Mollusca Gongorina

''Murex brandaris'' Martin Lister Species de ''Historia Conchyliorum'' (1685-1692)

»Murex brandaris» Martin Lister Species de »Historia Conchyliorum» (1685-1692)

De California traje un múrex espinoso,
la sílice de sus púas, ataviada con humo
su erizada apostura de rosa congelada,
y su interior rosado de paladar ardía
con una suave sombra de corola carnosa.

Mas tuve una cyprea cuyas manchas cayeron
sobre su capa, ornando su terciopelo puro
con círculos quemados de pólvora o pantera,
y otra llevó en su lomo liso como una copa
una rama de ríos tatuados en la luna.

Mas la línea espiral no sostenida
sino por aire y mar, oh
escalera, scalaria delicada,
oh monumento frágil de la aurora
que un anillo con ópalo amasado
enrolla deslizando la dulzura.

Saqué del mar, abriendo las arenas,
la ostra erizada de coral sangriento,
spondylus, cerrando en sus mitades
la luz de su tesoro sumergido,
cofre envuelto en agujas escarlatas,
o nieve con espinas agresoras.

La oliva grácil recogí en la arena,
húmeda caminante, pie de púrpura,
alhaja humedecida en cuya forma
la fruta endureció su llamarada,
pulió el cristal su condición marina
y ovaló la paloma su desnudo.

La caracola del tritón retuvo
la distancia en la gruta del sonido
y en la estructura de su cal trenzada
sostiene el mar con pétalos, su cúpula.

Oh rostellaria, flor impenetrable
como un signo elevado en una aguja,
mínima catedral, lanza rosada,
espada de la luz, pistilo de agua.

Pero en la altura de la aurora asoma
el hijo de la luz, hecho de luna,
el argonauta que un temblor dirige,
que un trémulo contacto de la espuma
amasó, navegando en una ola
con su nave espiral de jazminero.

Y entonces escondida en la marea,
boca ondulante de la mar morada,
sus labios de titánica violeta,
la tridacna cerró como un castillo,
y allí su rosa colosal devora
las azules estirpes que la besan:
monasterio de sal, herencia inmóvil
que encarceló una ola endurecida.

Pero debo nombrar, tocando apenas
oh Nautilus, tu alada dinastía,
la redonda ecuación en que navegas
deslizando tu nave nacarada,
tu espiral geometría en que se funden,
reloj del mar, en nácar y la línea,
y debo hacia las islas en el viento,
irme contigo, dios de la estructura.

Pablo Neruda, Mollusca Gongorina de Canto general

Neruda establoPegasoLibros y Caracoles

En realidad, lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Me dieron el placer de su prodigiosa estructura: la pureza lunar de una porcelana misteriosa, agregada a la multiplicidad de las formas, táctiles, góticas, funcionales.
Miles de pequeñas puertas submarinas se abrieron a mi conocimiento, desde aquel día en que don Carlos de la Torre, ilustre malacólogo de Cuba, me regaló los mejores ejemplares de su colección. Desde entonces y al azar de mis viajes recorrí los siete mares acechándolos y buscándolos, más debo reconocer que fue el mar de París el que, entre ola y ola, me descubrió más caracoles. París había transmigrado todo el nácar de las oceanías a sus tiendas naturalistas, a sus «mercados de pulgas».
Más fácil que meter las manos en las rocas de Veracruz o de Baja California, fue encontrar bajo el sargazo de la urbe, entre lámparas rotas y zapatos viejos, la exquisita silueta de la oliva textil. O sorprender la lanza de cuarzo que se alarga, como un verso del agua, en la rosellaria fusus. Nadie me quitará el deslumbramiento de haber extraído del mar el espondylus roseo, ostión tachonado de espinas de coral. Y más allá entreabrir el Espondylus blanco, de púas nevadas como estalagmitas de una gruta gongorina.
Algunos de estos trofeos pudieron ser históricos. Recuerdo que en el museo de Pekín abrieron la caja más sagrada de los moluscos del mar de China, para regalarme el segundo de los dos únicos ejemplares de la Thatcheria mirabilis. Y así pude atesorar esa increíble obra en la que el océano regaló a China el estilo de templos y pagodas que persistió en aquellas latitudes.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido

Theodore Roethke, tres poemas

Theodore Roethke Orchids establoPegaso

Orquídeas

Se inclinan sobre el camino,
una víbora en la boca,
balanceándose cerca de la cara,
Al salir, suave y engañosa,
lánguida y húmeda, tan delicada como la lengua de una cría de pájaro;
sus labios incipiente revoloteo
se mueven lentamente,
dibujo en el aire tibio.
Y por la noche,
La luna tenue cae a través de los cristales blancos,
el calor se desliza
y su olor a almizcle viene aún más fuerte,
arrastrado por la corriente desde la cuna de musgo:
Ha devorado a tantos niños!
Suaves dedos luminiscentes,
labios ni muertos ni vivos,
imprecisa boca fantasmal
respirando.

Orchids

They lean over the path,
Adder-mouthed,
Swaying close to the face,
Coming out, soft and deceptive,
Limp and damp, delicate as a young bird’s tongue;
Their fluttery fledgling lips
Move slowly,
Drawing in the warm air.
And at night,
The faint moon falling through whitewashed glass,
The heat going down
So their musky smell comes even stronger,
Drifting down from their mossy cradles:
So many devouring infants!
Soft luminescent fingers,
Lips neither dead nor alive,
Loose ghostly mouths
Breathing.

