Urania en las Nubes de Magallanes

Leavitt_Nbes de Magallanes

Henrietta Leavitt / Placa negativa de las Nubes de Magallanes, galaxias satélite de la Vía Láctea. FOTOS: Observatorio de Harvard College

¿Qué son las estrellas sino asteriscos
para puntuar una Vida humana?
Emily Dickinson

Urania asoma la cabeza en la Pequeña Nube de Magallanes

A Henrietta Leavitt

Allá arriba, en Carmen Alto,
el firmamento es un velo desamparado de puntos luminosos,
temblando sobre el volcán Misti.
Aquí abajo, en el sótano del Observatorio de Harvard,
un firmamento blanco se extiende en placas de vidrio,
millones de estrellas del hemisferio austral inmóviles
clavadas en imágenes como mariposas diminutas.
En el otoño de Massachusetts,
las hojas flotan en el papel pintado como cuerpos celestes
y las nebulosas se archivan en cajones,
miles de años luz en sobres de papel con unas iniciales.
Entre cristales de mapas estelares,
Urania se ciñe la diadema
sujetando el cabello con estrellas variables,
Henrietta advierte motas negras que pulsan,
analiza su brillo, reúne coordenadas
y apunta los datos.
Urania ya asoma la cabeza en la Pequeña Nube de Magallanes
la luz que llega va cambiando,
«Las más brillantes tienen periodos más largos».
Finalmente, un destello en la hilera de cifras,
Henrietta ya comienza a intuir las distancia de las manchas borrosas.

calculadoras de Harvard

Computadoras de Harvard en el trabajo, alrededor de 1890, Leavitt (sentada, tercera desde la izquierda), Annie Cannon, Williamina Fleming (de pie en el centro) y Antonia Maury. / FOTO Harvard College Observatory

Urania raised her head in the Small Magellanic Cloud

To Henrietta Leavitt

Up there, in Carmen Alto,
the sky is a helpless veil of luminous points,
trembling on the Misti volcano.
Down here, in the basement of the Harvard Observatory,
a white firmament extends into glass plates,
millions of stars in the southern hemisphere motionless
nailed to images like tiny butterflies.
In the fall of Massachusetts,
the leaves float on the wallpaper
as celestial bodies
and the nebulae are filed in drawers,
thousands of light years in paper envelopes
classified with initials.
Between stellar map crystals,
Urania wraps her headband
holding hair with variable stars,
Henrietta warns black specks that pulse
analyzes its brightness, gather coordinates
and writes down the data.
Urania already raised her head in the Small Magellanic Cloud
the light that comes, changes,
«The brightest have longer periods.»
Finally, a flash in the row of figures,
Henrietta already begins to sense the distance of blurry spots.

Pequeña Nube de Magallanes

Placa fotográfica de la Pequeña Nube de Magallanes. FOTOS: Observatorio de Harvard College

