Año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido

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Año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido

Ante un mundo atónito,
en noviembre de 1989, cae el muro de Berlín.
A unos 4.700 millones de kilómetros de la Tierra,
se cierran los ojos de la Voyager 2
tras haber sobrevolado Neptuno
y su excéntrica luna Tritón.
Mientras la multitud se agolpa en la Puerta de Brandeburgo,
la Nasa desactiva las cámaras de la nave
y, a ciegas, la sonda viajera
continúa su travesía hacia los confines del Sistema Solar.

El sueño del “Grand Tour” comenzó el verano de 1961
con una computadora de IBM
y un matemático programando series de ecuaciones
para resolver el problema de ‘los tres cuerpos’.
La pesadilla del muro comenzó también ese mismo verano
con la «Operación Rosa»,
un anillo de alambre de espino rodeando Berlín,
para resolver el problema del éxodo
de los muchos cuerpos que querían atravesar a occidente;
En Pasadena, Michael Minovitch
se enfrascó en la mecánica celeste,
dibujando trayectorias y rutas
para futuras misiones espaciales.
Nadie lo escuchó.
En Berlín los soldados levantaron bloques de hormigón,
cegaron ventanas, electrificaron vallas…
Un muro partió la ciudad en dos.
La población quedó dividida.
Nadie la escuchó.

En 1977, cuando los planetas se alinearon
y las Voyager partieron rumbo al infinito,
Berlin Este siguió bajo el influjo de astros infaustos,
tapiado el horizonte por un telón en blanco y negro.
Desde el espacio, a todo color,
llegaban a la tierra miles de imágenes
-Una Gran Mancha Roja abría sus pétalos
en el hemisferio sur de Júpiter;
sobre el limbo de Ío
se elevaba la pluma azul de Prometeo-
-Corría el año 1979 de Nuestro Señor el gigante gaseoso-
Los dioses volvieron a ocupar su lugar en el panteón celeste.

De la Europa celeste de las Voyagers
a la Europa de los estados satélites soviéticos,
de las grietas de su corteza helada
a las de la segunda guerra fría.
Mundos extravagantes
en los que orbitan imágenes icónicas,
como la del beso fraterno entre Brezhnev y Honecker
o la de la gran luna Ganimedes, una bola navideña en el espacio.
Pero todavía tendremos que esperar una década
hasta que el muro se derrumbe
y las Voyagers tomen el “Retrato de la familia” del Sistema Solar.

El año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido,
la historia se acelera y el tiempo nos alcanza.
«Free, free Nelson Mandela» gritan en Ciudad del Cabo,
en todo el país repican las campanas y
ondean las banderas del Congreso Nacional Africano.
«Somos un pueblo», gritan en Berlin,
pidiendo la reunificación alemana.
El Pacto de Varsovia comienza a disolverse,
a su manera, con la doctrina Sinatra…
Aunque pocos lo saben,
la Vogager 1 se dirige hacia el espacio interestelar,
y antes de que apaguen sus cámaras, se gira
para echar un último vistazo a nuestro loco mundo
desde seis mil millones de kilómetros.

Mientras el muro se fragmenta en miles de pedazos,
en un punto del pixel,
Dimitri Vrúbel hace bocetos para el recuerdo
inspirados en la foto del beso socialista,
«Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal»
se titula el mural.
Era el 14 de febrero de 1990.

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Entre el 9 de noviembre del año 1989, día en el que cayó el muro de Berlín, y la primera quincena del mes de febrero del año siguiente, transcurre un trimestre frenético cargado de acontecimientos que cambiaron el mundo. El 9 de febrero de 1990 comienzan las obras de derribo del muro, al día siguiente, Gorbachov da el visto bueno para la reunificación alemana, que se producirá este mismo año. El 11 de febrero, en Sudáfrica, Nelson Mandela es puesto en libertad, tras 27 años en prisión, -era el principio del fin del apartheid-.
La cascada de acontecimientos se sucede, el Sóviet Supremo se plantea la disgregación de las repúblicas de la Unión Soviética y los países del bloque del Este inician un rápido proceso de democratización. Esta vorágine, que acabará con la disolución de la URSS y la desaparición del Pacto de Varsovia, desembocará en el final de la Guerra Fría y la construcción de un nuevo orden mundial.

