profundiza sobre la creación de patrones de Turing en biología
3. Bridging ecology and physics: Australian fairy circles regenerate following model assumptions on ecohydrological feedbacks
4. Plant water stress, not termite herbivory, causes Namibia’s fairy circles

Un universo de átomos, un átomo en el universo, de Richard  Feynman 

Richard Feynman_universo _atomos_ADN

Un universo de átomos, un átomo en el universo

Me detengo en la orilla del mar, solo, y comienzo a pensar.
Ahí están las olas embravecidas
montañas de moléculas
cada una ocupándose estúpidamente solo de sus propios asuntos
trillones de fragmentos
formando al unísono un oleaje blanco.

Durante eras y eras
antes de que los ojos las pudieran ver
año tras año
batiendo atronadoramente la orilla como ahora.
¿Para quién? ¿Para qué?
En un planeta muerto
sin vida a la que entretener.

Nunca en reposo
azotadas por la energía
derrochada prodigiosamente por el sol
y vertida en el espacio
Una gota hace rugir el mar.

En la profundidad del océano
todas las moléculas repiten los patrones
hasta que se forman otras nuevas más complejas.
Creando otras a su semejanza
y comienza una nueva danza.

Crecen en tamaño y complejidad
seres vivos
masas de átomos
ADN, proteínas
danzando en un patrón cada vez más intrincado.

Fuera de la cuna
en tierra firme
aquí están de pie:
átomos con conciencia;
materia con curiosidad.

Detenidos frente al mar,
se maravillan ante el asombro: Yo
un universo de átomos
un átomo en el universo.
Richard Feynman, poema incluido en The Value of Science (1955)

A Universe of Atoms, An Atom In The Universe

I stand at the seashore, alone, and start to think.
There are the rushing waves
mountains of molecules
each stupidly minding its own business
trillions apart
yet forming white surf in unison.

Ages on ages
before any eyes could see
year after year
thunderously pounding the shore as now.
For whom, for what?
On a dead planet
with no life to entertain.

Never at rest
tortured by energy
wasted prodigiously by the sun
poured into space
A mite makes the sea roar.

Deep in the sea
all molecules repeat
the patterns of one another
till complex new ones are formed.
They make others like themselves
and a new dance starts.

Growing in size and complexity
living things
masses of atoms
DNA, protein
dancing a pattern ever more intricate.

Out of the cradle
onto dry land
here it is
standing:
atoms with consciousness;
matter with curiosity.

Stands at the sea,
wonders at wondering: I
a universe of atoms
an atom in the universe.

En 1952, un estudiante llamado Stanley Miller propuso a Harold Urey, su entonces director en la universidad de Chicago, la realización de un experimento que intentara simular las condiciones químicas y ambientales de la Tierra primitiva, para ver si estas podían dar lugar a moléculas orgánicas. Cuando analizaron los residuos producidos, detectaron un total de cinco aminoácidos. Posteriores exámenes permitieron identificar hasta 11 aminoácidos, todos importantes para la vida. Este poema, fue escrito por el físico estadounidense Richard Feynman, en 1955, después de la realización del experimento Miller-Urey.

Feynman_universo_copa_vino

El universo en un vaso de vino

Un poeta dijo una vez: «Todo el universo está en un vaso de vino». Probablemente nunca sabremos en qué sentido lo dijo, porque los poetas no escriben para que se les entienda. Pero lo cierto es que si miramos un vaso de vino con suficiente atención veremos el universo entero. Hay cosas de la física: el líquido que se agita y se evapora según el viento y el tiempo, los reflejos en el cristal, y nuestra imaginación añade los átomos. El cristal es una destilación de las rocas de la Tierra, y en su composición vemos los secretos de la edad del universo y la evolución de las estrellas. ¿Qué extraño conjunto de sustancias químicas hay en el vino? ¿Cómo se formaron? Están los fermentos, las enzimas, los sustratos y los productos. En el vino se encuentra la gran generalización: toda la vida es fermentación. Nadie puede descubrir la química del vino sin descubrir, como hizo Louis Pasteur, la causa de muchas enfermedades. ¡Qué brillante es el vino clarete, imprimiendo su presencia en la conciencia que lo observa! Si nuestras pequeñas mentes, por comodidad, dividen este vaso de vino, este universo, en partes -física, biología, geología, astronomía, psicología….-, ¡recuerden que la naturaleza no lo conoce! Unamos todo de nuevo, sin olvidar cuál es su propósito. Que nos proporcione un último placer: ¡beberlo y olvidarlo todo!

