Año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido

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Año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido

Ante un mundo atónito,
en noviembre de 1989, cae el muro de Berlín.
A unos 4.700 millones de kilómetros de la Tierra,
se cierran los ojos de la Voyager 2
tras haber sobrevolado Neptuno
y su excéntrica luna Tritón.
Mientras la multitud se agolpa en la Puerta de Brandeburgo,
la Nasa desactiva las cámaras de la nave
y, a ciegas, la sonda viajera
continúa su travesía hacia los confines del Sistema Solar.

El sueño del “Grand Tour” comenzó el verano de 1961
con una computadora de IBM
y un matemático programando series de ecuaciones
para resolver el problema de ‘los tres cuerpos’.
La pesadilla del muro comenzó también ese mismo verano
con la «Operación Rosa»,
un anillo de alambre de espino rodeando Berlín,
para resolver el problema del éxodo
de los muchos cuerpos que querían atravesar a occidente;
En Pasadena, Michael Minovitch
se enfrascó en la mecánica celeste,
dibujando trayectorias y rutas
para futuras misiones espaciales.
Nadie lo escuchó.
En Berlín los soldados levantaron bloques de hormigón,
cegaron ventanas, electrificaron vallas…
Un muro partió la ciudad en dos.
La población quedó dividida.
Nadie la escuchó.

En 1977, cuando los planetas se alinearon
y las Voyager partieron rumbo al infinito,
Berlin Este siguió bajo el influjo de astros infaustos,
tapiado el horizonte por un telón en blanco y negro.
Desde el espacio, a todo color,
llegaban a la tierra miles de imágenes
-Una Gran Mancha Roja abría sus pétalos
en el hemisferio sur de Júpiter;
sobre el limbo de Ío
se elevaba la pluma azul de Prometeo-
-Corría el año 1979 de Nuestro Señor el gigante gaseoso-
Los dioses volvieron a ocupar su lugar en el panteón celeste.

De la Europa celeste de las Voyagers
a la Europa de los estados satélites soviéticos,
de las grietas de su corteza helada
a las de la segunda guerra fría.
Mundos extravagantes
en los que orbitan imágenes icónicas,
como la del beso fraterno entre Brezhnev y Honecker
o la de la gran luna Ganimedes, una bola navideña en el espacio.
Pero todavía tendremos que esperar una década
hasta que el muro se derrumbe
y las Voyagers tomen el “Retrato de la familia” del Sistema Solar.

El año 1990 de Nuestro Señor, en el punto azul pálido,
la historia se acelera y el tiempo nos alcanza.
«Free, free Nelson Mandela» gritan en Ciudad del Cabo,
en todo el país repican las campanas y
ondean las banderas del Congreso Nacional Africano.
«Somos un pueblo», gritan en Berlin,
pidiendo la reunificación alemana.
El Pacto de Varsovia comienza a disolverse,
a su manera, con la doctrina Sinatra…
Aunque pocos lo saben,
la Vogager 1 se dirige hacia el espacio interestelar,
y antes de que apaguen sus cámaras, se gira
para echar un último vistazo a nuestro loco mundo
desde seis mil millones de kilómetros.

Mientras el muro se fragmenta en miles de pedazos,
en un punto del pixel,
Dimitri Vrúbel hace bocetos para el recuerdo
inspirados en la foto del beso socialista,
«Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal»
se titula el mural.
Era el 14 de febrero de 1990.

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Entre el 9 de noviembre del año 1989, día en el que cayó el muro de Berlín, y la primera quincena del mes de febrero del año siguiente, transcurre un trimestre frenético cargado de acontecimientos que cambiaron el mundo. El 9 de febrero de 1990 comienzan las obras de derribo del muro, al día siguiente, Gorbachov da el visto bueno para la reunificación alemana, que se producirá este mismo año. El 11 de febrero, en Sudáfrica, Nelson Mandela es puesto en libertad, tras 27 años en prisión, -era el principio del fin del apartheid-.
La cascada de acontecimientos se sucede, el Sóviet Supremo se plantea la disgregación de las repúblicas de la Unión Soviética y los países del bloque del Este inician un rápido proceso de democratización. Esta vorágine, que acabará con la disolución de la URSS y la desaparición del Pacto de Varsovia, desembocará en el final de la Guerra Fría y la construcción de un nuevo orden mundial.

En el cosmos, entre el otoño de 1989 y el invierno de 1990, las sondas Voyager marcaron un hito en la exploración espacial, al concluir el Grand Tour por los cuatro planetas gigantes en menos de una década. Tras la visita de la Voyager 2 al sistema de Neptuno, se apagaron sus cámaras, nunca más volvería a tomar imágenes de ningún cuerpo estelar.
La primera quincena de noviembre, la Voyager 1 sobrevoló Saturno y algunas de sus lunas, pero antes de iniciar su misión Interestelar realizó una última secuencia de 60 fotografías, era la última oportunidad de hacer un «Retrato de la familia del Sistema Solar» . En este mosaico de imágenes, la Tierra, apenas es un punto azul pálido en la inmensidad del espacio. Media hora más tarde de retratar a nuestro planeta, las cámaras de la Voyager 1 se apagaron. Estas serían las últimas de las más de 67 000 imágenes tomadas por la misión.

En su travesía por el espacio interestelar, Voyager 2 ya está a 20.000 millones de kilómetros de la Tierra y Voyager 1 a más de 24.000, aunque desde hace unos meses su unidad de telecomunicaciones comenzó a fallar y la NASA tiene problemas para repararla.

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Esta entrada, dedicada al punto azul pálido, participa en polidivulgadores de Hypatiacafe @hypatiacafe.

Las viajeras estelares

El 5 de septiembre de 1977 se lanzó desde Cabo Cañaveral la sonda Voyager 1. Su hermana gemela, Voyager 2, había despegado 16 días antes, el 20 de agosto, 47 años después, se han convertido en los objetos fabricados por el hombre que han viajado más lejos de nuestro planeta.
En la segunda mitad del siglo XX comenzó la carrera espacial, la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la conquista del espacio hizo volar la imaginación de buena parte de la población mundial. En la década de los 70, millones de personas estaban enganchados por la exploración del cosmos y el estreno de la primera película de la saga ‘La Guerra de las Galaxias’, en 1977, desató la fiebre por la ciencia ficción.
En este contexto de misiones espaciales y contiendas estelares comenzaron su travesía las naves Voyager, que viajan con un disco de oro titulado «Los sonidos de la Tierra«, un compendio de datos elaborado por un comité presidido por Carl Sagan, que lo denominó una “botella en el océano cósmico”.
Pero en esta época los astros estaban también en sintonía; los planetas exteriores del Sistema Solar se alinearon a finales de la década de los 70 y su colocación era idónea para la asistencia gravitacional. Este efecto tirachinas permitió a las naves viajar a gran velocidad sin apenas consumir combustible. La sonda Voyager 2, por ejemplo, aprovechando sucesivamente el tirón de Júpiter, Saturno y Urano alcanzó Neptuno en 1989, sin este efecto hubiera tardado unos 30 años más. La fecha de lanzamiento no fue casual, los científicos sabían que los planetas no volverían a estar situados en esas posiciones concretas hasta el 2152. Pero ¿quién había llegado a esas conclusiones?
Para viajar a los planetas exteriores hace falta escapar de la fuerza gravitacional que ejerce el Sol y, en los años 60, la NASA no podía asegurar vida útil a una sonda más allá de unos meses, en esta época un joven matemático, Michael Minovitch, que realizaba el doctorado en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), decidió dedicar su tiempo libre a resolver el problema de “los tres cuerpos”, programando en la nueva computadora IBM series de ecuaciones que le ayudaran a resolver la incógnita. Obtuvo una información bastante exacta sobre las posiciones de los planetas y demostró que si una nave pasa cerca de un planeta que orbita alrededor del Sol puede apropiarse de parte de la velocidad orbital de ese astro y acelerar en dirección opuesta al Sol sin utilizar el combustible de propulsión.
Intento por convencer a la Nasa de la importancia de su descubrimiento, dibujó a mano numerosas trayectorias de hipotéticas misiones, entre ellas una ruta específica que, años más tarde, se convertiría en la trayectoria de las sondas Voyager. Pero era el año 1962 y en el JPL estaban enfrascados con el Proyecto Apolo y nadie prestó mayor atención a su hallazgo.
El proyecto fue tomando forma cuando el ingeniero espacial Gary Flandro, partiendo de los estudios de Minovitch, comenzó a refinar los cálculos y cayó en la cuenta de que si entre 1976-1978 se lanzaba una sonda, ésta podría visitar los cuatro planetas exteriores, o bien varias combinaciones de los mismos además de Plutón. Finalmente, la NASA aceptó la idea de una gran expedición y, en 1970, se consiguieron los fondos para la construcción de dos naves espaciales gemelas que se convertirían en las Voyagers.
Tras enormes dificultades técnicas y cambios de planes, la misión fue todo un éxito, la Voyager 1 sobrevoló a Júpiter y Saturno y, a continuación, después de visitar Titán (luna de Saturno), abandonó la eclíptica del Sistema Solar. La Voyager 2, después de visitar Júpiter y Saturno, siguió su camino hacia Urano y Neptuno, dejando la eclíptica tras el paso sobre Tritón (luna de Neptuno). Ambas han realizado hallazgos asombrosos, como el descubrimiento de 22 nuevos satélites, anillos en Júpiter o que Europa parece estar cubierta por un vasto océano de hielo y continúan su viaje. En septiembre de 2013 la Nasa anunció que la Voyager 1 había atravesado la heliosfera, una burbuja que rodea a todo el Sistema Solar.
Lo más sorprendente es que 47 años después todavía siguen enviando señales y los datos de sus diferentes instrumentos.
Si una imagen pudiera representar esta misión, sería la tomada por la Voyager 1 desde una distancia de 6000 millones de kilómetros, en el que nuestro planeta visto desde los confines del sistema solar queda casi reducido a un pixel en la fotografía y que fue bautizada Un punto azul pálido.

