Del rigor en la ciencia

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En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes
Libro Cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658

Cuento corto de Jorge Luis Borges, del libro  El hacedor (1960) en el que trata la relación mapa-territorio

Sobre mapas y fractales

En el artículo ¿Cuánto mide la costa de Gran Bretaña? (How Long Is the Coast of Britain? Statistical Self-Similarity and Fractional Dimension), el matemático Benoit Mandelbrot trata la paradoja derivada de la observación contra-intuitiva de que el perímetro costero de una masa de tierra carece de longitud definida, ya que esta depende de la escala de medida, por lo que que cuanto mayor es la precisión, más grande es el resultado y menos útil el dato.
En 1967, cuando publicó este artículo, no existía el término fractal, y dice que se le ocurrió mientras hojeaba el diccionario de latín de su hijo y encontró el adjetivo “fractus” del verbo “frangere”: romper. Un fractal podría definirse como un objeto semigeométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas.
Mandelbrot se interesó por cuestiones como los patrones por los que se rigen la rugosidad o las grietas en la naturaleza y sostuvo que, en muchos aspectos, los fractales son más naturales que los objetos basados en la geometría euclidiana.
“Las nubes no son esferas, las montañas no son conos, las costas no son círculos, y las cortezas de los árboles no son lisas, ni los relámpagos viajan en una línea recta.

Mandelbrot, de su libro Introduction to The Fractal Geometry of Nature

Mandelbrot set
Ese universo de lo infinitamente pequeño esconde maravillas, artefactos de la mente, objetos que solo existen en el mundo de las matemáticas… o quizá no. Mirando al infinito de Miguel Rebollo.

El mapa

mapa canada

Atlas ilustrado por Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski

El mapa

La tierra yace en el agua; es un verde sombreado.
¿Sombras, o es que son bajíos, en sus orillas
mostrando la línea de extensos arrecifes
donde las algas cuelgan desde el verde hasta el simple azul?
¿O acaso la tierra se reclina para levantar al mar desde abajo,
tirando de él por todos lados sin perturbarlo?
¿Empuja la tierra desde abajo al mar
a lo largo de la hermosa plataforma de arena curtida y fina?

La sombra de Terranova se tiende plana e inmóvil.
La de Labrador es amarilla, donde el distraído esquimal
ha derramado aceite. Podemos acariciar esas bellas bahías,
bajo un cristal, como esperando su floración,
o como si colocáramos una pecera limpia para peces invisibles.
Los nombres de los poblados costeros huyen hacia el mar,
los nombres de las ciudades cruzan las montañas vecinas
—aquí el impresor experimenta el mismo entusiasmo
como cuando la emoción, por mucho, excede la causa.
Estas penínsulas sujetan el agua entre
índice y pulgar
como cuando una mujer sujeta la suave tela.

Las aguas de los mapas son más silenciosas que la tierra,
le dejan a ella la conformación de sus olas:
y la liebre de Noruega se precipita agitada hacia el sur,
los contornos estudian el mar donde yace la tierra.
¿Se les asignan los colores o es que los países pueden elegirlos?
—Lo que mejor acomode al carácter o las aguas nativas.
La topografía no muestra predilecciones; el norte tan cerca como el oeste.
Más delicados que los historiadores son los responsables de escoger los colores
de los mapas.

Elizabeth Bishop de su poemario “Norte y Sur” (1946). Traducción de Gabriela Cantú Westendarp.

Elizabeth-Bishop

The map

Land lies in water; it is shadowed green.
Shadows, or are they shallows, at its edges
showing the line of long sea-weeded ledges
where weeds hang to the simple blue from green.
Or does the land lean down to lift the sea from under,
drawing it unperturbed around itself?
Along the fine tan sandy shelf
is the land tugging at the sea from under?

The shadow of Newfoundland lies flat and still.
Labrador’s yellow, where the moony Eskimo
has oiled it. We can stroke these lovely bays,
under a glass as if they were expected to blossom,
or as if to provide a clean cage for invisible fish.
The names of seashore towns run out to sea,
the names of cities cross the neighboring mountains
-the printer here experiencing the same excitement
as when emotion too far exceeds its cause.
These peninsulas take the water between thumb and finger
like women feeling for the smoothness of yard-goods.

Mapped waters are more quiet than the land is,
lending the land their waves’ own conformation:
and Norway’s hare runs south in agitation,
profiles investigate the sea, where land is.
Are they assigned, or can the countries pick their colors?
-What suits the character or the native waters best.
Topography displays no favorites; North’s as near as West.
More delicate than the historians’ are the map-makers’ colors.

Poemas de Elizabeth Bishop (Worcester, 8 de febrero de 1911 – Boston, 6 de octubre de 1979)

Diablos azules en el mar de la Serenidad

Mares lunares

Mares lunares

Mar de la Serenidad, Mar de las lluvias, Océano de las Tormentas, Mar de las Nubes, Mar de la Crisis… y también bahías, lagos y pantanos; muchos de los nombres vienen de una época en la que se creía que la Luna influía en el humor de la gente. Este poema recorre la cartografía lunar.

Diablos azules en el mar de la Serenidad

Diablos azules en el mar de las Lluvias,
solo con tocar el cristal
el meñique ya siente la tristeza de los perros
bajo los sauces de Babilonia.
Diablos azules en el mar de las Nubes,
en el algodón que quiso ser nieve,
pero olvidó la cadencia de los copos.
Diablos azules en las líneas de la palma,
en el mar de la Humedad,
en el temblor que sostiene
la mano del verdugo de pétalos
cuando la flor inclina la cabeza.
Diablos azules en el océano de las Tormentas,
y al acariciar la porcelana,
al rozar las vetas de la madera,
una fisura, áspera al gusto, estremece.
Lunamoto en el país de las grietas.
Diablos azules en el mar de las Islas,
en los cordones que atas con nudo frágil,
como la vida.
Diablos azules en el mar de la Serenidad,
en el lago de los Sueños,
donde hibernan las fechas con el santo del día,
junto con las botellas rotas de la fiesta.
Diablos azules en el mar de los Vapores,
en la bahía del Medio,
donde, pálidos como huesos, los serenos
velan el aroma de ceniza de patchouli
en el altar de Hécate.
Diablos azules en el mar del Frío
asomando la garra tibia en el almanaque,
celestes como icebergs,
flotando sobre paisajes que vivieron épocas convulsas.
Diablos azules susurrando al menguante giboso
en el mar de la Tranquilidad,
con el canto abatido de los cárabos.
Diablos azules forrajeando en el mar de Néctar
ajustando silabas y mapas al velo del paladar
bahía del Arco Iris, lago del Olvido…
La noches saben a caramelo y mezcal
en el mar de la Crisis.
Diablos azules varados en los muelles del limbo,
inlunados en jergones de azúcar impalpable
esperando que el alba pinte el día
como un payaso triste.
Apolo XVIII

Este poema fue publicado en la sección poesía y ciencia de Tam Tam Press

Visita la luna con estos nuevos mapas se construyeron utilizando imágenes y datos topográficos de la nave Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA, que ha estado orbitando la Luna desde 2009.

Imágenes de alta resolución han revelado volcanes lunares muy pequeños volcanes de entre hace diez a 100 millones de años. Mapa I

Datos topográficos del Altímetro Láser del Orbitador Lunar (LOLA)