Richard  Feynman, The Relation of Physics to Other Sciences

The Universe in a Glass of Wine

A poet once said, “The whole universe is in a glass of wine.” We will probably never know in what sense he meant that, for poets do not write to be understood. But it is true that if we look at a glass of wine closely enough we see the entire universe. There are the things of physics: the twisting liquid which evaporates depending on the wind and weather, the reflections in the glass, and our imagination adds the atoms. The glass is a distillation of the earth’s rocks, and in its composition we see the secrets of the universe’s age, and the evolution of stars. What strange array of chemicals are in the wine? How did they come to be? There are the ferments, the enzymes, the substrates, and the products. There in wine is found the great generalization: all life is fermentation. Nobody can discover the chemistry of wine without discovering, as did Louis Pasteur, the cause of much disease. How vivid is the claret, pressing its existence into the consciousness that watches it! If our small minds, for some convenience, divide this glass of wine, this universe, into parts—physics, biology, geology, astronomy, psychology, and so on—remember that nature does not know it! So let us put it all back together, not forgetting ultimately what it is for. Let it give us one more final pleasure: drink it and forget it all!
Richard  Feynman, The Relation of Physics to Other Sciences

Brumación

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Brumación

«et mox
bruma recurrit iners».
(y pronto
retorna el inerte invierno.)
Oda 7 del libro IV de Horacio.

El solsticio de invierno se arrastra, vertebra a vertebra,
sobre el lomo de la culebra de esculapio,
la bruma resbala hasta su caja torácica y
se apodera del ritmo de la sangre,
el corazón va más lento
y la respiración se amansa.
El solsticio de invierno dilata sus pupilas,
la bruma le ablanda la piel, le dulcifica las escamas.
En una danza hipnótica la culebra de esculapio contonea la lengua,
buscando en la oscuridad la madriguera con el olor de sus hermanos.
Elena Soto

*La palabra bruma es un cultismo que procede del latín; en origen significaba ‘solsticio de invierno’ (época del año en la que los días son más cortos) y, por extensión, designa de forma poética y genérica al invierno. Las Brumales (en latín Brumalia) eran las fiestas del solsticio de invierno.

La brumación es un estado de aletargamiento que experimentan reptiles y anfibios durante el invierno o períodos prolongados de bajas temperaturas. Los animales ectotermos o de sangre fría, es decir, aquellos que no son capaces de regular su temperatura corporal, sino que dependen de fuentes de calor externas como el sol, disminuyen su actividad metabólica para ahorrar energía.

Culebra de Esculapio – Zamenis longissimus

culebra-esculapio-zamenis-longissimus-elaphe-longissima-02

Especie de gran tamaño, de aspecto esbelto y estilizado, con una cabeza estrecha y alargada. Esta culebra debe su nombre a Asclepio, dios griego (Esculapio para los romanos) de la curación y la medicina, en cuya imaginería porta un bastón con serpiente enroscada, que hoy es el símbolo de la Medicina. En cuanto a su nombre científico, el específico de longissimus  (la más larga) estaría plenamente justificado para Europa Central, ya que puede alcanzar los 2.000 mm de longitud total.

Evolución de Roald Hoffmann

EVOLUTION Roald Hoffmann

Evolución

Había escrito tres páginas
sobre lo buenos que son los insectos como químicos, citando
el atrayente sexual del gusano de seda,
y el escarabajo bombardero, rociando
peróxido de hidrógeno caliente cuando se ve amenazado.
Y estaba en mitad
de la historia del escarabajo del pino occidental,
que tiene una feromona de agregación
que llama a todos (los de su especie).
La feromona tiene tres componentes:
uno del macho, la frontalina,
otro, la exo-brevicina que emite la hembra
y un tercero abundante (ingenioso)
el mirceno con olor a brea
que imita al del pino anfitrión.
Había escrito esto la noche anterior,
dividido en renglones cortos.
Cuando me levanté el domingo y me senté a trabajar
tranquilamente, con una segunda taza de café,
el sol daba en mi escritorio.
Tenía unas flores que había recogido en la colina
en un jarrón: lupino plateado, amapolas de California,
y algunas hierbas de las que crecen por aquí.
En los tallos de la hierba las brácteas
estaban a unos pocos centímetros de distancia.
Eran cáscaras beige, finamente forradas,
su línea fijada por una espiga oscura,
más parecida a un flagelo rígido que a una espina.
Había un indicio de algo plumoso en su interior
El calor del sol había reventado algunas de las vainas
que cayeron sobre el borrador
(las palabras se perdieron en el sol) caídas
por casualidad junto a las sombras de las semillas que aún colgaban
la semilla de hierba
como saltamontes aletargados,
las patas de las espiguillas ahora dobladas
proyectaban segundas sombras todavía más finas.
Entonces te vi caminando por la colina.