Acoplado a un costado de las naves, viaja el disco de oro de las Voyager “Sonidos de la Tierra”, un compendio de datos que nos representara como humanidad, elaborado por un comité presidido por el astrónomo y escritor Carl Sagan. Entre los sonidos enviados al Cosmos, como mensaje en una botella, está la canción ‘Dark Was the Night, Cold Was the Ground‘, (Oscura era la noche, fría estaba la Tierra) de Blind Willie Johnson.

Oscura era la noche, fría estaba la Tierra

“Oscura era la noche, fría estaba la Tierra”,
el blues de ‘Blind’ Willie Johnson,
junto con el canto nocturno de los navajos
y los latidos del corazón de Ann Druyan
ya han cruzado el Cinturón de Kuiper.
—La NASA anunció que la Voyager 1
dejaba atrás la heliopausa, abandonando el Sistema Solar—.
Desamparados en la Vía Láctea,
arropados tan solo por gas ionizado,
los esquemas de ADN y las leyes de Newton
duermen su letargo cósmico
en los surcos del disco de oro de la Voyager
con otros ‘grandes éxitos’ del Planeta.
Escucho el gemido de la guitarra
mientras oscurece en esta parte de la Tierra,
y el verano se debilita, como la señal de la Voyager.
La luna mengua,
y el lamento de ‘Blind’ en las calles de Beaumont,
se desplaza hacia la nube de Oort,
—en unos 40.000 años se aproximará a la constelación de la Jirafa—.
Entre rasgueo y rasgueo,
repaso el inventario que vaga en el abismo
y que intenta explicar “a quién corresponda”
la deriva continental, la evolución de los vertebrados
o el endemoniado tráfico de una ciudad en hora punta.
En la carátula,
una descripción del lugar de nuestro planeta en la Galaxia,
un átomo de hidrógeno
y las instrucciones de uso y manejo del disco.
“Dark was the night, cold was the ground”
(Oscura era la noche, fría estaba la Tierra),
Un blues desvalido en la frontera.
Voz profunda adentrándose en el espacio profundo,
mensajera frágil “en el áspero camino hacia las estrellas”.

Más información
«El beso fraternal socialista«, 1979. El fotógrafo Regis Bossu logró captar este momento en el que Leonid Brezhnev y Erich Honecker se dan un «beso». Posteriormente, la imagen sirvió de inspiración para un mural,  pintado en 1990, por el artista ruso Dmitri Vrúbel en la East Side Gallery, una sección del muro de Berlín.

Poema a Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian murió en Ámsterdam el 13 de enero de 1717 y fue enterrada unos días más tarde, el 17 de enero, en lo que entonces era el cementerio Leidse Kerkhof, en el centro de la ciudad. Persiste el mito de la tumba de indigente, pero la inscripción en el registro funerario es clara: Maria Sibylla Merian invirtió cuatro florines antes de morir para que 14 portadores del féretro la condujeran a su última morada. El cementerio donde fue inhumada se cerró en 1866.
En su memoria, he escrito un poema para una lápida imaginaria, donde pueda reposar con todas las criaturas que tanto amó. Si viviera hoy en día, Merian visitaría los cementerios para observar a las mariposas y dibujar su fragilidad. Recientes estudios han constatado que estos espacios son los últimos refugios para muchas especies de flora y fauna, reconociendo su papel como protectores de la biodiversidad. El limbo de no sepultura de Sibylla Merian ha sido la inspiración para este poema.

Mariposas en el limbo

A Sibylla Merian

Cuando la luz extiende sus alas entre las mariposas,
las medioluto del norte
vuelan hasta el cementerio de Leidse
guiadas por la Parca.
Las lanzas del lirio guerrero
custodian una lápida sin nombre,
donde las flores de centaura parpadean
atrayendo a las errantes.
Las escamas flotan,
como povisas de nieve sobre el mármol,
descienden lentamente y se posan,
dibujando un damero para Sibylla Merian.

Anochece, en el santuario de difuntos sin nombre,
las polillas lunares funden sus alas
con el liquen de las alas de los ángeles
y las pavones gigantes vigilan en la oscuridad
la tumba donde centellean las luciérnagas,
adornada con una diadema de destellos luminosos.

Los que llamaban engendros del Averno
acuden a su reunión secreta con las plantas.
Selenias y saturnias alzan vuelo,
agitan la memoria de la noche
despertando el sueño de las flores;
son fantasmas que arrebatan con el polen
imágenes oníricas
para que Sibylla Merian las pinte en sus estampas,
-de la natividad a la resurrección-
«La oruga, maravillosa transformación y extraña alimentación floral»

Línea a línea, con un trazo suave,
tan frágil como el polvo de sus alas,
las bestias mutan en criaturas celestiales
sobre el pergamino.
Merian las amaba,
sabía que no eran entelequias,
«Todas las orugas emergen de sus huevos».
A veces las nutría,
anotaba sus costumbres,
observaba los sudarios de seda suspendidos de los árboles,
los cofres colgando como extraños frutos de los tallos,
descubría mandorlas enterradas en el suelo o entre hojas.
Crisálidas esperando a que la luz revele
los colores impresos en sus genes.