En el cosmos, entre el otoño de 1989 y el invierno de 1990, las sondas Voyager marcaron un hito en la exploración espacial, al concluir el Grand Tour por los cuatro planetas gigantes en menos de una década. Tras la visita de la Voyager 2 al sistema de Neptuno, se apagaron sus cámaras, nunca más volvería a tomar imágenes de ningún cuerpo estelar.
La primera quincena de noviembre, la Voyager 1 sobrevoló Saturno y algunas de sus lunas, pero antes de iniciar su misión Interestelar realizó una última secuencia de 60 fotografías, era la última oportunidad de hacer un «Retrato de la familia del Sistema Solar» . En este mosaico de imágenes, la Tierra, apenas es un punto azul pálido en la inmensidad del espacio. Media hora más tarde de retratar a nuestro planeta, las cámaras de la Voyager 1 se apagaron. Estas serían las últimas de las más de 67 000 imágenes tomadas por la misión.

En su travesía por el espacio interestelar, Voyager 2 ya está a 20.000 millones de kilómetros de la Tierra y Voyager 1 a más de 24.000, aunque desde hace unos meses su unidad de telecomunicaciones comenzó a fallar y la NASA tiene problemas para repararla.

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Esta entrada, dedicada al punto azul pálido, participa en polidivulgadores de Hypatiacafe @hypatiacafe.

Las viajeras estelares

El 5 de septiembre de 1977 se lanzó desde Cabo Cañaveral la sonda Voyager 1. Su hermana gemela, Voyager 2, había despegado 16 días antes, el 20 de agosto, 47 años después, se han convertido en los objetos fabricados por el hombre que han viajado más lejos de nuestro planeta.
En la segunda mitad del siglo XX comenzó la carrera espacial, la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la conquista del espacio hizo volar la imaginación de buena parte de la población mundial. En la década de los 70, millones de personas estaban enganchados por la exploración del cosmos y el estreno de la primera película de la saga ‘La Guerra de las Galaxias’, en 1977, desató la fiebre por la ciencia ficción.
En este contexto de misiones espaciales y contiendas estelares comenzaron su travesía las naves Voyager, que viajan con un disco de oro titulado «Los sonidos de la Tierra«, un compendio de datos elaborado por un comité presidido por Carl Sagan, que lo denominó una “botella en el océano cósmico”.
Pero en esta época los astros estaban también en sintonía; los planetas exteriores del Sistema Solar se alinearon a finales de la década de los 70 y su colocación era idónea para la asistencia gravitacional. Este efecto tirachinas permitió a las naves viajar a gran velocidad sin apenas consumir combustible. La sonda Voyager 2, por ejemplo, aprovechando sucesivamente el tirón de Júpiter, Saturno y Urano alcanzó Neptuno en 1989, sin este efecto hubiera tardado unos 30 años más. La fecha de lanzamiento no fue casual, los científicos sabían que los planetas no volverían a estar situados en esas posiciones concretas hasta el 2152. Pero ¿quién había llegado a esas conclusiones?
Para viajar a los planetas exteriores hace falta escapar de la fuerza gravitacional que ejerce el Sol y, en los años 60, la NASA no podía asegurar vida útil a una sonda más allá de unos meses, en esta época un joven matemático, Michael Minovitch, que realizaba el doctorado en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), decidió dedicar su tiempo libre a resolver el problema de “los tres cuerpos”, programando en la nueva computadora IBM series de ecuaciones que le ayudaran a resolver la incógnita. Obtuvo una información bastante exacta sobre las posiciones de los planetas y demostró que si una nave pasa cerca de un planeta que orbita alrededor del Sol puede apropiarse de parte de la velocidad orbital de ese astro y acelerar en dirección opuesta al Sol sin utilizar el combustible de propulsión.
Intento por convencer a la Nasa de la importancia de su descubrimiento, dibujó a mano numerosas trayectorias de hipotéticas misiones, entre ellas una ruta específica que, años más tarde, se convertiría en la trayectoria de las sondas Voyager. Pero era el año 1962 y en el JPL estaban enfrascados con el Proyecto Apolo y nadie prestó mayor atención a su hallazgo.
El proyecto fue tomando forma cuando el ingeniero espacial Gary Flandro, partiendo de los estudios de Minovitch, comenzó a refinar los cálculos y cayó en la cuenta de que si entre 1976-1978 se lanzaba una sonda, ésta podría visitar los cuatro planetas exteriores, o bien varias combinaciones de los mismos además de Plutón. Finalmente, la NASA aceptó la idea de una gran expedición y, en 1970, se consiguieron los fondos para la construcción de dos naves espaciales gemelas que se convertirían en las Voyagers.
Tras enormes dificultades técnicas y cambios de planes, la misión fue todo un éxito, la Voyager 1 sobrevoló a Júpiter y Saturno y, a continuación, después de visitar Titán (luna de Saturno), abandonó la eclíptica del Sistema Solar. La Voyager 2, después de visitar Júpiter y Saturno, siguió su camino hacia Urano y Neptuno, dejando la eclíptica tras el paso sobre Tritón (luna de Neptuno). Ambas han realizado hallazgos asombrosos, como el descubrimiento de 22 nuevos satélites, anillos en Júpiter o que Europa parece estar cubierta por un vasto océano de hielo y continúan su viaje. En septiembre de 2013 la Nasa anunció que la Voyager 1 había atravesado la heliosfera, una burbuja que rodea a todo el Sistema Solar.
Lo más sorprendente es que 47 años después todavía siguen enviando señales y los datos de sus diferentes instrumentos.
Si una imagen pudiera representar esta misión, sería la tomada por la Voyager 1 desde una distancia de 6000 millones de kilómetros, en el que nuestro planeta visto desde los confines del sistema solar queda casi reducido a un pixel en la fotografía y que fue bautizada Un punto azul pálido.