Roald Hoffmann nació en 1937 en Złoczów, Polonia. Químico teórico, profesor universitario, poeta y Premio Nobel de Química en 1981.

Evolution

I had written three pages
on how insects are such good chemists, citing
the silkworm sex attractant,
and the bombardier beetle, spraying out
hot hydrogen peroxide when threatened.
And I was in the middle
of telling the story of the western pine beetle,
which has an aggregation pheromone
calling all comers (of that species).
The pheromone has three components:
one from the male, frontalin,
exo-brevicomin wafted by the female
and (ingenious) abundant
pitch-smelling myrcene
from the host pine.
I had written this the night before,
broken it down into short lines.
When I woke up Sunday and sat down to work,
quietly, with a second cup of coffee,
the sun was on my desk.
I had some flowers I had picked on the hill
in a vase: bush lupine, California poppies,
and some of the grass that grows here.
On the grass stalks the bracts
were a few centimeters apart.
They were beige, finely lined husks,
their line set by a dark spikelet,
more like a stiffened flagellum than a thorn.
A hint of something feathered inside.
The sun’s warmth had burst some of the pods,
which had fallen on the draft
(the words were lost in the sun), fallen
by chance next to the shadows of seed still hanging, and,
the grass seed
like dormant grasshoppers,
legs of now bent spikelets
cast second, finer shadows.
Then I saw you walking on the hill.

Roald Hoffmann Evolution

Otros poemas y poemarios de Roald Hoffmann

Miroslav Holub, poemas

Miroslav_Holub

En el microscopio

También aquí hay paisajes de ensueño,
lunares, abandonados.
También aquí están las masas
trabajadoras de la tierra.
Y las células, combatientes
que dan su vida
por una canción.
Aquí también hay cementerios,
la fama y la nieve.
Y oigo murmullos
la revuelta de grandes estados.

Miroslav Holub (Pilsen, República Checa, 1923- Praga, 1998)

In the Microscope

Here too are dreaming landscapes,
lunar, derelict.
Here too are the masses
tillers of the soil.
And cells, fighters
who lay down their lives
for a song.
Here too are cemeteries,
fame and snow.
And I hear murmuring,
the revolt of immense estates.

Miroslav Holub. Selected Poems, PENGUIN MODERN EUROPEAN POETS / Advisory Editor: A. Alvarez

El cabo que mató a Arquímedes

Con un solo golpe audaz
mató el círculo, la tangente
y el punto de intersección
en el infinito.

Bajo pena de
de descuartizamiento
prohibió los números
del tres en adelante.

Ahora en Siracusa
dirige una escuela de filósofos
durante otros mil años
se pone en cuclillas sobre su alabarda
y escribe:

uno dos
uno dos
uno dos
uno dos

The Corporal Who Killed Archimedes

With one bold stroke
he killed the circle, tangent
and point of intersection
in infinity.

On penalty
of quartering
he banned numbers
from three up.

Now in Syracuse
he leads a school of philosophers
for another thousand years
squats on his halberd
and writes:

one two
one two
one two
one two

Miroslav Holub, Poems Before & After: Collected English Translations

Alas

“Tenemos
la microscópica anatomía
de la ballena
esto
da
al hombre
seguridad”.
William Carlos Williams

Tenemos
un mapa del universo
para los microbios,
tenemos
un mapa de un microbio
para el universo.
Tenemos
un Gran Maestro de ajedrez
hecho de circuitos electrónicos.
Pero sobre todo
tenemos
la habilidad
de clasificar guisantes,
de tomar el agua en nuestras manos,
de buscar
el tornillo correcto
bajo el sofá
durante horas
Esto
nos da
alas.