Sibylla Merian, la iluminadora de las mariposas

«En mi juventud me dediqué a buscar insectos. Empecé con los gusanos de seda de mi ciudad natal de Fráncfort. Después establecí que a partir de otras orugas se desarrollaban muchas de las bellas mariposas diurnas, como lo hacen los gusanos de seda. Esto me llevó a recoger todas las orugas que podía encontrar para observar su transformación».
Uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza es la metamorfosis que, en algunas criaturas como la mariposa, es espectacular. La transformación que experimentan no es exclusiva de estos animales, ocurre en muchos otros, pero en el caso de las mariposas es de tipo completo produciéndose grandes cambios fisiológicos y estructurales, que van desde el nacimiento hasta que alcanzan su madurez. Las cuatro etapas de este proceso (huevo, larva, crisálida e imago) han sido objeto de todo tipo de especulaciones dando pie a las más variadas creencias y concepciones místicas.
El Renacimiento trajo consigo avances notables de la mano de los naturalistas que comenzaron a alejarse de la dimensión simbólica de los insectos y a describirlos, sentando las bases de la entomología moderna. Gracias a sus observaciones y a las de siglos posteriores se comenzó a conocer cómo era la metamorfosis de muchas espacies.
Una de las figuras más notables en este campo es la de la naturalista y pintora alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717) que dedicó toda su vida al estudio de los insectos, especialmente de las mariposas. «Cuando me di cuenta de que las mariposas y las polillas se desarrollaban más deprisa que otras orugas, recogí todas las orugas que pude encontrar para observar su metamorfosis», escribió sobre de su trabajo. «Me retiré de la sociedad humana y me dediqué exclusivamente a estas investigaciones. Además, aprendí el arte de dibujar para poder trazarlas y describirlas tal como son en la naturaleza».
Pero, además de la metamorfosis, Merian también añadió numerosos detalles de la evolución y vida de los insectos, mostrando, por ejemplo, como cada oruga depende de ciertas plantas para su alimentación y que este es el motivo por el que ponen los huevos cerca de ellas.
Tras perder a su padre a los tres años de edad, se educó con su padrastro, el artista Jakon Marell, que le enseñó pintura, dibujo y grabado y con 13 años ya realizaba imágenes de las plantas e insectos que observaba. A los 18 años contrajo matrimonio con el arquitecto y pintor Johann Andreas Graff y se trasladó a Nuremberg, donde siguió con sus observaciones e ilustraciones, centrando su investigación en las mariposas y dibujando detalladamente su metamorfosis. Estos apuntes serían la base de su libro La oruga, su maravillosa transformación y su extraña alimentación con flores, en el que reúne una serie de grabados que ilustra una gran variedad de ejemplares botánicos.
Pero la parte más apasionante de su investigación comenzó en 1685, cuando tras separarse de su marido emprendió un viaje en solitario de investigación y observación de la naturaleza que la llevaría a Surinam, en la Guayana holandesa, para estudiar las plantas, frutos e insectos de la región y enriquecer su investigación y su obra gráfica. Viajó acompañada de una de sus hijas y se dedicó en cuerpo y alma a dibujar insectos y plantas autóctonos hasta que la malaria la obligó a volver a Europa.
Los viajes científicos eran bastantes desconocidos en esta época y sus contemporáneos, por supuesto hombres, cuando se desplazaban a las colonias era para hacer colecciones o para instalarse y prosperar. Ninguna mujer iba a la otra punta del mundo a estudiar animales y su proyecto fue considerado una excentricidad. Merian recolectaba orugas, las alimentaba con las hojas de las plantas donde las encontraba y observaba su transformación, comprobando que dos que parecían idénticas, tras la metamorfosis, eran muy distintas (dimorfismo sexual). Realizaba sus exploraciones acompañada por nativos que le contaban todo lo que sabían de los animales y las plantas (nombres, usos medicinales…), en una de las láminas de este libro dedicada a la planta Flos Pavonis (Caesalpinia pulcherrima) comenta que «Los los esclavos la emplean para no tener hijos».
«He creado la primera clasificación de todos los insectos con crisálida, las capillas que vuelan de día y las lechuzas, que vuelan de noche. La segunda clasificación es para los gusanos, orugas, moscas y abejas. Conservé los nombres de plantas, ya que eran utilizados en América por los habitantes y los indios».
A su vuelta de Surinam, publicó su obra magna Metamorphosis Insectorum Surinamensium, en holandés y latín, un tratado con el que estableció los fundamentos de la entomología moderna, además de presentar especies desconocidas para naturalistas europeos. Pero sus estudios no fueron aceptados por la comunidad científica de la época. Maria Sibylla Merian continuó observando la naturaleza y dando clases de dibujo hasta poco antes de su muerte pues sus publicaciones no le daban para vivir.
Sus años de investigadora la convirtieron en la primera naturalista enfocada por completo en la transformación de los insectos. Su clasificación de las mariposas de Surinan es utilizada aún hoy en día. Desafortunadamente, su trabajo fue ignorado durante muchos años. En Alemania, la trayectoria de la entomóloga fue reconocida públicamente en el siglo XX. Además del interés científico, sus dibujos son considerados como obras de arte y coleccionados por aficionados de todo el mundo.
El poema dedicado a la naturalista Maria Sibylla Meria participa en el tema Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia de Hypatiacafe @hypatiacafe.

ENLACES DE INTERÉS
María Sybilla Merian: conquistadora de lo imposible de Alejandra Olguín.
Maria Sibylla Merian, una valiente entomóloga, de Carolina Martínez Pulido, publicado en Mujeres con ciencia.
Maria Sibylla Merian, intrepid traveler, de Theresa Thompson

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Poem to Sibylla Merian

Maria Sibylla Merian died in Amsterdam on January 13, 1717 and was buried a few days later, on January 17, in what was then the Leidse Kerkhof in the center of the city. The myth of the pauper’s grave persists, but the inscription in the burial register is clear: Maria Sibylla Merian invested four guilders before her death for 14 pallbearers to carry her to her final resting place. The cemetery where she was buried was closed in 1866.
In her memory, I have written a poem for an imaginary tombstone, where she can rest with all the creatures she loved so dearly. If she were alive today, Merian would visit cemeteries to observe butterflies and sketch their fragility. Recent studies have found that these spaces are the last refuges for many species of flora and fauna, recognizing their role as protectors of biodiversity. Sibylla Merian’s no-burial limbo has been the inspiration for this poem.

Butterfly limbo

When the light spreads its wings among the butterflies,
the northern half- mourner fly to
the Leidse cemetery
guided by the Reaper.
The lances of the warrior lily
guard a tombstone without a name,
where the centaury flowers flicker
attracting the wandering ones.
The scales float,
like snow povises on marble,
slowly descend and land,
drawing a checkerboard for Sibylla Merian.

Night falls, in the shrine of the nameless dead,
moon moths fuse their wings
with the lichen of the angels’ wings
and the giant peacocks keep watch in the darkness
the tomb where the fireflies sparkle
adorned with a tiara of luminous flickers.

Those they called the begets of the Avernus
come to their secret meeting with the plants.
Selenies and saturnias take flight,
shake the memory of the night
awakening the dream of the flowers;
They are ghosts that snatch with the pollen
dreamlike images
for Sibylla Merian to paint in her prints,
–from the Nativity to the Resurrection-
The Caterpillar’s marvelous transformation and strange floral food.

Line by line, with a soft stroke,
as fragile as the dust on its wings,
the beasts mutate into celestial creatures
on the parchment.
Merian loved them,
she knew they were not entelechies,
«All caterpillars emerge from their eggs
Sometimes she nurtured them,
noted down their habits,
She watched the silk shrouds suspended from the trees,
the chests hanging like strange fruits from the stems,
She discovered mandorlas buried in the ground or among leaves.
Crysalides waiting for the light to reveal
the colors imprinted in their genes.

Lenin en el Polo Sur de Inaccesibilidad

Polo Antártico de la Inaccesibilidad

La Base Polo de Inaccesibilidad, construida en 1958, es una estación científica soviética que fue abandonada poco tiempo después y quedó sepultada por la nieve. Actualmente, solo es visible el busto de Lenin, que corona el techo.

En la oscuridad perpetua del invierno polar,
sobre la meseta, a unos 3.600 metros de altitud,
la aurora austral baila la danza de los sietes velos
ante la mirada gélida de Lenin.
En el centro geométrico del continente antártico,
el busto de Vladimir, como un alma desorientada,
mira en dirección a Moscú.
La Revolución en el Polo Sur de Inaccesibilidad,
donde el viento aúlla con su letalidad pálida,
el telón blanco de acero y el muro de la Guerra Fría,
en medio de la vasta nada,
flotando entre témpanos, planicies y valles helados.