Henrietta Leavitt, la calculadora de distancias estelares

Henry Draper, médico aficionado a la astronomía, había fotografiado la nebulosa de Orión, capturado el espectro de la estrella Vega y realizado numerosos trabajos sobre todo fotográficos. Tras su muerte, en 1882, su viuda donó al observatorio de Harvard todas las placas realizadas por su marido y 400.000 dólares para que este centro siguiera con el proyecto, la primera catalogación completa del cielo a través del espectro de las estrellas.
Edward Charles Pickering, director del observatorio, fue el encargado de continuar el trabajo y gestionar su legado. Se construyeron dos nuevos telescopios, uno en Harvard y otro, en el hemisferio Sur (Arequipa, Perú), para observar las constelaciones australes. El objetivo era realizar la primera catalogación completa del cielo a través del espectro de las estrellas, una tarea descomunal de compilación de medidas y datos.
Para hacer este trabajo, Pickering decidió contratar a mujeres, porque según él «eran perfectas para las labores tediosas y rutinarias que no requerían pensar»; otro motivo poderoso, quizás el principal, fueron los salarios, mucho más bajos que los de los hombres. Durante años, el observatorio reclutó a un gran número de mujeres lo que permitió la publicación, en 1890, de un primer catálogo con más de 10.000 estrellas clasificadas según su espectro y, siete años más tarde, otro mejorado.
Pero resultó que el harén de Pickering, como se llamaba peyorativamente a las computadoras humanas, pensaba y, además de la tarea encomendada, realizó descubrimientos cruciales sobre los que se asentaría la futura astronomía. Aunque sus nombres fueran silenciados –no solían aparecer en las publicaciones- posteriormente se comenzaron a reconocer algunos de sus hallazgos.
La lista es numerosa, pero una de las más notables es Henrietta Swan Leavitt (1868-1921), una joven astrónoma que, tras graduarse en el Radcliffe College, comenzó a trabajar en el observatorio de Harvard, primero como voluntaria y más tarde contrata por un mísero sueldo para observar el amplio catálogo de placas fotográficas de estrellas y compararlo con otras tomadas en épocas diferentes.
Mientras estudiaba las llamadas estrellas variables, aquellas cuya luminosidad cambia con el tiempo de forma periódica, se fijó en un tipo particular de variables llamadas Cefeidas, que se acumulaban en la región conocida como la Pequeña Nube de Magallanes, y observó cierto patrón en su comportamiento. En contra de los consejos de su jefe, Leavitt asumió que las Cefeidas se encontraban a la misma distancia de la Tierra y que el periodo que tardaban en volverse opacas o luminosas estaba relacionado con su magnitud y que conociendo ésta se podía conocer la distancia. «Las estrellas variables más brillantes tienen los periodos de luminosidad más largos», escribió en el Informe Anual del observatorio de 1908, una breve y concisa apreciación que escondía una herramienta capaz de medir distancias en el Universo.
En 1912 apareció publicado un trabajo original de Leavitt «Periodos de 25 estrellas variables en la pequeña Nube de Magallanes», firmado por Pickering, aunque empezaba con la nota «este trabajo ha sido preparado por la Sta. Leavitt», en el que explicaba que según sus datos esas estrellas palpitaban con un ritmo regular y tenían una mayor luminosidad intrínseca cuanto más largo era su periodo.
La conocida como «Ley de Leavitt» se utilizó para medir la distancia entre distintos objetos en el espacio. Gracias a su investigación, se pudo calcular el tamaño de la Vía Láctea. En 1920, el investigador Edwin Hubble usaría sus hallazgos, junto con los datos del corrimiento al rojo, para demostrar que había muchas más galaxias que la nuestra y que el Universo era más grande de lo que se pensaba hasta ese momento.
Además de descubrir numerosas estrellas, cuatro de ellas novas, estudió algunos tipos como las binarias o los asteroides; estableció un patrón de medida de las fotografías que fue aceptado por el International Comittee of Photographic Magnitudes y sus contribuciones están detrás del gran progreso de la astronomía de los años veinte del siglo pasado.
Debido a los prejuicios de la época, Leavitt no consiguió ningún reconocimiento académico, su categoría laboral no pasó de ayudante y no pudo desarrollar sus propios métodos de trabajo. En 1921, un cáncer acabó con su vida en poco tiempo, la noticia apenas trascendió, en 1924, el matemático sueco Mittag-Leffler la propuso como candidata al Premio Nobel, sin saber que había muerto tres años antes.

En el Observatorio de Harvard College, las mujeres estudiaron durante más de 130 años del cielo nocturno, todo está preservado en fotografías de placas de vidrio. La colección de placas fotográficas astronómicas de HCO es el archivo más grande del mundo de negativos de placas de vidrio estelares, reúne más de 500,000 momentos celestiales capturados en el tiempo, algunos datan de mediados del siglo XIX.

uno de los cuadernos de Henrietta Swan Leavitt

Uno de los cuadernos de Henrietta Swan Leavitt

El diario secreto de Henrietta S. Leavitt videoblog creado por la unidad de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía sobre la astrónoma Henrietta Leavitt.

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