Acoplado a un costado de las naves, viaja el disco de oro de las Voyager “Sonidos de la Tierra”, un compendio de datos que nos representara como humanidad, elaborado por un comité presidido por el astrónomo y escritor Carl Sagan. Entre los sonidos enviados al Cosmos, como mensaje en una botella, está la canción ‘Dark Was the Night, Cold Was the Ground‘, (Oscura era la noche, fría estaba la Tierra) de Blind Willie Johnson.

Oscura era la noche, fría estaba la Tierra

“Oscura era la noche, fría estaba la Tierra”,
el blues de ‘Blind’ Willie Johnson,
junto con el canto nocturno de los navajos
y los latidos del corazón de Ann Druyan
ya han cruzado el Cinturón de Kuiper.
—La NASA anunció que la Voyager 1
dejaba atrás la heliopausa, abandonando el Sistema Solar—.
Desamparados en la Vía Láctea,
arropados tan solo por gas ionizado,
los esquemas de ADN y las leyes de Newton
duermen su letargo cósmico
en los surcos del disco de oro de la Voyager
con otros ‘grandes éxitos’ del Planeta.
Escucho el gemido de la guitarra
mientras oscurece en esta parte de la Tierra,
y el verano se debilita, como la señal de la Voyager.
La luna mengua,
y el lamento de ‘Blind’ en las calles de Beaumont,
se desplaza hacia la nube de Oort,
—en unos 40.000 años se aproximará a la constelación de la Jirafa—.
Entre rasgueo y rasgueo,
repaso el inventario que vaga en el abismo
y que intenta explicar “a quién corresponda”
la deriva continental, la evolución de los vertebrados
o el endemoniado tráfico de una ciudad en hora punta.
En la carátula,
una descripción del lugar de nuestro planeta en la Galaxia,
un átomo de hidrógeno
y las instrucciones de uso y manejo del disco.
“Dark was the night, cold was the ground”
(Oscura era la noche, fría estaba la Tierra),
Un blues desvalido en la frontera.
Voz profunda adentrándose en el espacio profundo,
mensajera frágil “en el áspero camino hacia las estrellas”.

Más información
«El beso fraternal socialista«, 1979. El fotógrafo Regis Bossu logró captar este momento en el que Leonid Brezhnev y Erich Honecker se dan un «beso». Posteriormente, la imagen sirvió de inspiración para un mural,  pintado en 1990, por el artista ruso Dmitri Vrúbel en la East Side Gallery, una sección del muro de Berlín.

Lenin en el Polo Sur de Inaccesibilidad

Polo Antártico de la Inaccesibilidad

La Base Polo de Inaccesibilidad, construida en 1958, es una estación científica soviética que fue abandonada poco tiempo después y quedó sepultada por la nieve. Actualmente, solo es visible el busto de Lenin, que corona el techo.

En la oscuridad perpetua del invierno polar,
sobre la meseta, a unos 3.600 metros de altitud,
la aurora austral baila la danza de los sietes velos
ante la mirada gélida de Lenin.
En el centro geométrico del continente antártico,
el busto de Vladimir, como un alma desorientada,
mira en dirección a Moscú.
La Revolución en el Polo Sur de Inaccesibilidad,
donde el viento aúlla con su letalidad pálida,
el telón blanco de acero y el muro de la Guerra Fría,
en medio de la vasta nada,
flotando entre témpanos, planicies y valles helados.