El 14 de diciembre de 1958, la 3ª Expedición Antártica soviética, comandada por Yevgeny Tolstikov, alcanzó por primera vez el Polo Sur de Inaccesibilidad, estableciendo temporalmente una pequeña estación para cuatro personas y una pista de aterrizaje. Pero debido a las duras condiciones climáticas del lugar y a su remota ubicación se decidió abandonarla como estación permanente, dejando avituallamiento sólo para visitas puntuales.
Antes de partir, los soviéticos colocaron una placa conmemorativa de su hazaña y montaron en el techo del edificio, sobre un pedestal de madera, el busto de Lenin mirando hacia Moscú. Este lugar, Edificio de la Estación del Polo de la Inaccesibilidad, en las coordenadas: 82º 06’ 42”S, 55º 01’ 57”E está incluido en Sitios y Monumentos Históricos de la Antártida.
En 1965, un grupo de exploradores estadounidenses, que formaban parte de la expedición Queen Maud Land Traverse, alcanzó este punto de inaccesibilidad de la Antártida. Al descubrir la cabaña soviética con el busto encima, supuestamente cambiaron su posición, para que Lenin mirara a Washington D.C. Tres años más tarde, en 1967, otra expedición soviética, que regresó al lugar,  recolocó el busto para que mirará a Moscú. Después de eso, no de tiene constancia de que ningún ser humano pisara este suelo helado hasta 40 años más tarde.
El 19 de enero de 2007 el equipo N2i, formado por exploradores canadienses y británicos, alcanzó el Polo de Inaccesibilidad, deslizándose sobre las llanuras heladas del continente con cometas. Para entonces, la estación había quedado sepultada bajo más de dos metros de nieve, pero imperturbable, en medio de la planicie blanca, como un hito, se levanta el busto de Lenin, señalando el punto.


El poema «Lenin en el Polo Sur de Inaccesibilidad» participa en el tema Gabinete de curiosidades de Hypatiacafe #PVgabinete de @hypatiacafe

Poema al demonio de Maxwell

El demonio de Maxwell

En Glenlair, Escocia,
caen copos esmeralda sobre las colinas
y, en el horizonte, antes del hundimiento,
la luz centellea sobre la hierba.
Cuando la niebla baja,
empuja al verde leyenda de los prados al infierno
y los árboles tiritan como si todos los espíritus
se hubieran refugiado en las ramas.
Vestido con un kilt,
agazapado entre brezos y cardos,
un ser sonríe malicioso,
buscando violar el segundo principio de la termodinámica,
¿Qué pasaría si hubiera una criatura
lo suficientemente pequeña para ver cada molécula y seguirla?
Nunca sabremos si lo que fuera que imaginó Maxwell
era un demonio, un elfo
o un cancerbero de gases con derecho de admisión;
pero, en secreto, como Lucifer,
la bestia imaginada desafía las leyes del universo y
busca algún tipo de pacto fáustico
para acabar con la irreversibilidad.
Cae la noche en Glenlair,
el halo de la lámpara santifica las sombras,
el calor se disipa
y el té ya no humea en la taza.
¿Puede una ínfima acción revertir el proceso?
Maxwell sienta a su ángel exterminador de la entropía
junto a una puerta, entre el hielo y el fuego,
y le encomienda la tarea de vigilar moléculas.
Como un personaje omnisciente del reino feérico
la criatura las separa
a la siniestra o la diestra del Padre,
unas al mundo gélido, otras al ardiente,
y, en el umbral, asoma la paradoja.
Tras muchas horas ordenando el caos,
exhausto, el demonio pierde la sonrisa,
ha envejecido un siglo.
Por el conocimiento,
la bestia ha pagado un alto precio.
Elena Soto

La imaginación, en ciencia, puede ser un excelente laboratorio para llevar a cabo experimentos difíciles o, directamente, irrealizables por medios empíricos, ayudando a inferir posibles resultados ¿qué ocurriría si…? ¿Y si…?
Estas situaciones hipotéticas han sido muy útiles para abordar problemas científicos introduciendo nuevos factores pero, en ocasiones, los resultados obtenidos desafían al sentido común y nos enfrentan a lo que no puede ser, al menos en ese momento. Estos experimentos mentales alcanzan en la física su máxima expresión y los ejemplos en esta rama de la ciencia son numerosos. Entre los más célebres destaca el demonio de Maxwell.
En 1867 el físico escocés James Clerk Maxwell ideó una criatura que desafiaba la segunda ley de la termodinámica, considerada inviolable, y que afirma “que en un sistema aislado la entropía no puede decrecer”. Este demonio, presentado oficialmente en su libro Theory of heat (1872) y que aborda las limitaciones del segundo principio de la termodinámica, ha servido de acicate e inspiración para generaciones de físicos y, en los últimos años, diferentes investigaciones lo están ‘invocando’ de nuevo.
La segunda ley de la termodinámica, una de las más importantes de la física, se puede formular de muchas maneras, pero todas nos llevan al concepto de irreversibilidad y de entropía; básicamente lo que dice es que todo sistema fuera de equilibrio tiende a desordenarse y que la entropía, como medida de desorden, tiende a aumentar, dicho de otro modo, las cosas tienden siempre a hacerse más desordenadas, y si quisiéramos ordenarlas sería necesario invertir energía en el proceso. En el experimento mental que diseñó Maxwell se preguntaba ¿qué pasaría si hubiera una criatura lo suficientemente pequeña para ver cada molécula y seguirla?
En su laboratorio imaginario habría un recipiente de gas herméticamente sellado y dividido en dos partes por una pared, en la que existiría un pequeño orificio con una trampilla y, controlando el mecanismo, un demonio. La tarea de esta criatura, que puede diferenciar entre una molécula fría y una caliente, es ir abriendo y cerrando la trampilla, cuando sea necesario, para separarlas, de forma que, las frías las pasa a un lado y las calientes al otro. El resultado es que acumularía las moléculas de gas caliente en un compartimento y las de gas frío en el otro. Si se realiza el cálculo de la entropía antes y después, lo que se ve es que ésta disminuye, algo que va en contra de la segunda ley de la termodinámica.
Esta paradoja fue explicada, al menos en parte, por Leo Szilard, a finales de los años 20. Este físico le atribuyó al demonio un papel activo, incluyéndolo dentro del sistema. El proceso de adquisición de información requiere un gasto energético y, para operar, el demonio necesita información, y su obtención cuesta lo suficiente como para que la segunda ley de la termodinámica no sea violada.
Con el desarrollo de la computación, y casi un siglo después de que Maxwell ideara su diablo, se comienza a pensar en la información como forma de energía y fue, precisamente, un científico que investigaba en IBM, Rolf Landauer, el que resolvió esta aparente paradoja, cuando propuso que la clave estaba en la memoria del demonio, que no podía ser infinita, postulando que el simple acto de borrar información de un sistema físico debía disipar una mínima cantidad de energía al entorno.
Un bit, la unidad fundamental de información, puede representar un 1 o un 0, Landauer se dio cuenta que al reemplazar 0 por un 1 no costaba energía si el proceso podía revertirse, pero si éste era irreversible, siempre se producía alguna pequeña cantidad de calor. Mientras el demonio pudiera guardar la información en su memoria, no consumiría energía, pero cuando su memoria se llenara, tendría que borrar parte de la información y este borrado aumentaría la entropía del sistema, disipando el calor necesario para restablecer el segundo principio de la termodinámica.
Ya, en el siglo XXI, este diablo hipotético ha saltado al mundo cuántico y continúa siendo objeto de investigación. La pregunta es ¿se puede implementar un demonio de Maxwell a nivel cuántico? “Hasta ahora la mayoría de investigaciones se han llevado a cabo en sistemas clásicos, pero en los últimos años se están intentando hacer propuestas, tanto teóricas como experimentales, de cómo funcionaría esta entidad en un sistema cuántico”.
Esta entrada es mi aportación al tema ¿Y si…? de #polivulgadores de @hypatiacafe.

Poem to Maxwell’s demon

In Glenlair, Scotland,
emerald flakes fall over the hills
and, on the horizon, before the sinking,
the light sparkles on the grass.
When the fog comes down,
pushes the green legend of the meadows to hell
and the trees are shivering as if all the spirits
had taken refuge in the branches.
Dressed in a kilt,
crouched among heather and thistles,
a being smiles maliciously,
seeking to violate the second principle of thermodynamics,
What if there was a creature
small enough to see every molecule and follow it?
We will never know if whatever it was that Maxwell envisioned
was a demon, an elf
or a gas cancerber with the right of admission;
but, secretly, as Lucifer,
the imagined beast defies the laws of the universe
and seeks some kind of Faustian pact
to put an end to irreversibility.
Night falls in Glenlair,
the halo of the lamp sanctifies the shadows,
the heat dissipates
and the tea no longer steams in the cup.
Can a tiny action reverse the process?
Maxwell sits his exterminating angel of entropy
next to a door, between ice and fire,
and entrusts it with the task of monitoring molecules.
As an omniscient character from the feerical realm.
the creature separates them
to the left or right hand of the Father,
some to the icy world, others to the fiery one,
and, on the threshold, the paradox emerges.
After many hours of sorting through the chaos,
exhausted, the demon loses his smile,
has aged a century.
For the knowledge,
the beast has paid a high price.