Křídla

Máme
mikroskopickou
anatomii
velryby
to
člověku
dodává
jistoty
WILLIAM CARLOS WILLIAMS

Máme
mapu vesmíru
pro mikroby,
máme
mapu mikroba
pro vesmír.
Máme
velmistra šachu
z elektronek.
Ale hlavně
máme sílu
přebírat hrách,
přenášet vodu v dlaních,
hodiny hledat
ten pravý šroubek
pod otomanem —
To
dává
křídla.

Miroslav Holub, Slabikář, texto se basa en el Silabario publicado por la editorial Československý spisovatel de Praga en 1965.

El científico y poeta Miroslav Holub nació en Plzeň, ciudad de la actual República Checa. Se licenció en medicina en 1953 y se doctoró en el Instituto de Microbiología de la Academia Checa de Ciencias en 1958.

Patólogo clínico e inmunólogo, Holub dio prioridad a su profesión de científico. En una entrevista con Stephen Stepanchev, le dijo que la Unión de Escritores Checos le había ofrecido una paga equivalente a su salario como investigador científico para que pudiera dedicarse a la poesía durante dos años. «Pero me gusta la ciencia», dijo. «De todos modos, me temo que, si tuviera todo el tiempo del mundo para escribir  poemas, no escribiría nada». Holub comentó a Stepanchev que, para él, la ciencia y la poesía mantienen una «relación incómoda». «En los círculos científicos», dijo, «intento ocultar el hecho de que escribo versos. Los científicos tienden a desconfiar de los poetas; sienten que los poetas son, de alguna manera, irresponsables». Y admitió que su profesión también era considerada sospechosa por sus amigos literatos. Pero Holub no ve ningún conflicto real entre la ciencia y la poesía. Como científico, dice, cree en «una realidad objetiva» y odia la superstición. Pero, añade, «tengo la mente abierta a todos los fenómenos de la experiencia, incluido lo irracional».

Holub emplea a menudo metáforas científicas en sus poemas, una técnica que, aunque la considera «un riesgo», le permite «encontrar equivalentes poéticos para la nueva realidad del micromundo». Holub dijo a Stepanchev que una de las razones por las que utiliza metáforas es «para evitar las arideces del racionalismo». «La otra razón», añade, «es que me gusta el juego o la danza de las metáforas, igual que me gusta el juego de ideas en un poema. Mis poemas, por cierto, siempre comienzan con una idea, una idea obsesiva de algún tipo. … Intento conseguir efectos de suspense con mis líneas largas y tremendos énfasis con las cortas».

Holub murió en Praga en 1998.

Texto sobre Miroslav Holub tomado de la web Poetry Foundation

Las islas Mergui de Gertrud Kolmar

Las islas Mergui

Las islas Mergui son huevas.
Simiente vertida ante el muslo de la rana,
que, Birmania azul, Siam amarilla, Annam verde,
se agacha y bracea, hundiendo el pie palmeado de Malaca
en las aguas de China.

No.
Mis islas Mergui no se bañan cantando en el océano índico.
Ellas surgen del mar de la noche, emergen en silencio
de la penumbra perpetua, sin día,
protuberancias con mechones de un negro verdoso, lomos
de búfalos inmensos que en las profundidades marinas
pastan un fuco castaño.
En sus ollares bulle la espuma.
La oscuridad brama en sus flancos. Pálido fuego sin llamas,
un relámpago
escapa tembloroso del cuerno arqueado.
Se extingue…

Bajo la maleza espinosa de la cima
se acurrucan pájaros sin alas con crines de caballo,
no identificados aún por naturalista alguno.
En un calvero rocoso
el ojo dorado de luna de la serpiente gris pizarra,
enroscada, inmóvil, se yergue en la noche eterna.
Pero en las grutas calcáreas.
cuyas paredes son devoradas por los hocicos de las olas,
roídos por los dientes de las gotas,
las iguanas marinas en gala nupcial verde malaquita
celebran lúbricos esponsales,
un buitre negro con la cara pelada, de un rojo azulado,
devora un pez de aletas púrpura,
de los orificios salen, veloces, oscuras golondrinas,
con las alas pardas, terrosas, el pecho
de un violeta sombrío,
florecen corales del color del clavel y del azafrán, aspirando
ya la presa, desplegando hacia ella el abanico
de sus tentáculos,
un gran caracol se envuelve en su manto de porcelana
con manchas de leopardo.
Y dormita.