Lo mínimo
Estudio las vidas sobre una hoja: los pequeños
Durmientes, ateridos que se codean en frías dimensiones,
Escarabajos en cavernas, salamandras, peces sordos,
Piojos amarrados en largas, flojas malezas subterráneas,
Contorsionistas de marismas,
Y reptiles bacterianos
Culebreando entre heridas
Como jóvenes anguilas en estanques,
Sus descoloridas bocas besando las cálidas suturas,
limpiando y acariciando,
deslizando y cicatrizando.

The Minimal
I study the lives on a leaf: the little
Sleepers, numb nudgers in cold dimensions,
Beetles in caves, newts, stone-deaf fishes,
Lice tethered to long limp subterranean weeds,
Squirmers in bogs,
And bacterial creepers
Wriggling through wounds
Like elvers in ponds,
Their wan mouths kissing the warm sutures,
Cleaning and caressing,
Creeping and healing.

recogiendo musgo

La recolección del musgo

Desprender con los diez dedos abiertos y ágiles, y levantar
Una mancha, verde oscuro, de la que se usa para forrar los cestos fúnebres,
Blanco y espeso como un felpudo pasado de moda,
Las pequeñas espinas vueltas hacia la cara interna, mezcladas con raíces,
Y bayas y hojas todavía adheridas a la parte superior;
Esto era la recolección del musgo.
Pero siempre algo huía de mí cuando cavaba y revolvía esas alfombras
De verde, o me hundía hasta los codos en el fofo amarillento musgo de los pantanos;
Y siempre después me sentía indigno, en el lento camino del retorno,
Como si hubiera quebrantado el orden natural de las cosas en esa ciénaga;
Alterado algún ritmo, antiguo y de vasta importancia,
Desgarrando la carne del planeta vivo;
Como si hubiese perpetrado, en contra del esquema total de la vida, un sacrilegio.

MOSS-GATHERING
To loosen with all ten fingers held wide and limber
And lift itp a patch, dark-green, the kind for lining
[cemetery baskets,
Thick and cushiony, like and old-fashioned doormat,
The crumbling small hollow sticks on the underside
[mixed with roots,
And wintergreen berries and leaves still stuck to the top,—
That was moss-gathering.
But something always went out of me when I dug
[loose those carpets
Of green, or plunged to my elbows in the spongy
[yellowish moss of the marshes:
And afterwards I always felt mean, jogging back over
[the loggind road,
As if I had broken the natural order of the things in
[that swampland;
Disturbed some rhythm, old and of vast importance,
By pulling off flesh from the living planet;
As if I had committed, against the whole scheme of
[life, a desecration.

Theodore Roethke (1908-1963) Poemas, traducción de Alberto Girri

Theodore Roethke escribió sobre su poesía: El invernadero es «el símbolo de toda mi vida, el útero, un cielo en la tierra.» Roethke lograba su inspiración para su trabajo recordando su trabajo como niño en una empresa familiar especializada en flores: la compañía Saginaw.

Alison Hawthorne

Alison Hawthorne, imagen de Peter Cunningham

Alison Hawthorne, imagen de Peter Cunningham

LOS NATURALISTAS

Cuando los naturalistas
ven un montón de excrementos,
corren hacia ellos
como si una rara orquídea
hubiera florecido en su camino.
Desmenuzan
los zurullos desecados
recuperan un grueso
pelo negro de jabalí
o la cáscara de un piñón
como si desenterraran gemas.
Se arrodillan
la nariz en las flores,
a un micrómetro de distancia- flores del vientre,
les llaman, porque se aprecia mejor
lo que hay debajo
si se está acostado. Lomatium,
calabaza búfalo, criptógamas
para ellos son indicios de
parte de la memoria genética
fosilizada en sus cerebros,
una antigua música que intentan
recordar porque,
a pesar de que no pueden
escuchar la melodía, saben
que la podrían cantar
que incluso su propia naturaleza
ira, lujuria, muerte
y terrores parecerían
tan hermosos como las
algas endolíticas
que liberan nitrógeno
en las rocas para que
los enebros puedan ordeñarlas.

the naturalists

the naturalists


FIBRA ÓPTICA Y EL CORAZÓN

Cuando un hombre muere
las luces se apagan
en el teatro.
La varita con punta de lente
hilos de ventrículo
exposición de una red
de brillantes cuerdas
que atan
la válvula tricúspide
embudos de sangre pasando
hacia el renacimiento. El filamento
atraviesa las trabas húmedas de músculo
ese canal de sangre limpia
desde la aurícula
a las válvulas semilunares
membranas con forma de tazas de té
esa porción del flujo
por el túnel paredes rojas
hasta el cruce de las arterias ilíacas.
Aquí las divisiones de paso
para reponer la pelvis y de las piernas,
La bifurcación difunde la luz
al igual que la boca de la cueva
vista desde dentro,
de manera que la varita alcanza
de nuevo hasta las paredes de Lascaux
donde la pintura del toro
cabeza de carbón
mantiene el cazador con vida
mediante la captura de la primera
imagen
de lo que podría matar o sostener.

Fiber optics and the heart

Fiber optics and the heart

Alison Hawthorne Deming (Hartford, Connecticut, 1946) poeta y ensayista. El encuentro con el animal: Conferencia y lectura de Alison Hawthorne Deming