Elena Soto.

Casiopea A en punto de cruz

Cecilia Payne_Stellar Atmospheres_Casiopea

Casiopea A en punto de cruz

A Cecilia Payne

Estallando en el océano cósmico,
crestas de gas resplandeciente rompen
en los acantilados estelares.
A la deriva, entre la espuma,
un cadáver etéreo flota en la constelación de Casiopea,
amortajado de filamentos brillantes.
Aquí abajo, en la Tierra,
los espectros se ovillan en madejas de colores
y Cecilia, puntada a puntada,
va bordando la muerte de una supernova,
que dispersa sus restos en la orilla del abismo.
A unos 11.000 años luz,
Casiopea A despliega sus alas como una mariposa,
y las escamas acaban zurcidas en la tela;
hebras rojas, amarillas, verdes, púrpura o azules;
a punto de cruz,
Cecilia pinta el cataclismo del astro lepidóptero.
¿De qué están hechas las Estrellas?
Tiempo atrás, comenzó a devanar los hilos
y a formar los ovillos
cuando descubrió la composición química del cosmos,
tejiendo las líneas de absorción de los espectros estelares con una ecuación.
Ni nuestro sol, ni ningún sol eran cuerpos rocosos,
hidrógeno y helio fueron los gases que mecieron la cuna
y, azarosamente, el universo comenzó a balancearse.

Elena Soto

Cassiopeia A cross stitch

To Cecilia Payne

Starbursting into the cosmic ocean,
crests of glowing gas break off
on the stellar cliffs.
Drifting among the foam,
an ethereal corpse floats in the constellation of Cassiopeia,
shrouded in glowing filaments.
Down here, on Earth,
the spectres are tangled up in skeins of colors
and Cecilia, stitch by stitch,
embroiders the death of a supernova,
which scatters its remains on the edge of the abyss.
Some 11,000 light years away,
Cassiopeia A spreads its wings like a butterfly,
and the scales end up darned into the fabric;
red, yellow, green, purple or blue strands;
in cross stitch,
Cecilia paints the cataclysm of the lepidopterous star.
What are the stars made of?
Some time ago, she began to rewind the threads
and forming the balls
when she discovered the chemical composition of the cosmos,
weaving the absorption lines of stellar spectra with an equation.
Neither our sun nor any sun was a rocky body,
hydrogen and helium were the gases that rocked the cradle.
and, randomly, the universe began to sway.

Elena Soto

Casiopea A (Cas A, SNR G111.7-02.1, 3C 461 y AJG 109) es un remanente de supernova, ubicado en la constelación de Cassiopeia a unos 11 000 años luz de la Tierra y se le considera la fuente de radio más brillante fuera del sistema solar. Un remanente de supernova son los restos de gases y polvo cósmico que quedan después que una estrella haya explotado.
En 1975, la revista Scientific American publicó en su portada una fotografía de la supernova Casiopea A, realizada con rayos X por investigadores del MIT de Massachussets y Cecilia Payne, que ya estaba jubilada, bordó en punto de cruz este evento astronómico que tuvo lugar a miles de años luz de distancia. Tres años más tarde, en 1979, falleció. En la actualidad, el legado de Payne se guarda en el Archivo de la Universidad de Cambridge.

cecilia

La composición de las estrellas

Cecilia Payne-Gaposchkin descubrió que el hidrógeno y el helio son los elementos más abundantes de las estrellas y el universo, un resultado que no fue bien aceptado.
Hubo un tiempo en el que se creía que las estrellas estaban fijas en una esfera celestial que giraba a diario alrededor de la Tierra, esta visión de nuestro planeta como centro del universo nos indujo también a pensar que las estrellas estaban hechas a su imagen y semejanza. Hasta bien entrado el siglo XX se pensaba que el sol era un astro rocoso cuyo componente primordial era el hierro, un error estelar que se puso por primera vez en cuestión en 1925, cuando Cecilia Payne-Gaposchkin (1900-1979) publicó la tesis titulada “Atmósferas estelares, una contribución al estudio de observación de altas temperaturas en las capas de inversión de las estrellas“ Stellar Atmospheres: a contribution to the observational study of high temperature in the reversing layes of the stars, calificada por astrónomos como Otto Struve y Velta Zeberg como “la mejor tesis de astronomía de la historia”.
Payne concluyó que el hidrógeno, seguido del helio, eran los componentes más abundantes en la constitución de las estrellas, determinó las temperaturas estelares, las concentraciones químicas y explicó que el aparentemente inagotable suministro de energía del Sol se debía a la fusión nuclear. Pero estos resultados eran demasiado revolucionarios para la época y no fueron bien aceptados por la comunidad científica.
El decano de los astrónomos norteamericanos, Henry Norris Russell, que había sido premiado por sus trabajos sobre la radiación estelar, se opuso radicalmente a esta idea, -él defendía la idea de que la composición de las estrellas era parecida a la de la Tierra- y sugirió a Payne que no pusiera aquellas conclusiones en su tesis porque lo que decía era imposible.
Solo la convenció solo a medias, ya que añadió al final que era muy probable que su teoría fuera errónea, pero en el trabajo expuso sus argumentos con todo lujo de detalles. El tiempo le acabaría dando la razón unos años más tarde, cuando a la luz de nuevos experimentos, se vio que era correcta. Russell no solo cambió de idea, sino que incluso publicó artículos en los que defendía el descubrimiento de Payne.
Para su tesis doctoral, utilizó la ecuación de la ionización del astrofísico hindú Meghnad Saha, que permitía describir las condiciones químicas y físicas en las estrellas, Payne relacionó el espectro de las estrellas con su temperatura absoluta, concluyendo que su componente principal era el hidrógeno.
Nacida en Wendower, Inglaterra, había estudiado botánica, física y química en la Universidad de Cambridge, pero no le dieron el título, porque en aquella época no lo concedían a las mujeres, aunque superasen todos sus estudios. Una conferencia en el Trinity College del profesor Eddington, en la que explicaba los resultados de una expedición que había realizado a Brasil para observar un eclipse solar, le abrió los ojos a la astronomía. Como en Inglaterra no podía graduarse, decidió trasladarse a los EE UU y, a través de un programa que buscaba acercar a las mujeres a la ciencia, consiguió una beca para estudiar en el Harvard College Observatory.
En 1934 contrajo matrimonio con el astrónomo ruso Sergei Gaposchkin, pero no adoptó el apellido de su marido como era habitual en los Estados Unidos, sino que lo añadió al suyo con un guión, firmando sus trabajos como Payne-Gaposchkin. Juntos publicaron varios trabajos y libros pero se consideraba ayudante de su mujer, y decía «Cecilia es una científica más grande que yo».
No lo tuvo fácil y pese a sus logros, no se hizo nada para promocionar su carrera, siguió trabajando en la Harvard University con una carga docente tan grande que estuvo a punto de acabar con su investigación. Hasta 1938, cuando por fin consiguió el título de “astrónoma”, no tuvo puesto oficial y cobraba un bajo salario. En 1943 fue elegida miembro del American Academy of Arts and Sciences y en 1956 pasó a ser la primera mujer profesora asociada en Harvard. Posteriormente también se convertiría en la primera directora de departamento de dicha universidad. Se retiró en la enseñanza en 1966 y posteriormente se fue a trabajar al Smithsonian Astrophysical Observatory.
Entre sus principales contribuciones a la astronomía destacan el descubrimiento de la composición química de estrellas, en concreto que el hidrógeno y el helio son los elementos más abundantes de estrellas y del universo. Sobre los espectros, determinó temperaturas estelares y abundancias químicas usando la ecuación térmica de ionización de Saha. Su trabajo fue de importancia fundamental en el desarrollo del campo de las atmósferas estelares. Descubrió que todas las estrellas tienen abundancias químicas relativas muy similares, estando compuestas en un 99% por hidrógeno y helio. Realizó estudios y análisis detallados de los espectros estelares. Junto con su esposo S. I. Gaposchkin, observó y analizó las estrellas variables poniendo la base de su uso como indicadores de la estructura. También hizo importantes estudios de los espectros de novas galácticas.