El 14 de diciembre de 1958, la 3ª Expedición Antártica soviética, comandada por Yevgeny Tolstikov, alcanzó por primera vez el Polo Sur de Inaccesibilidad, estableciendo temporalmente una pequeña estación para cuatro personas y una pista de aterrizaje. Pero debido a las duras condiciones climáticas del lugar y a su remota ubicación se decidió abandonarla como estación permanente, dejando avituallamiento sólo para visitas puntuales.
Antes de partir, los soviéticos colocaron una placa conmemorativa de su hazaña y montaron en el techo del edificio, sobre un pedestal de madera, el busto de Lenin mirando hacia Moscú. Este lugar, Edificio de la Estación del Polo de la Inaccesibilidad, en las coordenadas: 82º 06’ 42”S, 55º 01’ 57”E está incluido en Sitios y Monumentos Históricos de la Antártida.
En 1965, un grupo de exploradores estadounidenses, que formaban parte de la expedición Queen Maud Land Traverse, alcanzó este punto de inaccesibilidad de la Antártida. Al descubrir la cabaña soviética con el busto encima, supuestamente cambiaron su posición, para que Lenin mirara a Washington D.C. Tres años más tarde, en 1967, otra expedición soviética, que regresó al lugar,  recolocó el busto para que mirará a Moscú. Después de eso, no de tiene constancia de que ningún ser humano pisara este suelo helado hasta 40 años más tarde.
El 19 de enero de 2007 el equipo N2i, formado por exploradores canadienses y británicos, alcanzó el Polo de Inaccesibilidad, deslizándose sobre las llanuras heladas del continente con cometas. Para entonces, la estación había quedado sepultada bajo más de dos metros de nieve, pero imperturbable, en medio de la planicie blanca, como un hito, se levanta el busto de Lenin, señalando el punto.


El poema «Lenin en el Polo Sur de Inaccesibilidad» participa en el tema Gabinete de curiosidades de Hypatiacafe #PVgabinete de @hypatiacafe

Elogio de la piedra caliza de W. H. Auden

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Elogio de la piedra caliza

Si forma el único paisaje por el que nosotros, criaturas inconstantes,
nunca dejamos de sentir nostalgia, se debe en gran parte
a que se disuelve en el agua. Fíjate en estas laderas redondeadas
con su fragante superficie de tomillo y, más abajo,
un sistema secreto de cuevas y conductos; escucha los manantiales
que brotan por todas partes con una risa ahogada
cada uno formando su estanque de peces, modelando
su propio barranco con acantilados que distraen
a la mariposa y el lagarto; observa esta región
de distancias cortas y lugares definidos:
¿Qué lugar podría parecerse más a una Madre? ¿Qué mejor entorno
para su hijo, el vanidoso macho que se recuesta
tumbado al sol en una roca, sin dudar nunca
de que a pesar de sus defectos es amado, y que sus actos sólo son
prolongaciones de su habilidad para cautivar? Desde los roquedales erosionados
hasta un templo en la cumbre de la colina, desde las aguas surgentes
a las fuentes visibles, desde el silvestre hasta el cultivado viñedo.
Hay pasos ingeniosos, aunque cortos, que un niño deseoso
de recibir más atención que sus hermanos puede fácilmente dar, ya sea
agradando o molestando.