Las naves fueron dispersadas por el viento.
Dispersadas… Despedazadas… Tablas a la deriva, jirones
del mundo que porta el cincel del artesano y el lápiz
del que escribe y el arado y el peso y la balanza
del comerciante,
mil ruedas impetuosas, mil palabras farfulladas
y el dinero. Aquí, en el inconstelado, se agazapa
el mudo crepúsculo,
lejos del tierno lamento lunar, de los cantos del sol
abrasadores, resplandecientes.
La tierra sueña, envuelta en el murmullo de los belfos
goteando sal de una nodriza viejísima.
Un resplandor mate, blancuzco, medita.
Sólo animal y planta.
Extraña rata de las cavernas, que incuba un huevo
del color de la turquesa, jaspeado de gris,
belladona, cuyas bayas de tinta
sumen a quien las come en el sueño de la muerte,
durante todo un año…
pero nadie se molesta en recogerlas.
Silencio. Ser todavía, sin hacer.
Allí donde los pámpanos prendidos con magros brazos
estrangulan los tallos minúsculos, imbricados,
bajo el plumaje de la acacia
el fruto solitario surge de la vaina verde profundo,
largo y redondeado, enhiesto, hinchándose en desnudo,
carnal, rubor.
Espera,
hasta que unos labios de aliento dulce, sensual,
susurrando, palpan entre la espesura, tocan,
se estremecen, envuelven:
tiembla,
y las vetas ocultas en la carne del fruto
derraman la semilla procreadora.

Gertrud Kolmar. Las islas Mergui del poemario Mundos. Edición de Berta Vías Mahou. Quaderns Crema, S. A. Acantilado.

Gertrud Kolmar, era el seudónimo de la poeta y escritora alemana Gertrud Käthe Chodziesner (Berlín, 10 de diciembre de 1894 – Auschwitz, marzo de 1943), detenida y deportada como judía en el campo de concentración de Auschwitz, donde murió víctima de la solución final nazi.

Información sobre la poeta y su obra:
Gertrud Kolmar (1884 – 1943: hedonismo y quimera en los territorios interiores. Dolors Sabaté Planes.

Gertrud Kolmar: un paraíso perdido, Radio Sefarad

Arrendajo azul de invierno

Arrendajo azul _Blue Jay Cyanocitta cristata_1

Arrendajo azul (Blue Jay) Cyanocitta cristata. WIKIPEDIA

Arrendajo azul de invierno

NITIDAMENTE susurró la nieve brillante
crujiendo bajo nuestros pies;
tras nosotros, mientras caminábamos por la avenida,
nuestras sombras bailaban
formas fantásticas de azul intenso.
Al otro lado del lago los patinadores
volaban de acá para allá
con giros bruscos tejiendo
una frágil red invisible.
En éxtasis la tierra
bebía la luz plateada del sol;
En éxtasis los patinadores
bebían el vino de la velocidad;
En éxtasis nos reíamos
bebiendo el vino del amor.
¿No había alcanzado la música de nuestra alegría
su nota más alta?
Pues no,
porque de repente, con los ojos levantados dijiste:
«¡Oh mira!»
Allí, en la rama negra de un arce manchado de nieve,
sin miedo y alegre como nuestro amor,
¡Un arrendajo azul ladeó su cresta!
¿Quién puede conocer el nivel del gozo
o establecer los límites de la belleza?

Rivers to the Sea  by  Sara Teasdale (1915)

 

A Winter Bluejay

CRISPLY the bright snow whispered,
Crunching beneath our feet;
Behind us as we walked along the parkway,
Our shadows danced,
Fantastic shapes in vivid blue.
Across the lake the skaters
Flew to and fro,
With sharp turns weaving
A frail invisible net.
In ecstasy the earth
Drank the silver sunlight;
In ecstasy the skaters
Drank the wine of speed;
In ecstasy we laughed
Drinking the wine of love.
Had not the music of our joy
Sounded its highest note?
But no,
For suddenly, with lifted eyes you said,
«Oh look!»
There, on the black bough of a snow flecked maple,
Fearless and gay as our love,
A bluejay cocked his crest!
Oh who can tell the range of joy
Or set the bounds of beauty?

 

sara_teasdalePOEMS