Más información sobre Cecilia Payne.
Mujeres con ciencia. Cecilia Payne-Gaposchkin: “La astrónoma que descubrió la composición de las estrellas”
Retrato alfabético. La astrónoma Cecilia Payne-Gaposchkin (1900-1979) en Cuaderno de cultura científica.
Cecilia Payne-Gaposchkin : an autobiography and other recollections
Themarginalian / Stitching a Supernova: A Needlepoint Celebration of Science by Pioneering Astronomer Cecilia Payne
«Cecilia Payne-Gaposchkin: https://legacy.adsabs.harvard.edu/full/1925PhDT………1P/0000001,006.htmlStellar Atmospheres». Harvard

Brumación

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Brumación

«et mox
bruma recurrit iners».
(y pronto
retorna el inerte invierno.)
Oda 7 del libro IV de Horacio.

El solsticio de invierno se arrastra, vertebra a vertebra,
sobre el lomo de la culebra de esculapio,
la bruma resbala hasta su caja torácica y
se apodera del ritmo de la sangre,
el corazón va más lento
y la respiración se amansa.
El solsticio de invierno dilata sus pupilas,
la bruma le ablanda la piel, le dulcifica las escamas.
En una danza hipnótica la culebra de esculapio contonea la lengua,
buscando en la oscuridad la madriguera con el olor de sus hermanos.
Elena Soto

*La palabra bruma es un cultismo que procede del latín; en origen significaba ‘solsticio de invierno’ (época del año en la que los días son más cortos) y, por extensión, designa de forma poética y genérica al invierno. Las Brumales (en latín Brumalia) eran las fiestas del solsticio de invierno.

La brumación es un estado de aletargamiento que experimentan reptiles y anfibios durante el invierno o períodos prolongados de bajas temperaturas. Los animales ectotermos o de sangre fría, es decir, aquellos que no son capaces de regular su temperatura corporal, sino que dependen de fuentes de calor externas como el sol, disminuyen su actividad metabólica para ahorrar energía.

Culebra de Esculapio – Zamenis longissimus

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Especie de gran tamaño, de aspecto esbelto y estilizado, con una cabeza estrecha y alargada. Esta culebra debe su nombre a Asclepio, dios griego (Esculapio para los romanos) de la curación y la medicina, en cuya imaginería porta un bastón con serpiente enroscada, que hoy es el símbolo de la Medicina. En cuanto a su nombre científico, el específico de longissimus  (la más larga) estaría plenamente justificado para Europa Central, ya que puede alcanzar los 2.000 mm de longitud total.

Calentamiento global

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Calentamiento global

Contra todo pronóstico
los almendros florecieron a finales de diciembre
y la nieve de pétalos cubrió la tierra.
Atravesamos felices el umbral
cambiamos el muérdago por el algarrobo loco
celebrando que las cigüeñas blancas
se hubieran hecho sedentarias
y que los vencejos adelantaran el viaje.
El deshielo del Ártico
fundió las rutas migratorias cotidianas,
ha vuelto impredecible el recorrido de la sangre
y el corazón flota a la deriva
cada grado Fahrenheit
el latido es más frágil.

Elena Soto

La gran Cinta Transportadora Oceánica (CTO), una corriente profunda recorre todos los océanos del planeta y regula su clima, interrumpió su marcha durante los períodos interglaciares, cuando el hielo ártico prácticamente desapareció. Esta circunstancia provocó que el agua no alcanzara la salinidad y la temperatura suficientes para hundirse y poner en marcha el gran mecanismo. Este es uno de los graves peligros del cambio climático.

Poema a Lise Meitner

Lise Meitner1

Una corazonada en el bosque blanco

A Lise Meitner

Lise tiene un cráter en la cara oculta de la Luna,
Otro, en la Planitia Labinia venusiana,
además de un asteroide entre las órbitas de Marte y Júpiter,
el 6999 Meitner.
Su nombre figura también en el columbario de la tabla periódica,
en el séptimo cielo de los elementos sintéticos,
con un epitafio en su memoria:
«meitnerio.
Símbolo atómico: Mt
Número atómico: 109
Peso atómico: 278».
La casilla, a modo de urna cineraria,
da cuatro pinceladas sobre su inestable habitante,
con una vida media tan breve
que apenas supera unos segundos.

Pero, más allá de cráteres, asteroides y elementos,
en la mirada melancólica de Lise, se intuye
el largo camino que va desde el sótano clandestino de Berlín,
donde realizaba sus experimentos,
hasta el paisaje nevado de Estocolmo,
donde alcanzó la iluminación atómica.
El resplandor encajaba con las ecuaciones.
Lise vio la escisión del núcleo de uranio como una gota líquida,
como una lágrima vacilante,
que, finalmente, resbala antes de que llegue el llanto,
en un mecanismo liberador de reacción en cadena.
Fue una corazonada en el bosque blanco.
Tras algunos cálculos, Lise vislumbra la fisión,
la vasta y terrible energía que desprende;
el suelo se tambalea, se estremecen los abedules plateados,
tiemblan los álamos en las montañas de Nuevo Méjico,
y su aliento suspendido en el frío forma un hongo de vaho
que se desvanece.
Oppenheimer dijo que, tras la prueba nuclear de Trinity,
recordó el verso del Bhagavad Gita
«Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».
Aquella Navidad de 1938, al interpretar los resultados,
Lise vio el deslumbrante resplandor,
la danza atómica de los neutrones,
girando como derviches enajenados hacia la devastación.

Elena Soto

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A hunch in the white forest

To Lise Meitner

Lise has a crater The hidden face of the Moon,
Another, on the Venusian Planitia Labinia,
plus an asteroid between the orbits of Mars and Jupiter,
6999 Meitner.
Its name also appears in the columbarium of the periodic table,
in the seventh heaven of the synthetic elements,
with an epitaph in his memory:
«meitnerium.
Atomic symbol: Mt
Atomic number: 109
Atomic weight: 278».
The box, like a cinerary urn,
gives four glimpses of its unstable inhabitant,
with a half-life so short
that it barely exceeds a few seconds.

But, beyond craters, asteroids and elements,
in Lise’s melancholy gaze, you sense
the long way from the clandestine basement of Berlin,
where she performed her experiments,
to the snowy landscape of Stockholm,
where she attained atomic enlightenment.
The glow fit the equations.
Lise saw the uranium nucleus split as a liquid drop,
like a hesitant tear,
that finally slips before the crying comes,
in a liberating chain reaction mechanism.
It was a hunch in the white forest.
After some calculations, Lise glimpses fission,
the vast and terrible energy it gives off;
the ground shakes, the silver birches tremble,
the aspens tremble in the mountains of New Mexico,
and its breath suspended in the cold forms a mushroom of mist
that fades away.
Oppenheimer said that after the Trinity nuclear test,
he remembered the verse from the Bhagavad Gita.
«Now I have become death, the destroyer of worlds.»
That Christmas 1938, interpreting the results,
Lise saw the dazzling radiance,
the atomic dance of the neutrons,
whirling like alienated dervishes toward devastation.