Mira entonces la banda de rivales que suben y bajan
senderos de piedra empinados, de dos en dos y de tres en tres y, a veces,
brazo con brazo pero nunca, gracias a Dios, a la par. O enzarzados
a la sombra de una plaza, a mediodía, en una charla locuaz.
Se conocen demasiado bien para pensar
que pueda haber secretos importantes, incapaces
de concebir un dios cuyo enfado sea moral
y no pueda ser apaciguado por una frase ingeniosa
o un buen polvo: porque acostumbrados a la piedra que responde,
nunca tuvieron que cubrirse el rosto por temor
a un cráter cuya furia ardiente no se pudiera aplacar;
Acostumbrados a las necesidades locales de los valles
donde todo se puede tocar o llegar caminando,
Sus ojos nunca han contemplado el espacio infinito
a través de la celosía del peine de un nómada; habiendo nacido afortunados,
Sus piernas nunca tropezaron con los hongos
e insectos de la jungla, las formas de vidas monstruosas
con las que queremos creer que no tenemos nada en común.
Por eso, cuando uno de ellos se echa a perder, la forma en que trabaja su mente
Sigue siendo incomprensible: convertirse en proxeneta
o traficar con joyas falsas o arruinar una buena voz de tenor
para que se venga abajo el teatro es algo que puede ocurrirnos a todos,
excepto a los mejores o a los peores…
Supongo que por eso,
Los mejores y los peores nunca se quedaron aquí mucho tiempo sino que buscaron
tierras desmesuradas donde la belleza no fuera tan externa,
la luz menos pública, y el sentido de la vida
Algo más que un campamento de locos. «¡Ven!» gritaron los yermos de granito,
«Qué evasivo es tu humor, qué accidental
Tu beso más amable, qué permanente es la muerte». (Los futuros santos
Se escabulleron suspirando.) «¡Ven!» ronroneaban las arcillas y las gravas,
«En nuestras llanuras hay sitio para que los ejércitos se entrenen; los ríos
esperan ser domesticados y esclavos para construirte una tumba
A lo grande: suave como la tierra es la humanidad y ambas
deben ser transformadas». (El intendente César se levantó y
se fue dando un portazo). Pero los realmente audaces fueron arrastrados
Por una voz más antigua y distante, el susurro oceánico:
«Soy la soledad que nada pide ni nada promete;
Así es como te liberaré. No hay amor;
Sólo hay envidias diversas, todas tristes».

Tenían razón, querido, todas esas voces tenían razón
Y siguen teniéndola; esta tierra no es el dulce hogar que parece,
Ni su paz la calma histórica de un sitio
Donde algo se asentó de una vez por todas: Una atrasada
Y ruinosa provincia, conectada
Al gran mundo agitado por un túnel, con cierto
atractivo sórdido, ¿es eso todo lo que queda? No exactamente:
Tiene un deber mundano que a pesar suyo
No descuida, sino que cuestiona
Todo las grandes potencias dan por supuesto; perturba
nuestros derechos. El poeta,
Admirado por su sincero hábito de llamar
sol al sol, y a su mente enigma, se inquieta
ante estas estatuas de mármol que tan obviamente dudan
de su mito antimitológico; y estos granujas,
que persiguen al científico por la columnata de azulejos
Con brillantes ofertas, reprochan su interés por los aspectos
más remotos de la Naturaleza: yo, también, siento el reproche,
como bien sabes. No perdamos tiempo, que no nos atrapen,
no nos quedemos atrás, y, ¡por favor! no nos parezcamos
a las bestias que se repiten, o a algo como el agua
o la piedra, cuyo comportamiento puede predecirse: Esta
es nuestra plegaria, cuyo mayor consuelo es la música
Que puede hacerse en cualquier parte, es invisible
y no huele. En la medida en que tenemos que considerar
la muerte como un hecho, sin duda estamos en lo cierto. Pero si
Los pecados pueden ser perdonados, Si los cuerpos resucitan de entre los muertos,
Estas modificaciones de la materia en
atletas inocentes y fuentes gesticulantes,
hechas únicamente para el placer, dicen mucho más:
A los bienaventurados no les importará desde qué ángulo les miren,Nada tienen que ocultar. Querido, ignoro
una y otra cosa, pero cuando intento imaginar un amor perfecto
O la vida venidera, lo que oigo es el murmullo
de corrientes subterráneas; lo que veo, un paisaje de piedra caliza.

Versión realizada por mi con ayuda de ChatGPT. Quería probarla y experimentar, pero tuve que hacer muchísimos cambios. En la traducción poética esta IA tiene  mucho que mejorar. En su descargo diré que el poema no es fácil.

Versión original: In Praise of Limestone, publicado por primera vez en la revista Horizon en 1948. El poema apareció después en la colección Nones de 1951. A partir de 1958 se publicó una versión revisada, que aparece en Collected Shorter Poems, 1922-1957 (1966).

W.H. Auden (York, 1907 – Viena, 1973). «Elogio de la piedra caliza», poema escrito en Italia en mayo de 1948, ha sido objeto de diferentes interpretaciones y análisis. Auden visitó Ischia, una isla del golfo de Nápoles, con Chester Kallman, en la primavera y el verano de este año, donde pasó unas seis semanas en Ischia; «Elogio de la piedra caliza» fue el primer poema que escribió en este país.

Lucía Sánchez Saornil

 

«Perderé como tú, si se da el caso,
la cabeza pero nunca las alas. »
A la Victoria de Samotracia

Cuatro Vientos

Mi balcón:
rosa del cristal frente al ocaso.
En el río del horizonte
naufraga Cuatro Vientos,
nido de águilas de acero,
de alas inmóviles
y vientres sonoros.