Elena Soto

Sobre Lise Meitner

Lise Meitner (1878-1968) nació en Viena, donde recibió la educación tradicional que se daba a las niñas en esta época y que consistía en una instrucción básica que finalizaba a los 14 años. Pero esta mujer inteligente y con gran inclinación hacia la ciencia no se conformó, siguió estudiando y completó su formación con un tutor.
A pesar de las trabas, tuvo la suerte de que su maestro, Arthur Szarvassy, fuera un físico que la preparó en las ciencias puras y gracias a estos conocimientos aprobó los exámenes de ingreso en la Universidad de Viena, un logro inaudito para la época. En esta institución acudió a las clases del físico teórico Ludwig Boltzmann, al que admiraba profundamente y que sería el científico más influyente en el desarrollo de su vocación.
Meitner se muda a Berlín en 1907, pensando en una posible colaboración con Max Planck quien, por primera vez, admite a una mujer en sus clases, poniéndola en contacto con Otto Hahn, un joven químico de su misma edad que investigaba sobre isotopos radioactivos; juntos crearon un equipo de trabajo en el que la aportación de Meitner era fundamental porque su colega carecía de la formación en física para explicar teóricamente los experimentos.
En 1907, Hahn fue admitido en el Instituto de Química de la Universidad de Berlín, pero las mujeres tenían prohibida la entrada al centro y Meitner solo pudo conseguir una estancia en el sótano para continuar con sus investigaciones. Pasó cinco años en la sombra y sin salario hasta que, finalmente, sus méritos fueron reconocidos y obtuvo el permiso para acceder a los laboratorios, cobrando un pequeño sueldo.
En 1917 Meitner y Hahn lograron aislar el isotopo del protactinio, lo que les valió la medalla Leibniz de la Academia de Ciencias de Berlín, pero el tema que durante años centró sus investigaciones y por el que alcanzaron mayor reconocimiento fue el de los elementos radiactivos.
Cuando Hitler llegó al poder, en 1933, la situación comenzó a complicarse, Meitner, a pesar de ser judía, no fue despedida por su nacionalidad austríaca, pero todos los científicos de origen judío fueron obligados a dimitir de sus puestos en los centros de investigación. En 1938, cuando Alemania anexionó a Austria, fue expulsada de la Universidad de Berlín y viendo peligrar su vida, huyó del país trasladándose a Estocolmo, donde logró un puesto en el laboratorio del científico Manne Siegbahn.
Desde Suecia, Meitner continuó su correspondencia epistolar con Hahn, que por aquel entonces seguía trabajando en Berlín con el químico Fritz Strassman.
El 19 de diciembre de 1938 Lise recibe una carta de Hahn con un sorprendente resultado, tras bombardear uranio con neutrones obtenían bario, el núcleo de uranio se había dividido en dos, algo que, en principio, no encajaba con todos experimentos que se habían realizado hasta entonces y no eran capaces de interpretar los resultados.
Lise pasea por la nieve con su sobrino Otto Frisch, buscando una explicación que pudiera cuadrar con estas observaciones y
pensó que  el modelo de la gota líquida  podía describir el proceso de separación del núcleo de uranio, sentando las bases teóricas para la comprensión de este nuevo fenómeno. Además, para calcular la cantidad de energía desprendida recurre a la ecuación de Einstein (E=mc2). Meitner se dio cuenta de que en los experimentos llevados a cabo por sus colegas se había producido una fisión nuclear y realizó la explicación teórica del fenómeno. Con sus análisis descubrió el enorme potencial explosivo que podría generar una reacción en cadena y la bautizó como fisión nuclear, que es el nombre con el que se la conoce desde entonces. En este momento Eureka estaba acompañada por su sobrino, el físico Otto Frisch, que colaboró en el descubrimiento. De hecho, Frisch regresó a Copenhague, donde fue capaz de aislar los restos producidos por la reacciones de fisión.
La científica interesó al gobierno de los EEUU que, en 1943, intentó reclutarla sin éxito para trabajar en el desarrollo de la bomba atómica, basada precisamente en el principio de la fisión nuclear, pero rechazó la oferta.
La concesión en 1944 del premio Nobel al alemán Otto Hahn «por su descubrimiento de la fisión de los núcleos pesados», fue una gran injusticia muy criticada por la comunidad científica, que consideraba a Meitner como coautora del hallazgo. Se sabía que la física había liderado el grupo de investigación y que después de su partida había seguido en contacto por carta con Hahn y Strassmann y que, sin su interpretación, el puzle estaba incompleto. En la biografía Lise Meitner: A Life in Physics, de Ruth Lewin Sime, se dice que el comportamiento de Hahn fue «una simple supresión del pasado», y que ella formaba parte de ese pasado suprimido.
El de Meitner es uno de los casos más claros en los que el comité de los premios Nobel ha pasado por alto la contribución de una mujer en un descubrimiento científico que cambió la historia de la humanidad.

Meitnerio
El meitnerio de símbolo Mt y número atómico 109 debe su nombre a Lise Meitner. Fue descubierto accidentalmente en 1982 por los científicos alemanes Peter Ambruster y Gottfried Münzenberg en el Laboratorio de Iones Pesados del Gesellschaft für Schwerionenforschung (GSI), de Darmstadt, Alemania. Es altamente radiactivo, no existe en la naturaleza y ha sido sintetizado en cantidades muy pequeñas combinando núcleos de átomos más ligeros. Su vida media es muy corta, de hecho, para estudiar este elemento, y otros que presentan esta característica, se ha desarrollado la técnica “atom at a time”. En estos experimentos se trabaja literalmente con átomos individuales.

Más información sobre Lise Meitner

El blog de Laura Morrón Los Mundos de Brana

Lise Meitner, la científica que descubrió la fisión nuclear

Lise Meitner y la energía del uranio de Javier Castelo Torras

Poema a Lise Meitner en Mujeres con ciencia

Lise Meitner life in Physics

Lise Meitner: A Life in Physics de Ruth Lewin Sime

La paradoja de Teseo

Adventurer Ship Paul Klee

The Adventurer Ship, Paul Klee

¿Cuánto puedes cambiar antes de perder la identidad?

Jinete de hipocampos

Es fácil ser jinete de hipocampos
cabalgando en la paradoja de Teseo,
pero si llegas a la isla de los comedores de loto
la memoria se deshojará como una margarita,
“me quiere, no me quiere”,
y más tarde
olvidarás si te quiere o no te quiere.
Y aunque los sabios digan
que nunca se pisa dos veces el mismo polvo,
ni se atraviesa el mismo cauce,
cuando escucho de nuevo
‘Primera nevada en Kokomo’
talón y piel se ajustan a la huella.
La voz de Aretha hilvana átomos errantes.
Quizás, flotando, alguno de nuestro corazón
se embarcó rumbo a Indiana.
Así que te equivocas, amor,
en parte sigo siendo la misma de antes.
Esta versión de mí
mantiene todavía las escamas,
restos del sudario de aquel año
en el que los esqueletos de los árboles
se cubrieron con plumas de niebla helada
y las pajaritas de las nieves endomingaron los prados.
Cabalgábamos en la paradoja de Teseo,
guiados por el cuarto menguante de la uña,
los postes nos recibían con las alas abiertas,
le robé el sombrero a un muñeco de nieve,
el color iba bien con tus ojos.

Este poema fue publicado en el número 4 de la revista FAKE, dedicado al tema “Vínculos”.
Según una leyenda griega recogida por Plutarco:
«El barco en el cual volvieron (desde Creta) Teseo y los jóvenes de Atenas tenía 30 remos, y los atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio de Falero, ya que retiraban las tablas estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este barco se había convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas que crecen; un grupo defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro aseguraba que no lo era.»
Esto se puede traducir en la siguiente pregunta: ¿estaríamos en presencia del mismo barco si se hubieran reemplazado cada una de las partes del barco una a una?
Existe además una pregunta adicional: si las partes reemplazadas se almacenasen, y luego se usasen para reconstruir el barco ¿cuál de ellos, si lo es alguno, sería el barco original de Teseo?
Fake vinculos poesía

Retrato de paleontóloga con perro

Mary_Anning_by_B._J._Donne

Mary Anning con su perro Tray

Mary Anning realizaba a diario, junto a su perro Tray, arriesgadas expediciones por los acantilados de la costa de Dorset buscando fósiles, un trabajo duro y peligroso que casi le cuesta la vida. En 1833, debido a un deslizamiento de tierra, su perro se despeñó y ella estuvo a punto de precipitarse al vacío.

A Mary Anning

Cada día, Mary camina al paraíso de los dragones voladores y los peces lagarto,
viaja millones de años atrás,
hasta un tiempo profundo habitado por extrañas criaturas.
Durante la tormenta, cuando el oleaje agita las páginas rocosas de la Tierra,
llega la hora de los fósiles.
En compañía de Tray, Mary va hacia los acantilados azules,
sabe que con el vendaval los pterosaurios despliegan las alas
y que las sirenas cisne reptan por la arenisca,
de alguna forma, los monstruos siempre acaban en las manos de Mary.
La tempestad deja a la intemperie las vértebras del Jurásico,
desnuda el tiempo geológico y, también, el dolor,
despeñando a Tray en el abismo.
Hubo un tiempo en que la costa estuvo bajo un mar tropical;
a su manera, ‘Duria Antiquior’ fue un Edén
y los despojos todavía duermen en las rocas
esperando los embates de las olas.
Conchas de moluscos primitivos
se desperezan con la marea baja
y brillan, entre los guijarros de la playa,
como espirales de cuerno de carnero.
Mary guarda en su cesta las reliquias,
algunas las venderá por pocos chelines,
con otras reconstruirá delfines lagarto y serpientes pez.
Hay huesos que encadenan alfabetos
y relatan historias sorprendentes,
muy distintas a las que cuentan los libros sagrados.
Mary ignora, o tal vez no,
que sus seres quiméricos resquebrajan paradigmas,
y que algunas creencias ya están en extinción,
como sus criaturas.

Mary Anningilustración

Mary Anning and the Sea de Jessica Bromley Bartram

Portrait of paleontologist with dog

Mary Anning performed daily, along with her dog Tray, risky expeditions on the cliffs of the Dorset coast looking for fossils, a hard and dangerous work that almost cost her life. In 1833, due to a landslide, her dog fell down and she was about to rush to the void.

To Mary Anning

Every day, Mary walks to the paradise of the flying dragons and the lizard fishes,
she travels millions of years ago,
until a deep time inhabited by strange creatures.
During the storm,
when the waves shake Earth’s rocky pages,
The weather of the fossils arrives.
In the company of Tray, Mary goes towards the Blue Lias cliffs,
she knows that with the gale the pterosaurs unfold the wings
and that the swan sirens crawl through the sandstone,
In some way, the monsters always end up in Mary’s hands.
The tempest leaves the Jurassic vertebrae in the open,
nakeds the geological time and, also, the pain,
throwing Tray in the abyss.
There was a time when the coast was under a tropical sea;
in its own way, ‘Duria Antiquior’ was an Eden
and the remains still sleep on the rocks
waiting for onslaught of the waves.
Shells of primitive mollusks
they stretch at low tide
and they shine, among the pebbles of the beach,
like a ram’s horn spirals.
Mary keeps the relics in her basket,
some will sell them for a few shillings,
with others it will rebuild lizard dolphins and fish snakes.
There are bones that link alphabets
and they tell astonishing stories,
very differents from those that count the sacred books.
Mary ignores, or maybe not,
that their chimerical beings cracked paradigms,
and that some beliefs are already extinct,
as her creatures.

Elena Soto

 

La paleontóloga del Jurásico

La Bahía de Lyme, en el Canal de la Mancha, es un tramo de costa en el que la erosión ha dejado al descubierto una secuencia de formaciones rocosas, que abarca un periodo de unos 200 millones de años. Actualmente, Lyme Bay se conoce popularmente como Costa Jurásica, debido a que los primeros descubrimientos fósiles de numerosos reptiles prehistóricos se realizaron en este lugar y, entre los hallazgos más notables, destacan los de la paleontóloga autodidacta Mary Anning (1799-1847) que, con su trabajo, contribuyó al cambio radical en la manera de entender la historia de la Tierra.
Anning había nacido en la ciudad de Lyme Regis, situada en plena Costa Jurásica, su padre era un carpintero que completaba los ingresos buscando fósiles en los acantilados y playas de la zona, una tarea en la que le ayudaban sus hijos. Pero, tras su muerte, la familia se quedó sin recursos y la venta de fósiles se convirtió en su única fuente de ingresos.
El descubrimiento que marcaría la pasión de Anning por la paleontología se remonta a 1811, cuando encontró, junto con su hermano Joseph, un extraño cráneo, de lo que parecía ser un cocodrilo. En esta época se utilizaba la biblia para interpretar las ideas científicas y nada se sabía de extinciones, ni dinosaurios, por lo que lo más lógico era pensar que se trataba de un animal moderno. Pero, con todo, Anning siguió con su búsqueda y su tesón se vio compensado, un año después, cuando encontró un esqueleto de más de cinco metros de largo que no guardaba parecido con ningún animal conocido.

Dibujo cráneo de un ictiosauro encontrado por los Anning.

Dibujo del cráneo de ictiosaurio

A comienzos del siglo XIX el coleccionismo de fósiles estaba de moda y los turistas que visitaban la zona acostumbraban a llevarse alguna pieza como recuerdo, por lo que los hallazgos de Anning empezaron a llamar la atención en los círculos científicos. En 1812, encontró un extraño esqueleto que fue adquirido por el naturalista Bullock, quien lo expuso en casa de Londres, despertando el interés de la sociedad inglesa por aquel “pez lagarto”, que denominaron ictiosaurio; posteriormente el ejemplar fue vendido al Museo Británico y sobre él se publicaron numerosos artículos, en los que nunca se mencionó quien lo había descubierto, incluso se atribuyó la cuidadosa preparación del fósil a la plantilla del museo.
Anning encontró varios ictiosauros más durante el período de 1815–1819, incluyendo esqueletos casi completos de diferentes tamaños, que fueron la base de publicaciones científicas de miembros de la Geological Society of London. Tras estos, llegaron otros importantes descubrimientos, como el de dos esqueletos de otra especie desconocida, bautizada como Plesiosaurio. El hallazgo despertó de nuevo el interés de los científicos y, también, la polémica. El geólogo William Daniel Conybeare escribió un artículo sobre el descubrimiento, pero en ningún momento la citó, a pesar de que había dibujado muchos de los bocetos que acompañaban a su publicación; y el naturalista Georges Cuvier la acusó de fraude y solo, tras una exhaustiva investigación, reconoció que era un fósil legítimo y que se había equivocado.

L0022370 Autograph letter concerning the discovery

Dibujo de Mary Anning del fósil  Plesiosaurus dolichodeirus,

Otra de sus contribuciones fue el descubrimiento de que los fósiles de belemnites, moluscos ya extintos parecidos a los calamares, contenían sacos de tinta fosilizada o que los coprolitos, conocidos como piedras bezoar, eran heces fosilizadas. Aunque llegó a ser conocida en los círculos geológicos internacionales y a su tienda acudieron expertos de todo el mundo, la tónica general fue silenciar su trabajo. Sus hallazgos y conocimientos, no le impidieron tener dificultades financieras durante la mayor parte de su vida.
En 1826, fundó la tienda Almacén de fósiles Anning y salía cada día a los acantilados, junto a su perro Tray, realizando arriesgadas expediciones que a punto estuvieron de costarle la vida. En 1833, debido a un deslizamiento de tierra, su perro se despeñó y ella casi se precipita al vacío. Mary no era una simple fosilista, leía todo lo que se publicaba sobre paleontología, diseccionaba peces y sepias comparándolos con los fósiles que encontraba y podía decir mucho de un animal a partir de un solo fragmento; había aprendido por su cuenta más de lo que sabían los expertos de la época.
Pero Anning fue considerada una intrusa en la sociedad científica británica; sufrió una doble discriminación, por ser mujer y por proceder de clase baja. En una sociedad tremendamente clasista, ella no era más que la hija de un carpintero. Si hubiera formado parte de la comunidad científica, probablemente tendríamos mucha más información sobre sus descubrimientos. Solamente escribió una vez en una revista científica y se limitó al fragmento de una carta que envió a la redacción de la publicación The Magazine of Natural History. Ya en el siglo XX el geólogo, biólogo evolutivo Stephen J. Gould comentó “El inicio de la Paleontología de Vertebrados debe más a Mary Anning que a Buckland, Conybeare, Owen y otros hombres de ciencia que estudiaron los fósiles que ella encontró”.
Más allá del descubrimiento de especies, sus pruebas paleontológicas contribuyeron a que se dieran cambios fundamentales a principios del siglo XIX en la manera de entender la vida prehistórica y fueron claves para demostrar la extinción, un elemento indispensable para el posterior desarrollo de la teoría de la evolución.

Duria_Antiquior 1830

Duria AntiquiorUn Dorset más antiguo») Acuarela pintada en 1830 por el geólogo inglés Henry De la Beche basado en fósiles encontrados por Mary Anning.