Tarde de Domingo,
cuando se ahoga el sol en el río fantástico.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
rondel de gaviotas,
sobre un mar lejano.
En la costa ilusoria
hay un faro:
la torre radiotelegráfica.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
que se elevan, se persiguen y se abaten,
sobre las lejanas olas imaginarias.
Tornan a alzarse
triunfales, como cóndores altivos,
trepidan los vientres locos
en una embriaguez de energía,
canto bárbaro de las fuerzas domeñadas.
Un pájaro soberbio
rasga el cristal del poniente
en un vuelo al sol.
Y de pronto
aletea… gira y cae.
Temblamos,
como si la tierra se hubiera removido
en una sacudida sísmica.

Un pájaro yace inerte y roto:
sobre la tierra,
cara al sol,
el corazón del pájaro muerto
de una estrella caída y opaca.

El río del horizonte,
que se había teñido de sangre,
se desbordó por los cielos.

Publicado bajo el pseudónimo de Luciano San‐Saor en “Cervantes” 1919.

Su primer poema claramente vanguardista es Cuatro Vientos, publicado en Cervantes en junio de 1919, dentro de una selección hecha por Cansinos-Assens con el título de Los poetas del Ultra. El poema hace referencia al aeródromo de Madrid y un accidente ocurrido. Es una clara exaltación del mundo moderno.

Es en vano

Para Eugenio Montes, piloto ultraísta

Detrás de nosotros
dejamos un rastro de cadáveres.
A cuántos los quisiéramos resucitar
y darles su sol y su cantar y su sonrisa
Nada hay que pueda ponerlos en pie
De algunos nos hemos traído el perfume
pero ellos van en sus cajas negras
río abajo.

Paisaje de arrabal

Anochecer de domingo

¿Quién aprisionó el paisaje
entre rieles de cemento?
Bocas hediondas ametrallan la noche
Los hombres que tornan del domingo
con mujeres marchitas colgadas de los brazos
y un paisaje giróvago
en la cabeza
vendrán soñando en un salto prodigioso
para que el río acune su sueño
Un grito mecánico entra en el puente
De pronto alguien
ha volcado sobre nosotros su mirada desde
la curva de la carretera
Pasó
Sus ojos van levantando
los paisajes que duermen
Ahora la luna ha caído a mis pie.

Panoramas urbanos

La noche ciudadana
orquesta su Jazz Band

Los autos desenrollan
sus cintas sinfónicas por las avenidas
atándonos los pies.

En el bar canta una canción
agua y cristal.

Cascabeles mudos
cuelgan sobre la pista.
Sobre el tapiz voltaico
hay un ballet fantástico
enlutado como un duelo.

Estos funámbulos
hemos arrinconado el aro de la luna
y el corazón el viejo pirueteista
anda desorientado.

Pero los cerebros como granadas explosivas.

Hay un box formidable.

Al final
todos queremos cabalgar
los caballos de bronce de las glorietas.

Lucía Sánchez Saornil nació en Madrid, 13 de diciembre de 1895 y murió en Valencia, 2 de junio de 1970. Fue una poeta, militante anarquista y feminista española. Utilizó el seudónimo literario Luciano de San-Saor, y los periodísticos La Compañera X, Vigía, Un Confederado,
Lucia se centra en el ultraísmo, movimiento del que es fundadora y en el que participa activamente. Muestra de ellos es su coparticipación en el Manifiesto ultraísta publicado en la revista Cervantes en el año 1919.

Lucia sanchez saornil

Corcel de fuego, Madrid, Torremozas, 2020, ed. de N. Capdevilla-Argüelles.
Horas de revolución, Calumnia Edicions, 2019.
La cuestión femenina en nuestros medios, São Paulo/Santiago de Chile, Eleuterio/Terra Livre, ed. de Thiago Lemos.
Lucía Sánchez Saornil. Poeta, periodista y fundadora de Mujeres Libres, 2014, Madrid, LaMalatesta, ed. de A. Fontanillas Borràs y P. Martínez Muñoz.
Poesía, Valencia, Pre-Textos, 1996, ed. de R. M. Martín Casamitjana.
Lucía Sánchez Saornil: Poétesse, anarchiste et féministe by Guillaume Goutte.

Lucía Sánchez Saornil: de la vanguardia al olvido, Rosa Martín Casamitjana.